15 de febrero de 2009

Marta

La enorme tragedia vivida por esta pobre chiquita sevillana y su familia nos deja a los demás la imperiosa tarea de reflexionar sobre lo acontecido antes y durante los sucesos. Y sobre todo lo que va a acontecer a partir de ahora, ya que esto no ha terminado todavía.
Lo primero dar el pésame a la familia, esperando que el sufrimiento inagotable de esa pérdida tan grande sea mitigado por la esperanza de la justicia.
Luego me vienen un cúmulo de pensamientos que sólo nombraré por cuestión de tiempo y espacio.
Nuestra sociedad debería plantearse seriamente algunas cuestiones relacionadas con su población adolescente y jovén.
También tendría que comenzar un profundo debate público sobre el impacto de la nuevas tecnologías sobre la realidad que vivimos. Del mismo modo que yo ya puedo escribir y cualquiera puede leerme y eso es algo positivo, cualquier malvado encuentra las puertas abiertas para sus fechorías. La responsabilidad y el aprendizaje de que no hay monedas con dos caras, esto es, que no hay acción sin consecuencias neutras debería ser el pan de cada día en la escuela y los medios de comunicación. Y no lo que hay ahora. La escuela es un campo de batalla, uno más, entre los tigres y los leones y de la tele ya ni hablo. Es una montaña demasiado grande para una espalda tan pequeña. Habría temas que tendría que ser tratados con templanza, sin enarbolar banderas ni credos políticos o religiosos, dejando los reproches fuera del diálogo. El sentido común y la responsabilidad no pertenecen a ninguna ideología, a ningún partido político y a ninguna Conferencia Episcopal.
Pero esto que he dicho, bajo cierto punto de vista, ya sirve de poco: el daño está hecho. Puede ser relegado a un segundo plano, no al olvido. Este asunto puede ser retomado más adelante y con serenidad, con pausa y sosiego; pero con profunda complejidad. Hay mucho en juego como para dejarse llevar por las prisas y los apasionamientos negativos que provoca el dolor.
Ahora lo importante es: ¿y mañana qué?.
Y chocamos contra un muro enorme que no esperábamos.
Chocamos con las promesas incumplidas de los que siempre prometen pero siempre mienten, chocamos con la manipulación que algunos hacen con el dolor ajeno, bien para sacar tajada, bien para conseguir afianzarse en su poltrona.
Chocamos con un sistema judicial lento e injusto. Chocamos con un sistema judicial lleno de fallos, incoherencias y resquicios, que lo hacen el lugar propicio para que algunos se muevan en él como cerdos en un charco de lodo.
Chocamos los demás, y especialmente la familia, con que el sospechoso-culpable-reo tiene más derechos que los afectados. Chocamos con que la ley suprema de la nación piensa en el presunto criminal antes que en la segura muerta y sufriente familia.
Chocamos con un sistema legal y judicial viciado, llenos de listos de millonaria minuta que se parten su prodigioso craneo no en que prevalezca la verdad, sino en buscar los pequeños agujeros del sistema por donde meter un elefante y salir ganando. Chocamos con que las penas hablan de muchos años pero la realidad de los regímenes peticenciarios muestran otra cosa diferente.
Todos esos choques son los que nos esperan. Esperemos tener la cabeza lo suficientemente dura para aguantar tanto porrazo.