14 de diciembre de 2009

Papa Noel


El siglo IV fue uno de los más importantes del cristianismo. En el 313 el Emperador Constantino firmo un edicto que garantizaba la libertad de culto; y el 325 fue el primer Emperador en convertirse a la nueva religión. Sí nueva religión. El cristianismo de aquella época era una religión bisoña en comparación con otras: paso de ser una hermanada de hermanos judíos, a una secta que se  adueñó del pensamiento y la fe de la clase más desprotegida del Imperio Romano, luego se convirtió en la perseguida y odiada por todos; y finalmente en el movimiento civilizador más importante del Imperio. Y para terminar el ciclo, a partir del siglo V, pasó de ser perseguida a ser perseguidora, verbigracia el edicto de Diocleciano que la nombraba como religión oficial y perseguía toda forma de fe y ritualidad pagana. Aunque esa es otra historia, este el contexto en el que nació, vivió y murió nuestro Nicolás.
            La religión cristiana se expandía social y culturalmente, también política y eclesiásticamente. Desde muy pronto se estableció una estructura jerárquica firme. Fueron surgiendo los primeros padres sabios (en filosofía los conocemos como la Patrística) que trató  de dar un empaque abstracto y metafísico (al estilo griego) al puñado de ideas que había dejado Jesús antes de morir en la cruz. Ese proceso terminó con el primer gran teólogo cristiano Agustín de Hipona (murió en el s. V). Pero además de teología el cristianismo buscaba figuras que lo agarraran a la masa social, que fuera capaz de dominar la élite de un Imperio Romano que empezaba a recibir sus primero golpes del este, pero también su ciudadanía más básica. Con figuras como la de Nicolás lo consiguió con creces.



Nicolás de Myra (como se le denomina en oriente) o Nicolás de Bari (como se le denomina en occidente) fue un obispo cristiano del siglo IV. Nació en Patara, en la región de Licia (actualmente dentro del territorio de Turquía) en una familia adinerada y desde niño se destacó por su carácter piadoso y generoso. Sus padres, fervorosos cristianos, lo educaron en esa fe. Después de la muerte de sus padres Nicolás heredó una gran fortuna que puso al servicio de los necesitados, y se fue a vivir a Mira (también en la actual Turquía). Murió el 6 de diciembre del año 345 en esa misma ciudad, pero sus restos descansan en la ciudad  italiana de Bari. Tras su muerte se convirtió en el primer santo, no mártir, en gozar de una especial devoción en el Oriente y Occidente. Al poco, multitud de relatos milagrosos aparecieron sobre él.
A partir del siglo el IX hasta el XIII los Selyúcidas se asentaron sobre todo el Oriente Medio y la península de Anatolia. Uno de los principales bastiones cristianos (primero con Antioquía y luego con las iglesias orientales de Bizancio) pasaba a ser musulmán. Había que mandar hacia Occidente todo lo que se pudiera rescatar. Entre ellas se encontraban los restos de nuestro santo, que fueron robados por mercaderes italianos y llevados a Bari.
En el siglo XV la Corona de Aragón, al mando de Alfonso V, conquista el sur de Italia (Reino de Nápoles), incluyendo Bari. Los combatientes, aunque muy católicos españoles, se encuentran con una enorme cantidad de reliquias y costumbres desconocidas para ellos. Hay dos que les llaman poderosamente la atención. La primera de ellas son los ‘Belenes’, la segunda es la poderosa figura de un santo anciano barbudo y bonachón benefactor de niños y pobres. San Francisco de Asís fue un célebre franciscano que abogaba por la pobreza de la Iglesia. No le hicieron mucho caso como sabemos, pero en lo que sí dejó impronta fue en la celebración de la Navidad: el hombre representaba la escena del nacimiento con seres humanos. De ahí que pasase a representarse luego con figurillas de barro.
Los españoles se llevaron a su tierra todas esas cosas, y luego las fueron dispersando por todo su vasto Imperio. Mientras los tercios de Flandes, uno de los mejores cuerpos de Infantería de toda la historia militar, arrasaba con casi todo a su paso en los Países Bajos ad maioren dei gloria; algunas costumbres de los españoles fueron adoptadas por aquellos flamencos. En Holanda y Bélgica se celebra especialmente la festividad de San Nicolás (5-6 de Diciembre), al que llaman Sint-Nicolaas (Sinterklass es el nombre popular). Sinterklaas monta un caballo blanco sobre los tejados de las casas, llevando sus símbolos episcopales: una capa roja, una mitra y un cayado dorado. Sinterklaas se convirtió en una festividad familiar, imponiéndose la costumbre de poner los zapatos junto a la chimenea. Según la tradición, Sinterklaas (o más bien su ayudante Zwarte Piet en neerlandés "El Negro Pedrito”) bajaba por la chimenea de noche y colocaba los regalos en los zapatos de los niños, generalmente dulces y juguetes.



Los conflictos religiosos y la presión demográfica en Europa lanzó al Nuevo Mundo a muchos europeos a partir del siglo XVII. Primero fueron los ingleses convirtiendo Norteamérica en una colonia. Las colonias británicas de América del Norte fueron ocupadas también por muchos grupos de origen no británico. Agricultores alemanes se establecieron en Pensilvania, los suecos fundaron la colonia de Delaware y los primeros esclavos africanos llegaron a Virginia en 1619. En 1626, colonizadores holandeses compraron la isla de Manhattan a los jefes indígenas de la región y erigieron la ciudad de New Amsterdam; en 1664, esta colonia fue tomada por los ingleses y rebautizada con el nombre de Nueva York. Los inmigrantes holandeses obviamente llevaron con ellos sus costumbres y mitos, entre ellos el de Sinterklaas.
Así transcurrieron los siglos, hasta que en 1809 el escritor Washington Irving, escribió ‘Historia de Nueva York’, en la que deformó el nombre del santo holandés, Sinterklaas, en la burda pronunciación angloparlante Santa Claus. Más tarde Clarke Moore, en 1823, publicó un poema donde dio cuerpo al actual mito de Santa Claus, basándose en el personaje de Irving. En ese poema se hace mención de una versión de Santa Claus como un duende que regala juguetes a los niños en víspera de Navidad y que se transporta en un trineo tirado por nueve renos. Posteriormente, hacia 1863, adquirió la actual fisonomía de gordo barbudo bonachón con la que más se le conoce. Esto fue gracias al dibujante alemán Thomas Nast, quien diseñó este personaje para sus tiras navideñas en Harper's Weekly. Allí adquirió su vestimenta y parece que su creador se basó en las vestimentas de los obispos de viejas épocas. Desde el principio el Papa Noel norteamericano, fruto de la cultura popular, se convierte en un icono publicitario. Ya se ha perdido completamente el espíritu originario religiosos de San Nicolás: ahora es un gordo bonachón e inmortal que viene del polo norte montado en un trineo tirado por renos. Ya en el siglo XX, en 1931, la empresa Coca-Cola encargó al pintor Habdon Sundblom que remodelara la figura de Santa Claus/Papá Noel para hacerlo más humano y creíble.