8 de junio de 2010

Un día como otro cualquiera

El martes 8 de junio de 2010 languidece poco a poco hasta desaparecer para siempre. El miércoles 9 asoma por la esquina. Tempus fugit como diría aquel...
Un día como otro cualquiera, recorriendo los mismos sitios de siempre, mirando los mismo rostros, observado por los mismos ojos. Nada hacía indicar que pudiera ser un día fuera de lo normal... de hecho, ha sido completamente normal. El Hospital en el que trabajo ha vivido una jornada igual a otras, las mismas carreras, los mismo ineptos, las mismas atenciones al que lo necesita, las mismas 'cositas' de la Pepa, mi compi. Nada nuevo bajo el sol.
A pesar del atraco desalmado que en breve sufrirá mi sueldo, a pesar del encarecimiento de la vida que está al caer, con la subida del IVA y de la factura de la luz, y las futuras dentelladas que prepara nuestros gobernantes. A pesar de todo, hoy había que trabajar. Primero y ante todo, por profesionalidad y por honradez; ese tipo de valores que son maltratados por los políticos, pero que es el semblante de la mayoría de los que trabajamos en lo público. Esa es la mejor bofetada sin mano que se la ha dado a esta caterva de indeseables, el demostrarles que los trabajadores públicos estamos al pie del cañón a pesar de nuestros jefes y superiores. Segundo, con lo que ya se están llevando de mi trabajo no es de recibo, encima, regalarles a estos malutos el día de trabajo. Tercero, sólo se cuenta con lo que uno mismo puede hacer por uno mismo, y los grandes sindicatos que han traicionado a los trabajadores, públicos o no, ya saben la decepción que han provocado en los trabajadores.
La vida sigue adelante. La felonía perpetrada contra todos nosotros ya no tiene vuelta atrás. Más nos vale mirar al futuro y prepararnos ante lo que está por venir, que es mucho y malo. Lo importante será, a partir de ahora, que muchos aprendan de sus errores, para que cuando llegue el momento de la verdad no darles a éstos la oportunidad de volver a apuñalarnos por la espalda.