10 de noviembre de 2009

Barbol y la charla con los Ents

     Los traviesos hobbits Pippin y Merry esperan agobiados a que los Ents terminen de dialogar, en medio del bosque de Fangorn, para determinar si van a la guerra contra Saruman. Están medio abatidos medio ansiosos porque sus amigos se ven metidos de lleno en una guerra que puede acabar con ellos y asolar toda la Tierra Media. Su ansia de actuar con prontitud contrasta con la parsimonia de la lengua ent, que debe dar miles de rodeos antes de poder decir algo coherente. Cuando parecen haber terminado de parlotear los pequeños hobbits se quedan perplejos ante la conclusión de aquellos gigantescos y poderosos seres-árbol: han llegado a la conclusión de que sí es cierto que sean hobbits. El mundo en guerra, ellos allí atrancados en la espesura del bosque, sus amigos en peligro de muerte, la tierra al borde del caos, y a esos seres poderosos lo único que se les ocurre es ponerse a soplar gaitas hablando largo y tendido de cosas que ya tendrían que estar jodidamente claras.
     Tolkien es un visionario. En España fue reducido a literatura infantojuvenil, pero su magna obra 'El señor de los Anillos' guarda en sus páginas una increíble cantidad de pepitas de oro. Esta es una de ellas. A la ligera puede parecer que sea una loa a cierto tipo de pragmatismo o utilitarismo del tipo 'no es momento de hablar sino de actuar'. Es cierto que un a primera lectura nos dice eso. Es cierto que hay momentos en la vida en que eso es peregrinamente cierto. Pero yo creo que Tolkien quiere que profundicemos algo más. No creo que el genio de Tolkien sea puramente utilitarista.
     Lo que hace Tolkien es describir con esta metáfora el estado en el que se encuentra ciertas instancias significativas del mundo, especialmente todo el ámbito político. Cada vez hay más gente que prefiere discutir que dialogar. Cada vez hay más gente que quiere imponer su orgullo personal, o su dogma-verdad a los otros, en vez de confrontar pacíficamente los distintos pareceres. Cada vez hay más gente que prefiere anquilosarse en su conocimiento que seguir aprendiendo los de otros.
     Si a este clima de crispación unimos la pérdida de contextos comunes en manos de lo rápido y lo superficial del consumo sedante y  de los cajones ideológicos cerrados y aceptados acríticamente; nos encontramos con un problema gigantesco. Porque para dar un sólo paso hay que volver a explicarlo-pensarlo todo. Y así no hay manera de llegar a acuerdos ni encontrar soluciones.
     Es una 'plaga' que es extiende no sólo por la política nacional e internacional, también en el mundo del Derecho, la ciencia y las finanzas; incluso en el día a día de lo cotidiano. Vamos todos con nuestras ideas, conceptos y valores completamente sobrecargados, nadie quiere renunciar a su verdad; y así es imposible llegar si quiera a unos mínimos comunes para luego instaurar un diálogo constructivo. Y nosotros no somos los hobbits que sí saben lo que quieren y saben lo que tienen que hacer, y no necesitan ponerse de acuerdo antes sobré qué es cada cosa. Somos millones de ents farfullando sin sentido.