3 de diciembre de 2009

 Tal día como hoy, pero en el año 1552, murió Fco. Javier de Jaso y Azpilicueta. Tiempo después y en honor a su trabajo de misión y labor pastoral en el Oriente lejano y Japón fue canonizado por la Iglesia Romana. Hoy se celebra su efemérides. A mis padres, perdidos en la gran puñeta de la fría campiña francesa, les pareció un buen nombre para mí, siendo como era el santo patrón y protector de los emigrantes.
Seguimos hablando de muertos. En 1989 moría uno de los mejores deportistas de todos los tiempos: Fernando Martín. El hombre de la pica en Flandes: el primer españolito en ir a partir el bacalao a la NBA. ¡Qué tio! ¡Qué duelos con Audie Norris al poste bajo! Esa musculatura, ese liderazgo. No recuerdo aquel día, para ser sinceros y no apuntarme medallas de mentira, pero sí me acuerdo de semanas después, en el torneo de Navidad que reunía cada año a los mejores equipos de basket del mundo. Me acuerdo del ramo de flores en su butaca del banquillo y la cara desencajada de sus compañeros, especialmente la de su hermano Antonio. Los que somos del Madrid entramos en el baloncesto gracias a él y su fuerza.
Para terminar vamos a hacerle un homenaje a uno que está vivo, y que espero siga así por muchos años. Hace 65 años nació una de las personas más importantes de la Historia. En una España todavía partida por la pasada Guerra y la mala bilis de una confesión religiosa que era incapaz de ver la viga en el propio ojo y que convertía en fanáticos obtusos a tantas y tantas gentes. Un país de clasistas terratenientes montados a caballo para vigilar vacas y beatas meapilas de corazón duro y envenenado incapaces siquiera de sentir piedad por unos huerfanos. Entre tanto espíritu patibulario, en una era con un grifo de agua fresca vino al mundo un ser excepcional. En gran medida, él no lo sabía todavía, yo nací también aquel día de diciembre. No conozco a nadie con una ética de trabajo y una honestidad más grande que la suya. No conozco a nadie que pueda superarle en tesón y cariño a los suyos. No conozco a nadie que haya superado tantos boquetes de la vida y siga firme y sin ganas de revancha. En definitiva, no conozco a nadie como él. Es un tipo único y maravilloso al que le debo mi propia vida. Cuando sea mayor yo quiero ser como él. Ya creo que lo sabe, al menos se lo imagina. Te quiero mucho papa… ¡Felicidades!