2 de febrero de 2009

Del rico refranero castellano, hay uno que me gusta especialmente. Dice así: 'Quien siembra vientos recoje tempestades'. O como cantaría Drexler: 'Cada uno da lo que recibe'.
No sólo pienso que sea una verdad que se hace realidad; es mucho más. Una esperanza, un palpito, un deseo irrefenable de justicia etérea, infinita y cuasidivina. Aún más...
No sólo pienso que debería de pasarle a todos los boni, como diría el pesado de Cicerón, y que éstos tuvieran el justo premio a su vida. Es también mucho más. Es la esperanza y el sueño de que los dogmáticos reciban justa recompensa a sus maldades.
El dogmático, en sus tres formas cardinales, emocional, político y religioso han sido, son y serán, por desgracia, la peor amenaza para la propia verdad que dicen y piensan defender como si fuera de su propieadad, truncando de paso la vida de millones de personas a los largo de la historia pasada y del devenir futuro.
A todos éstos, refrenando el odio y la acritud que me convertiría en uno de ellos; y es que es importante no ser uno de ellos, sólo les diría aquello de que quien siembra vientos recoje tempestades.