11 de febrero de 2010

El Tercero Activo

     La figura del 'Tercero Activo' en el ámbito de la política hace referencia a una instancia o figura que propicia la resolución de una determinada situación política. Frecuentemente es usada en política internacional para describir la mediación en aquellas situaciones conflictivas y de violencia. El prestigioso politólogo italiano Norberto Bobbio entiende que es una figura esencial en el paso de los llamado 'Estados polémicos', esos estados (generalmente del Tercer Mundo) donde reina la mayor de las violencias a los 'Estado civiles' donde la democracia está implantada. Este Tercer Activo tiene una doble posibilidad: ser árbitro o ser juez. El Tercero Activo Árbitro es un mediador, un negociador que trata de solucionar los conflictos pacíficamente desde el consejo y la búsqueda de consensos mínimos a todas las partes. Por ejemplo este es el papel de la ONU y su Consejo de Seguridad (otra cosa es que luego tenga resultados positivos). El Tercero Activo Juez es una fuerza, un poder que impone el dominio de la ley. Aquí es importante aclarar que el Tercero Activo Juez hace un uso legítimo y legal de la fuerza. Por ejemplo el papel que se autoimpone el Gobierno de Estados Unidos de arreglar toda una serie de conflictos en el mundo no es un ejemplo de Tercero Activo Juez ya que no se fundamenta en la legalidad sino en la unilateralidad de sus intereses. Las Constituciones de los países democráticos, la de España también, sí que son un ejemplo de Tercero Activo Juez. La Constitución no hace uso de la fuerza, no tiene el poder, la Constitución es precisamente la fuerza y el poder de la democracia.
     Hubo un lugar en la Historia donde este proceso se dio claramente y ha quedado ahí en la retina de todos los analista. Me refiero a la Grecia arcaica, la cuna de la democracia. En un primer momento las tribus que habitaban la península helena, con su miriada de islas y las costas de Jonia dejaban en manos de los 'sabios' la resolución de los conflictos. Conocidas eran en la Antigüedad la lista de los siete sabios griegos: Tales de Mileto, Bías de Priene, Pítaco de Mitilene, Cleobulo de Lindos, Solón era de Atenas, Quilón de Esparta y Periandro de Corinto. Pero llegó un momento en que la figura del árbitro no siempre daba lo mejores resultados con lo que se comenzaron a instaurarse por doquier toda una serie de constituciones legales que imponía una normatividad de obligado cumplimiento. De entre todas ellas la que hizo mayor fortuna fue la democracia de Atenas. Evidentemente la situación política actual en el ámbito internacional dista mucho de parecerse a las polis griegas. Pero al menos tenemos una referencia de que el cambio es posible, a pesar de la muchas dificultades que puedan acontecer.


     Pero la figura del 'Tercero Activo Árbitro' también tiene una vertiente en  política nacional. Ahora la estamos viendo en España con el intento de mediación del político catalán Durán y LLeida (CIU) con los grandes partidos,  PSOE y PP. Los primeros momentos de la situación apuntan a que será un fracaso aunque por el bien de toda la ciudadanía un acuerdo aunque fuera de mínimos sería lo recomendable. A estas alturas de la película ya sabemos que la cosa está muy difícil. Y que esa racionalidad con la que se conducen los políticos es sólo una máscara para ocultar los odios que se profesan mutuamente. Hoy por hoy una reconciliación parece imposible. Son tantas las cuentas pendientes y los reproches que la animadversión que se ha generado hace poco posible un acuerdo. Pero el problema sigue estando ahí y la ciudadanía no sólo quiere, es que necesita una solución. Algo más que un intercambio de reproches entre dos gañanes, Zapatero y Rajoy, jaleados por sus colegas y amiguetes. El Congreso no es el patio de un colegio donde el 'tu más que yo' es el único argumento viable. Es necesaria una mediación. Pero ¿qué o quién tiene suficiente prestigio en España para actuar como arbitro en esta disputa?
     El primer escollo es la necesidad del mediador. La ciudadanía lo percibe cada vez más. La clase política no, ni siquiera lo intuye, o al menos se lo oculta. Y esto es muy grave: los políticos no están dispuestos a admitir su fracaso colectivo, no quieren perder el estatus de casta intocable. Esta es la primera razón que le habrán expuesto a Durán, que no se necesita mediador porque ellos (cada uno) saben qué está pasando y cómo arreglarlo; cuando ya todos sabemos que han fracasado ambos, unos como Gobierno y otros como Oposición. Ninguno quiere dar su brazo a torcer. Son unos auténticos kamikazes. Voy más lejos, los dos grandes partidos quieren impedir a toda costa una posible solución: la aparición de pequeños partidos que fragmente el espectro político. No quieren compartir el gran pastel.
     El segundo escollo sólo surgiría si saltamos el primero, con lo cual es completamente hipotético, propio de la política ficción más absoluta. ¿Puede ser mediador otro partido político? La desconfianza entre ellos es máxima porque ellos saben como son de verdad y temen que tras el súbito pragmatismo del catalán haya algo más. Se conocen demasiado bien porque son todos iguales y todos querrían siempre algo más, en clave electoral por supuesto. ¿Puede ser mediador alguna otra instancia socioculturalintelectual española? Este planteamiento es dificultoso porque la casta de semidioses de la política solo reconoce la alcurnia propia mientras que desprecia a otros ámbitos. Los intelectuales de prestigio de este país se han ido incorporando a cada uno de los bandos con lo que no hay sujetos neutrales de peso que puedan obtener el respeto de ambas partes; lo mismo pasa con los informadores y periodistas, que han pasado de posible solución a parte importante del problema, ya que muchas veces azuzan el fuego con sus intrigas y sus editoriales de telediario, de radio y de prensa. Ahora hemos conocido por el cine lo que ocurrió en la Suráfrica de Mandela (la película Invictus) y como el papel de Tercero Activo Árbitro lo jugó el deporte, como una nación al borde de la guerra civil fue reconducida hábilmente gracias al fervor popular cristalizado en lo que unía a blancos y negros, el rugby. Seamos realistas, en la España de Telecinco y La Sexta, de Intereconomía y la SGAE, del villarato y los galacticos hay poco o ningún margen para que algo así ocurra.
     Nos hemos quedado casi sin posibilidad de mediación que desatasque este tremendo embrollo en el que vivimos. Bueno sí queda una, pero más vale ni nombrarla. ¿Haría falta algún tipo de catástrofe natural, hecatombe social o acontecimiento bélico para que en España se viera la necesidad de unirse frente a las adversidades? ¿Es que hay que llegar tan lejos, sobrepasando el punto de no retorno para arreglar las cosas?