26 de enero de 2009

PUEDE QUE YO SÍ, PERO COMO TÚ MÁS, ENTONCES YO NO

Los políticos y la política de este país, y también sus aledaños, están completamente dominados por este proceso. Cada uno mira a su ombligo y sólo ve lo que le conviene demonizando al contrario, que a su vez hace exactamente lo mismo. Los medios de comunicación y también los opinólogos y tertulianos, convertidos ya en adláteres de este truculento proceso, lejos de mantener una prudente distancia y una actitud crítica, no hacen sino azuzar esta dinámica.

La Memoria que se pierde

El conjunto de la sociedad cada vez tiene menos memoria común. A la velocidad a la que nos maneja este posmodernismo globalizado en el que vivimos y padecemos es normal que hayamos perdido la percepción del tiempo. Nuestros abuelos son la última generación que ha nacido y madurado fuera de esta época. Nuestros padres no nacieron aquí pero su desarrollo y maduración ha sido por completo en ella. Y de mi generación en adelante (los que bordeamos los 40) no conocemos otro mundo que este.
Los abuelos nos cuentan con detalle acontecimientos de su infancia y también son capaces de elaborar relatos sólidos de acontecimientos ocurridos algunas década antes de ellos nacer. Son acontecimientos que se les quedaron grabados bien porque fueron vividos en primer persona bien porque fueron relatados por sus padres o abuelos. Hoy sin embargo un lustro ya es pasado remoto.
Y si no, nada más hay que ver nuestras perplejidades y sufrimientos al padecer este otoño-invierno de mal tiempo. Parece que nunca antes hemos tenido 4 o 5 meses de consecutivo temporal. Sólo algunos esforzándonos un poco recordamos episodios de nuestra niñez. Todavía recuerdo las largas caminatas desde el Lianchanpo hasta el colegio Salesianos, 4 veces al día (dos para arriba y dos para abajo) con un chubasquero pescanova de pies a cabeza y botas de agua. Teníamos que tomar el tramo largo porque no podíamos cortar camino por el colegio Baelo Claudia al estar lleno de barro el sendero que nos llevaba hasta Asepeyo. Aquello eran mantas de agua una detrás de otra.
Sin embargo esta última década hemos vivido inexistentes otoños e inviernos muy livianos y cuando ahora el clima hace el ademán de reclamar lo que es suyo, nosostros temblamos. La amnesia nos invade. Hemos dejado de utilizar el pasado como fuente de aprendizaje y maduración. El pasado es un tremendo Museo de los Horrores al que nadie quiere visitar vaya ser que encuentre algún trapos sucios o algo que puedan utilizar en su contra.
Y si esto ocurre en la ciudadanía en la clase política la cuestión se agrava. No hay nada más que ver como la falta de previsión de nuestros gobernantes empeora, y mucho, alguna que otra delicada situación con nieve, viente y lluvia por medio.