31 de diciembre de 2011

30 de diciembre de 2011

Ya están aquí... ya llegaron...


   Aquí están, aquí se las enseño bien grandes para que veamos todos quién ha venido a visitarnos. La cosa todavía está muy reciente, cuando empiecen su actuación en el día a día veremos y hablaremos sobre lo que corresponda, caso por caso. Cabrearse y gritar en arameo cuando toque. Ahora, me ronda por la cabeza otra preocupación. Yo soy muy de preocuparme... qué le voy a hacer.
   'Crónica de una muerte anunciada' es, además del título de una novela del célebre García Márquez, un pensamiento-flash, una especie de coletilla cercana al refrán o al aforismo heraclíteo, que significa que sabemos de antemano lo malo que va a ocurrir y que termina ocurriendo. Una especie de llamada a ponernos la venda antes de sufrir la herida, a tomarnos el analgésico antes de que nos duela la cabeza, una especie de medicina preventiva para el pensamiento y el alma. Ya nos los dijeron, ya lo intuíamos, ya lo sabíamos, ahora vamos a vivir en vivo y en directo esta situación de recorte masivo. Pero todo lo que nos dijeron, todo lo que intuíamos, todo lo que sabíamos no mitiga nada del dolor de cabeza que estamos comenzando a tener. ¡Qué chungo va a ser esto! El verdadero aprendizaje es el que se vive en carne propia, no en la ajena. Otro refrán: la letra con sangre entra; ¿será verdad eso de que somos una sociedad que sólo aprende a base de disgustos? Pero, por desgracia, ésta ha sido la tónica general de nuestra sociedad en el último lustro. Una venda en los ojos, la cabeza metida en el agujero cual avestruz, creyendo que si yo no miro al león, el león tampoco me mira a mí. Y peor, lo que estoy haciendo es facilitarle las dentelladas al león. 
   Hay dos cuestiones que yo considero tan claras y evidentes que ni merece la pena seguir ahondado en la herida: la primera es que el gobierno saliente ha sido catastrófico; la segunda es que el sistema financiero es peor aun. Pero queda la tercera pata del banco, que somos todos nosotros como sociedad. Que hemos vivido muy por encima de nuestras posibilidades individuales y sociales, como los nuevos ricos paletos de una película mala. Podemos escribir, y ya está hecho, varias bibliotecas de Alejandría sobre los fallos y errores, ignomínias y pecados de la clase política y financiera; y cómo pagamos todos nosotros  por sus horrores y crímenes. Es una putada, son una mancha de .... y de ...  [modo autocensura 'ON']. Lean algún que otro libro si no lo han hecho ya. Estamos hartos de recibir y mandar todo tipo de vídeos del youtube y de powerpoints criticando con saña a los unos y a los otros. Como si con solo criticar y mofarse del otro fuera la solución. Hay corriendo por ahí decenas de chistes, escarnios y ofensas contra Zapatero y Rajoy. La gente se lo pasa bomba. Para eso somos muy buenos, cómo sacamos la mala leche para criticar al contrario político, al que votó a otro y qué poca reflexión ponemos a los propios errores, en mirar la propia responsabilidad, nuestra parte de culpa. Si las energías que se utilizan para ensañarse con ellos se utilizara para otra cosa, otro gallo cantaría.
   Pero hay muy pocos libros, vídeos y powerpoints, que hagan un llamamiento a la ciudadanía a reconocer la parte de responsabilidad en este desastre. Muy pocos libros de educación cívica equilibrada, sin desviación ideológica; muy pocos que hablen del esfuerzo, del sacrificio, de trabajar juntos, de dejar de ser enemigos en esta crisis, y de esas cosas tan antiguas, tan fuera de moda. Ese es un grave problema, se llama a la indignación y a la revolución, a la desobediencia, pero nadie llama a la reflexión y a la asunción de la responsabilidad, tampoco nadie llama al esfuerzo, a la fortaleza en tiempo de crisis y carestía, a la cordura, al sentido común de no gastar lo que  no se tiene. La voz de la conciencia social ha desaparecido, Pepito Grillo está defenestrado en estos tiempos del twitter y del facebook, que vivan los chillones, los agitadores, los vendedores de humo, que se hacen millonarios mientras mandan a la gente a gritar a la Plaza. Porque la cuestión, creo yo, es que no podemos quedarnos en el autocomplaciente cabreo contras los grandes monstruos sin hacer, además, una asunción de las propias responsabilidades. Está bien eso de cabrearse contra los dragones, y salir cual caballeros andantes a luchar contra ellos con nuestra  reluciente armadura y la espada bien afilada (Pongo el parche antes que salga el grano y como me doy cuenta de que hoy en día también es el tiempo del cabreo a las primeras de cambio y de la gente susceptible que se siente atacada con cualquier soplo de viento, explico que no estoy en contra de ningún tipo de movimiento social, todo lo contrario; no me refiero a este porque estoy hablando del plano individual de cada persona). Han sido ellos, pero también nosotros. Hay que hacerse mayores de edad, dejar de vivir en el mundo del cuento y la leyenda, dejar de ser adolescentes que sólo patalean enrabietados y no se paran a pensar cómo solucionar el problema que tenemos encima. Con gritar no basta, al menos eso creo yo. Con violencia, más o menos evidente, tampoco. Hay que hacer otra cosa, hay que hacer más cosas, es eso o el abismo. Lo que quiero decir es que hay que ir más allá y centrarse en la solución del problema, centrar los esfuerzos en el afrontamiento y no en el origen, que ya pasó y no se podrá cambiar. Jobs diseñó el Mac, el Iphone y el Ipad, no la máquina del tiempo... que sepamos claro.

24 de diciembre de 2011

FELIZ NAVIDAD



Platón, Aristóteles y todos los demás, os desean Felices Fiestas. Que la Paz reine en todos los rincones el mundo y que la Felicidad llegue a todos los corazones. 

19 de diciembre de 2011

Zhanguo: la guerra sin cuartel

Uno de los periodos más tenebrosos y violentos de la larga historia de China es el llamado período de los Estados en Guerra (Zhánguó), que duró más de dos siglos La historiografía china coloca este período entre el 450 a.C. al 222 a. C. aproximadamente. Fue una época constante de violencia y de guerra de todos contra todos. Los tres estados surgidos de la desmembración Jin, el viejo y rico principado de Qi, y los estados de Yan, Qin y Chu constituían siete potencias estatales que, después de haber absorbido todas las unidades políticas menores, se harían una guerra implacable y sin cuartel, de la que finalmente uno de ellos, Qin, saldría victorioso y unificaría China bajo su férula en el siglo –III. Todo esto que se cuenta aquí no es precisamente un cuento chino, sino acontecimientos históricos verificables. De este tiempo de guerras, muerte y sufrimiento ha quedado constancia la imponente tumba delEmperador de Qin, conformada por ingentes cantidades de soldados de terracota,por lo menos 7.000.
Para mí, desde hace mucho, este período histórico chino es la metáfora idónea para explicar el funcionamiento de la política en general, y sobre todo, la particular que vivimos y sufrimos en nuestra sociedad: la de una guerra de todos contra todos. Y esto, queda reflejado minuciosamente en el discurso de investidura de esta mañana y en las comparecencias de esta tarde y mañana.
Cada partido político, cada ideología, se arroga a sí mismo la posesión de la VERDAD, descalificando al contrario de mentiroso, peligroso, sectario, prepotente, radical, y un sinfín de calificativos negativos. Como cada uno de ellos posee LA VERDAD, cada uno a sus ojos es plenamente objetivo y sus planteamientos son los que han de llevarse a cabo. Por eso califican a los contrarios como de ideológicos y subjetivos, por poner adjetivos que se puedan usar en horario protegido. El partido ganador hace su discurso, defiende LA VERDAD, la única VERDAD. Luego, sale el primero de los partidos perdedores y dice que esa VERDAD no es verdad sino mentira. Que la verdad que ellos dicen sí es LA VERDAD. Luego llega otro y dice que la verdad del que ganó, ni la verdad del que perdió y habló primero es la VERDAD, que ellos sí están en posesión de LA VERDAD.  Y así sucesivamente, hasta el hastío más absoluto. Lo que ocurre, realmente, es que cada uno se limita a repetir el catecismo lleno de dogmas en el que cree y que han convertido en VERDAD. Son como los lunáticos iluminados de ‘La vida de Brian’ de los Monty Phyton. Cuánta cercanía hay entre lo peor de la religión y lo peor de la política. Y se machacan unos a otros con sus VERDADES. Son incapaces de convencerse o de encontrar una VERDAD común que los unifique a todos. ¡Amigo Apel, amigo Habermas… no os van a hacer ni puñetero caso¡ Como se verá, esto es un auténtico galimatías. La VERDAD termina prostituida, o desintegrada. Es como si le preguntaran a un condenado a muerte cómo quieren que lo maten si en la horca o en la silla eléctrica.
Y ninguno se baja del burro, ninguno de ellos muestra un atisbo de humildad, y decir, por lo menos MI verdad… ¡No!, es LA VERDAD. Ninguno de ellos piensa que pueden estar equivocados, o que podrían necesitar más datos para emitir un juicio, o tener buena voluntad y que se prueben las propuestas de otros… ¡No!, es LA VERDAD la que ha de imponerse. Y tenemos un problema, claro que lo tenemos. Porque del mismo modo que existen las guerras por la religión, ya que los líderes no bajan el pistón y terminan siendo los siervos los que se pelean, se corre el riesgo de que en algún punto de este siglo XXI empiecen las guerras por la política, porque el sistema democrático de las mayorías no sean aceptadas por los que no saben perder. Y lo que empieza siendo una metáfora termine convertida en una VERDAD.
Toda ideología marca lo que considera la fiel descripción del cosmos humano y social; y desde la convicción y la creencia, todas pretenden hacerlo de un modo que quede clausurado y explicado. Hay aquí una falacia increíble, los políticos dicen que hacen la política como algo racional, cuando lo cierto es que todo esto es un inmenso cúmulo de irracionalidades, de cosas pensadas, hechas y dichas  desde las entrañas, desde la animadversión al otro que no es como tú. Toda ideología entiende que está diciendo LA VERDAD y que está defendiendo la  postura más acertada.
A esto le sumamos una pregunta que genera más tensión que respuestas claras y concluyentes: ¿cuánta diferencia hay entre el modelo ideal de cualquier ideología y la puesta en práctica del mismo? ¿Cuánto camino hay entre lo abstracto hasta lo concreto? Respondamos con lo concreto de hoy mismo, para los que apoyan al partido y la ideología de Rajoy, la diferencia es escasa y siempre se está trabajado duramente para acercar ambas orillas. Para los que no apoyan a Rajoy, la diferencia es un oscuro precipicio, difícilmente insalvable. Pero hace cuatro años, en un alarde de coherencia (modo irónico en posición ‘on’) hicieron lo contrario. Depende del lugar que te toque haces una cosa y la contraria, y todas están bien hechas. El reino de la política no tiene nada que ver con la coherencia
En esto hay algo que llama poderosamente la atención. Es seguramente una de las pocas cosas en la que todos los bandos coinciden: arrogarse a sí mismos LA VERDAD, y a los otros las mentiras, la manipulación etc. Al ser visiones en conflicto lo normal es que sus líneas entrechoquen de forma más o menos virulenta, y que los desencuentros se muestren en un amplísimo rango de posibilidades que van desde la más educada crítica constructiva al vituperio más agrio. Cada uno de los partidarios de las ideologías está plenamente convencido de la verdad de sus principios, con lo que nadie convence a nadie, las posturas suelen ser inamovibles y son escasas las ocasiones en las que puede convencerse a otro de que cambie de ideas o principios. Ninguna de las ideologías quiere abandonar sus posiciones y dogmas para encontrarse en un horizonte común que englobe varias posturas.
La vida política es auténticamente surrealista, como las películas de los Phyton o los hermanos Marx, las novelas de Kafka, cercano a la vida y milagros del Barón Munchausen o los cuadros de Escher.


16 de diciembre de 2011

Llegó el día...



... parecía una eternidad pero llegó... ahora lo peor se lo llevarán las nubes... pobrecitas...



14 de diciembre de 2011

Mírame... Diferénciate



http://diferenciate.org/


Me parece éste un buen momento, con esta estupenda iniciativa, el mostrar el primer relato corto que escribí allá por el año 98, y que nunca se lo he mostrado a nadie, seguramente por vergüenza. 

ADIOS

Son las tres, ya solo quedan siete horas para marcharme. Siete horas más y un nuevo verano habrá terminado. Salgo de la habitación donde me he cambiado estos últimos meses, y no puedo evitar mirar al espejo del pasillo, y cada día me sorprendo al descubrir a una persona diferente mirándome, con el pijama azul algo arrugado y con los bolsillos lleno de cosas: el bolígrafo, el rotulador negro de punta gorda, las tijerillas, la libretillla para anotaciones, la responsabilidad... A veces, cuando estoy en casa, me doy cuenta que no tengo conciencia de mí mismo como enfermero, cuando veo el pasillo, las puertas y sobre todo las personas que están tras ellas, todo cambia, en mi se produce una metamorfosis, la persona insegura, dubitativa, atormentada a veces, se convierte en alguien tan distinto, que a veces me asusto de que algo así pueda estar realmente ocurriendo. Dejo mi espiral, dar vueltas y vueltas sobre mí mismo, con la ropa de la calle; con el pijama ya no puedo pensar en mis miserias, en mis dudas y en mis preocupaciones, aún queriendo no me sale. En mi vida privada he construido un enorme muro que me separa del mundo y la gente que me rodea. Nadie entra en él a menos que yo quiera. No sé muy bien si será un medio de defensa o mi forma de ser. El tipo que me mira desde el espejo no es así. No hay muros. Parece como si algo me estuviera recordando que siempre hay alguien en una situación más delicada que la mía, que al fin y al cabo mis propias historias son nimias en contraste con las que he conocido aquí. La mayor parte del tiempo, no me soporto, ni me quiero, ni me acepto, parece mentira, pero es así, sin embargo, cuando trabajo me siento agusto conmigo mismo y veo las cosas con más claridad, entonces el tipo que me mira a través del espejo empieza a caerme bien. Y entonces se acaba el contrato.... ¡Qué le vamos a hacer!

Saludo a las compañeras, a las que salen y las que estarán conmigo esta tarde, como todos los días miro el cuadrante con los nombres de los pacientes y sus patologías, no hay cambios, la planta sigue estando hasta los topes.
La compañera de la mañana me da el relevo, apenas hay novedades y como casi siempre el carro de la monodosis no ha bajado de farmacia, bueno que le vamos a hacer.
Llega la hora del café. La cafetera que tienen aquí, es la cosa más rara del mundo, y me pregunto por qué nunca a nadie se le ha ocurrido la idea de hacer un estudio o algo así, de la cantidad de café que se consume en un hospital, las marcas más consumidas y demás, sería algo simpático y totalmente inútil. Eso tipo de cosas inútiles que le dan un regusto a la vida.
Entonces, con mi compañera de turno comentamos el plan para esta tarde, cuando llegue la medicación habrá que sacarla por horas y cargarla, llamar al Trauma de Guardia para que vea la placa de la tibia de la 8, que me parece a mí que no tiene buena pinta,  vigilar el posible síndrome compartimental del 15 y  ver lo que va saliendo. ¡Qué manía tenemos con esto de llamar a las personas por el número de la habitación o el hueso roto que tienen! A mi no me gusta que llamen como 'el de las gafas'... 
Yo admiro profundamente a la compañera de turno de esta tarde, este verano he aprendido mucho trabajando a su lado, especialmente a mirar a los paciente como un todo, no como un problema a solucionar, como si de una ecuación se tratase y hay que dar una serie de pasos para solucionarlos, como muchos “otros profesionales”, miran las placas, las analíticas, las heridas, pero pocas veces miran a los ojos a esas personas. Ella si lo hace y yo estoy aprendiendo a hacer lo mismo. Ella lleva muchos años trabajando, yo me pregunto si cuando lleve los años que ella lleva trabajando tendré la misma ilusión que ahora, si me seguirá cayendo bien el tipo que me mira a través del espejo. No lo sé. Por cieto, se llama Pilar, mi compañera se llama Pilar...
La tarde fluye tranquilamente, sin sobresaltos, hasta que llega la hora de la visita, entonces, entramos en la zona de los rápidos y las cataratas. Se une el calor de septiembre; y la hora de la merienda; y la mujer del 9 que viene de Despertar tras la operación de cadera y viene algo pachucha; y la enorme cantidad de visitantes de los pacientes; y la del 17 que tiene un grifo y no para de llenar bolsas de orina; y el médico que viene con prisas y quiere ver la placa; y nos llaman de abajo, para un ingreso; y más cosas. ¡Otra vez, números y patologías!... son Vicenta y su cadera y José Juan y sus diuréticos...
Llega un momento en que estas haciendo y pensando en muchas cosas a la vez, y me parece extraño que al final lleguemos a buen puerto. Es como si se abriera la veda y todas las cosa pasan al mismo tiempo.
Porque aunque haga calor la compañera auxiliar llama a la sección de los calefactores y suben a arreglar el aire acondicionado; y a Vicenta, la señora del 9, le pongo, diluido, la dosis pautada de antibioterapia y analgesia, y la pobre mujer se queda más tranquila; y la otra compañera auxiliar reparte las meriendas y cuando termina anota en la gráfica la diuresis y le cambia por enésima vez la bolsa y le recuerda también por enésima vez que esperen a estar terminada la bolsa antes de llamar al timbre; y mi compañera acompaña al trauma a ver al dueño de la tibia con mala pinta del relevo de un rato antes; ahora bien, lo de las visitas ya es harina de otro costal. Es curioso, pero, esta tarde me he dado cuenta, que repetimos las mismas cosas un montón de veces, todos los días, durante todo el verano, pero pocas veces nos hacen caso, en fin.
Menos mal que tengo paciencia suficiente, por que si no me volvería loco, y siempre me queda la cosa de que el enfermo, siempre necesita un poco más de todo, de salud y de paciencia, aunque sea un impaciente.
El ingreso me saca de mis cavilaciones. Un chaval joven, de dieciséis años, Emilio se llama esa mirada pecosilla de adolescente poco dado a hacer caso a las normas; ha tenido un accidente con su ciclomotor y tiene fractura comminuta de tibia y contusiones por todo el cuerpo. Al menos llevaba casco. Lo coloco en la habitación 5, frente al control. Después de rellenar una infinidad infinita de papeles, leer los datos y características del ingreso, me presento en la habitación, como tengo acostumbrado “invito” amablemente a la familia a abandonar la habitación. El chaval está algo nervioso, es natural, después de lo sucedido. La fractura es cerrada y el médico le ha colocado una férula transitoria, hasta que esta noche cuando el quirófano quede libre poder reducírsela quirúrgicamente. Durante unos minutos intento tranquilizar al chico, de que todo va a salir bien.
Le tomo las constantes, le hago el electro y le saco la analítica de rutina para el preoperatorio. Salgo de la habitación y le pido al padre del chico que me acompañe al control.
- Estos documentos son los consentimientos para que puedan operar a su hijo - le digo -, léalos y fírmelos si está conforme. Si no entiende algo, el Médico o el Anestesista se lo explicarán más tarde.
El padre comienza a leer los documentos y cada línea que pasa su expresión va ganando en matices. Finalmente el terror termina ganando.
- Vaya - me dice -, y una mueca, como de querer decir algo pero no encontrar las palabras necesarias, se impone en su rostro.
- No se preocupe -digo -, ya verá como todo saldrá bien. Lo digo con seguridad, con confianza y mirándole a los ojos. La verdad es que no sé lo que va a pasar, entre otras cosas porque mañana no estaré aquí para preguntarle al padre si realmente todo ha ido bien. El padre se marcha a la habitación, a seguir conviviendo con el miedo a lo desconocido y a lo incontrolable. Yo me dirijo a la habitación donde tenemos la medicación. Son casi las ocho y el tratamiento pide a gritos ser vaciado. Y en eso pongo mi empeño.
Mi compañera se encarga de repartir las pastillas y de poner la multitud de banderillas con forma de fraxiparina.
Yo me encargo de las glucemias y la insulina, también  de los antibióticos y de los analgésicos unos van diluidos y otros no; unos los diluyen en algunos servicios y otros no.
 Al final, como siempre, uno toma las decisiones según su criterio. Por ahora no me ha ido del todo mal, debe ser que lo estoy haciendo bien.
Del mismo modo que llegaron, de manera bulliciosa y hasta cierto punto escandalosa, se marchan los familiares.
Un poco después el ruido del carro con la cena se abre paso en el silencio, cuando el ruido ya es intenso, y veo la cara de la chica que mueve el carro, aparece el olor a comida, que inunda toda la sala. Durante un breve instante el austero olor clínico deja paso a las fragancias humanas de la cena. Es deliciosamente breve. Luego la realidad se impone.
El chico de la 5.2 y la señora del 9.1, están en absoluta -digo-, y la señora de la cama 3.2, sólo quiere sopa.
En otros sitios donde he trabajado, las comidas viene ya preparadas en bandejas térmicas. Aquí tenemos nosotros el control sobre las dietas. La verdad es que no tengo ninguna opinión creada al respecto. Lo que sí es cierto es que se tarda un rato en preparar y repartir todas las bandejas. Pero bueno hasta las diez no se marcha nadie.
Son casi las nueve y la tarde está llegando a su fin. Ayer dio a luz una compañera del Hospital, y como “la cosa” está más calmada, mis compañeras ha ido a visitarla, a la sala de Maternidad, que está contigua a la nuestra. Yo me siento y dedico un rato a escribir incidencias: lo del chico, lo de la orina, lo de la tibia, pasar las constantes a las gráficas, los cambios en el tratamiento, etc. De nuevo la rutina. Recuerdo que tuve una compañera en la Facultad de Enfermería, a la que le costaba la vida tener que estar sentada y escribir tantas veces los mismos datos, una y otra vez. La chica es pura vitalidad. Ahora trabaja en un Hospital de San Juan de Dios, al cuidado de ancianos, la mayoría de los cuales tienen procesos crónicos irrecuperables. Éramos muy amigos durante los años de estudios y desde que acabamos la carrera, mantenemos una correspondencia más o menos constante. Nos contamos como transcurren nuestras vidas: lo mucho que quiere a su novio, que yo sigo con mi alergia al compromiso, y cómo nos va en el trabajo. Yo le cuento lo que he aprendido de traumatología este verano y ella me cuenta las batallitas con sus ancianos. Cada vez que recibo una de sus cartas, me asombro del derroche de vitalidad y del cariño que profesa por ellos.
Una vez, durante la carrera, uno de mis profesores, dijo algo que me pareció muy acertado. El profesor no era precisamente de los que mejor me caía, sin embargo, de todas las cosas que dijo, aquel día le escuche lo único que me convenció.
Las personas enfermas están incompletas, les falta algo muy importante, les falta la salud. Nosotros aceptamos la responsabilidad de completar lo que les falta. Por encima de leyes, de deberes, de credos, por encima de multinacionales religiosas. Llegar a la persona a través de la persona. Cuando alguien llega a las condiciones de salud física y mental, como en el caso de “los viejos” de mi amiga, las necesidades son aun mayores. En mayor o menor medida, nos convertimos en sus manos, en su mirada y en sus pies. Da la sensación de que ellos viven a través de nosotros. Es una sensación rápida pero profunda, difícil de concretar. A pesar de las discusiones y de los momentos malos.
Cuando llegan mis compañeras, estoy mirando por la gran ventana del despacho. El sol empieza a caer tras la sierra. Una de mis compañeras golpea bruscamente la silla giratoria, despierta soñador -me dice.
La última hora, como siempre, transcurre rápidamente. Preparamos algunas cosas para el turno de la noche. Charlamos un rato.
¿ Cuándo volverás a trabajar? -me pregunta mi compañera.
No lo sé -respondo-, espero que para Navidades me vuelvan a dar otro contrato. Aquí acaba la conversación. Ha llegado José, el compañero de la noche, fiel a la cita. Antes de ir a cambiarme me despido de mis compañeras, hasta la próxima. Miro por última vez el pasillo, el control, me despido del chaval del 5 y de su padre y voy al vestuario a cambiarme. Estoy algo triste y no es por el Hospital, ni por otras cosas, es por mí, una especie de acto de egoísmo, echaré de menos al trabajo y la sensación que me produce.
Ha vuelto a ser un día normal y rutinario, como todos los demás turnos normales y rutinarios, no ha tenido nada de especial. Casi igual que el primer día del verano, aunque entonces estaba algo nervioso. Ahora a punto de marcharme estoy sereno y confiado. A veces pienso que no valoramos suficiente lo cotidiano, lo normal de cada día, como si hubiera que estar constantemente salvando al mundo y a la gente que en él habita. Sería fantástico que algún día comenzáramos a valorar el día a día, la importancia e incluso lo heroico de lo cotidiano.
Son las diez, y me marcho. El verano ya ha terminado. Salgo de la habitación donde me he cambiado estos últimos meses, y no puedo evitar mirar al espejo del pasillo, esta vez no me sorprendo al descubrir a la misma persona mirándome, con vaqueros y un polo de color verde, con una mochila llena de cosas: el pijama azul algo arrugado, el bolígrafo, el rotulador negro de punta gorda, las tijerillas, la libretillla para anotaciones, los recuerdos... Vuelvo a ser yo, el de siempre. El  de la espiral y el del muro.
Hasta el próximo verano - le digo al tipo del pijama azul del espejo.
 adios - me responde.

21 de noviembre de 2011

Saber perder... es fundamental en Democracia

Hay una cuestión accesoria aquí, que por el peso del tumulto se convierte en algo importante. Cada cuatro años ocurre lo mismo, es un mal que atenaza a unos y otros. A pesar de las medallas que muchos se ponen de demócratas, son muy pocos los que saben perder y menos aun los que lo hacen con dignidad y elegancia. Bueno, pensándolo mejor, si hay algo que caracterizó durante los siglos XIX y XX la vida sociopolítica española es no encajar bien las derrotas electorales. Somos un pueblo de buenas gentes pero cuya mitad anda culpando a la otra media de los problemas; dos siglos, una guerra, una dictadura y 30 años de democracia después seguimos anclados en lo mismo. Esta vez, claro está, no iba a ser diferente. Hubiera sido una auténtica sorpresa si así fuera.
Hay varias cuestiones sobre las que quisiera hacer hincapié en estos días postelectorales. Hay gente que está contenta porque ganó la opción que votó y los perdedores, claro está, claman en arameo contra los vencedores y sus votantes. En esto hay muchas semejanzas entre unos y otros, por mucho que se sientan diferentes. Hace cuatro, años cuando los que ganan hoy perdieron, sus simpatizantes se llenaron la boca de diatribas y mensajes envenenados. Hoy, los que han perdido y ganaron entonces repiten casi los mismos improperios. Unos y otros, antes y ahora, demostraron que no supieron perder. Veamos:
Opción A. Encajar en la misma frase el nombre de la ideología o el partido ganador junto a verbos o expresiones del tipo aterrar, aterrorizar, miedo, horror, peligro, involución, cataclismo, miseria, echarse a temblar, que las cosas empeoraran, que se perderá esto o lo otro, que se acabará con tal o cual cosa, etc. Esto del miedo y de vender el apocalipsis y todo tipo de catástrofes sociales, tampoco es una novedad. Personalmente pienso que en democracia y con la constitución de nuestra parte no hay que asustarse de nada ni de nadie. Es una cuestión de preferencias, y yo no hubiera preferido una mayoría absoluta, pero hay que aceptar lo que ha salido de las urnas. Creo que ahí radica la caída y pérdida de millones de votos de los perdedores de este año: la apelación voluntarista y atrabiliaria al apocalipsis. Cada vez hay más número de personas que han dejado de creer en eso, que se hartó de que alguien tratara de inocularle el miedo y que solo apelase a la pelea. Así que a los que ahora hacen eso, a los que hace cuatro lo hicieron y a los que en el futuro seguirán haciendo lo mismo, hay que pedirles que por favor dejen de tratar a la ciudadanía como menor de edad, que ese paternalismo de pose e impostura es puro esnobismo y oculta su resentimiento y mal perder. Tienen que hacerse adultos democráticamente y aceptar que lo mismo que se gana se puede perder y que el Estado tiene ya a estas alturas de civilización un empaque y una robustez imposible de alterar, eliminar o destruir.  
Opción B. Encajar en la misma frase el nombre de la ideología o el partido ganador junto a verbos o expresiones predictivas y agoreras del tipo el futuro que viene, lo que va a pasar cuando, nos espera lo peor en esto o lo otro, la que se nos viene encima, nos va a caer la mortal, nos dan el golpe de gracia, será una maldición, etc. Una vez más, estamos ante un tema muy manoseado, que es dar por supuesto que se sabe lo que el futuro nos va a deparar, claramente y sin atisbo de dudas, porque  en tal o cual sitio se hizo algo parecido y argumentos tan peregrinos como este. Es curioso, cuando menos, ver cómo florecen en estos días los pitonisos y los taumaturgos que vislumbran lo que traerá el futuro. El futuro no está escrito, nadie sabe lo que nos va a deparar. Así que a los que ahora hacen eso, a los que hace cuatro lo hicieron y a los que en el futuro seguirán haciendo lo mismo, hay que pedirles que por favor usen sus capacidades para algo constructivo y no para dejar patente su enfado. Que ese enfado no es constructivo y que hay que superarlo. Que no se engañen más ni traten de engañar a otros, su crispación se ve venir de lejos. Que usen las energías que gastan en la mala leche en cosas productivas. Si alguno de ellos hubiera tenido esa capacidad hace unos años para predecir la crisis económica en la que estamos se hubiera agradecido. Yo hubiera preferido que hubieran usado su don magnífico para prever las dificultades y no ahora que en realidad lo que no ocultan es su ira por el resultado que legítimamente arrojan las urnas.
Opción C. Encajar en la misma frase el nombre de la ideología o el partido ganador junto a expresiones y calificativos tales como estúpidos, incultos, tontos, desmemoriados, catetos, etc. Este menosprecio es otro de los clásicos postelectorales. Es un argumento ramplón, eso de llamar inculto a alguien que no vota lo mismo que tú; o la soberbia de llamar tonto o cateto a millones de personas que no piensan como tú, como si el que insulta fuera el Sursuncorda, la persona más culta y formada del orbe, poseedor único de las grandes verdades de la vida. Un insulto así, solo descalifica al que lo emplea. Además de ser indigno por menospreciar a gente que ni conoce, que no sabe nada sobre su vida y su forma de hacer las cosas. La soberbia de querer tener la razón siempre, pase lo que pase, de no reconocer los límites y las equivocaciones, la falta de humildad, de pensar que lo que tú votas es lo único bueno, llamar tontos o culpables a los millones de personas que piensan distinto y que votan distinto, es otro motivo más para que mucha gente haya querido cambiar. Unas Elecciones Generales con millones de individuos votando y expresando en libertad lo que se quiere y con la legalidad al fondo, es cualquier cosa menos cosa de estúpidos. El voto que se pone en la urna, el mío y el de todos, es un derecho constitucional que nos hace a todos iguales, es lo más igualitarios que puede haber en una democracia, tú, tu conciencia y la urna, no el clavo a una supuesta lápida. Así que a los que ahora hacen eso, a los que hace cuatro lo hicieron y a los que en el futuro seguirán haciendo lo mismo, hay que pedirles que por favor cultiven el civismo con sus conciudadanos, que todos estamos en la misma sociedad y que bien nos vendría cultivar las virtudes cívicas y dejar de ser groseros los unos con los otros.
Opción D. Encajar en la misma frase el nombre de la ideología o el partido ganador junto a expresiones que aluden a la calle, a la turbamulta, y a actitudes revolucionarias o directamente violentas. Esto no es democracia, así que sobran las palabras. Sobre este asunto no quisiera profundizar mucho, porque soy de los que tiene claro que junto al necesario respeto a la libre expresión de ideas y pensamientos, está el respeto al dictamen popular de las urnas que ha sido muy claro. Precisamente por eso se vota, por eso la democracia se distingue de la anarquía, la anomia, y los regímenes autoritarios, en que el número mayor de sufragios decide el rumbo de la sociedad y no las opiniones de las minorías o la cantidad de piedras que logres lanzar o la cantidad de burradas que puedas hacer en la calle. No creo que la calle y la turbamulta sea la forma de arreglar las cosas en democracia. La Constitución y la legislación sí que lo son. Así que a los que tienen en mente la violencia, hay que pedirles que cultiven su espíritu democrático y dejen la violencia de lado. El frentismo no es la solución a nada, es empeorar las cosas que ya, de por sí, están malas.

Hay algo detrás de los números

Siempre hay algo más detrás de los números... siempre. El ser humano es muy poco conformista con la cruda realidad y siempre quiere ir más allá de los hechos básicos de su existencia, unos por unas razones y otros por otras, pero a todos nos recoge la idea de buscar un algo que hay por detrás. Ayer fueron las Elecciones Generales, los números ya están aquí, y yo quiero hacer mis propias interpretaciones, que cada uno haga las suyas. 


Este año, a diferencia de otros muchos, los datos, no dicen muchas cosas. La primera y fundamental, que yo entiendo, es que hay ganadores y perdedores. En las noches electorales anteriores se dibujaba una especie de comedia bufa en la que todos mostraban su mejor sonrisa y el cartel de ganadores. Lo de ayer pasará a ser un recuerdo tormentoso en la biografía de más de un político. 


La situación actual no está para muchas alegrías, por lo que seguir centrándose en el pasado poco o nada de provecho arroja a la tarea que queda por delante. Esto es lo que hay, y ahora a seguir adelante. Lo mismo digo con los malos perdedores y la no aceptación de los resultados, el seguir enrocado en el miedo, el temor, el terror y el espíritu agorero de un posible apocalipsis. A mi entender, los números dicen que apelar al miedo y al horror ya no sirve. A lo mejor tanto batacazo de algunos parte de eso, de optar por el miedo. A estos, recordarles que la base de la democracia (esta que tenemos y no otra) es una cuestión cuantitativa, de número y no cualitativa. No hay forma objetiva y fuera de toda duda que diga qué opción política es mejor que otra. Por eso se vota, porque todas parten en igualdad de condiciones. Y es la mayoría la que decide las cosas. Si no se acepta este hecho básico se puede ser cualquier cosa menos demócrata: hay que ser demócrata en la victoria y también en la derrota. 

En el año 2008, el partido que ayer terminó ganando, cosechó 10.259.199 votos y ahora en 2011 han tenido 10.830.693 votos. Tras cuatro años de crisis y otras cuestiones su techo ha subido en sólo 571.494 votos. ¿Dónde está la explicación de lo que ha ocurrido si realmente la subida no ha sido, ni de lejos, tan potente, solo de un 5% respecto a las anteriores elecciones?
En el año 2008, el partido que perdió aquel año, ayer tuvo 11.259.199 votos y en 2011 ha conseguido 6.973.880. Tras cuatro años de gobierno y desgaste han perdido 4.285.319 votos. Han perdido el 39% de los votos. Esto es una hemorragia, sin paliativos ni subterfugios. Tienen que aceptarlo y dejarse de milongas y componendas. Porque no ha habido un trasvase amplio al enemigo, es que 3,7 millones de votos no se los llevaron los otros sino partidos del mismo espectro ideológico. Con lo que encima, se desactiva la pataleta posterior de llamar estúpidos o ignorantes a los que votan al otro, a los que se pasan a la acera de enfrente. Los otros han mantenido lo suyo, son estos los que han perdido al 40% de los suyos. Puede que ahí este una posible explicación además del hartazgo del miedo y del horror. En la soberbia, la prepotencia y la chulería del que piensa que siempre tiene razón y que lo suyo es lo mejor y la única opción buena; y que sale a relucir en estos momentos de derrota, como respuesta a los propios errores, en vez de mirarse al espejo y reconocer los fallos y aprender de ellos. España no ha girado hacia el ala conservadora, esta cura de humildad significa que ha terminado harta y exhausta de talante, mentiras y fuegos artificiales, de crispación, de separación y frentismo constante.

Para terminar, la democracia es un sistema de gobierno cuya principal característica técnica, a mi entender, es la perfectibilidad, o sea, que puede perfeccionarse, que tiene siempre margen de mejora y perfeccionamiento; que una vez visto los fallos puede cambiarse porque está abierta a esas mejoras. Uno de esos fallos queda aclarado en números: IU consiguió ayer 1.680.810 votos y 11 escaños, y UPyD consiguió 1.140.242 votos y 5 escaños. Otros partidos consiguieron menos votos y más escaños. Por ejemplo, CIU 1.014.263 (16), Amaiur 333.628 (7). Lo de este último es especialmente sangrante por lo que representan, con 806.614 votos menos que el partido de Rosa Díez tienen 2 escaños más. E IU que tiene 666.547 votos más que CIU tienen 5 escaños menos. Esto tiene una explicación y una interpretación, lo primero es el conjunto de circunscripciones y el sistema D'hont (ver aquí y aquí) y lo segundo es que en España no somos iguales y que eso de 'una persona, un voto' es una falacia. Si la democracia quiere mejorar y ser más demócrata una de las cuestiones que tiene que perfeccionar es esta y pergeñar una Ley Electoral acorde a los tiempos que corren donde, sobre todo, se respete la escrupulosidad del 'un hombre, un voto', porque si no somos iguales votando, lo nuclear en la democracia, no podemos ser iguales en otras cosas. 

5 de noviembre de 2011

CONTROL DE DAÑOS

Ayer comenzó la Campaña Electoral, ya queda menos para el 20N. Si el tiempo normal y ordinario en la política actual es feo de narices, y no paramos de escuchar toda suerte de estupideces, el tiempo especial de las campañas electorales es absolutamente kafkiano, donde raro es el día en el que no nos damos de bruces con una barbaridad más grande que la anterior. El Sr. Durán que era, aparentemente, uno de los políticos más serenos y mejor valorados lleva un mes diciendo toda clase de gilipolleces, sin cortarse un pelo.

Este año todo apunta a que el partido que hasta ahora ocupa la Oposición ganará los comicios por goleada; y el partido que ahora gobierna perderá una buena parte de lo conseguido durante años. Las encuestas de los medios de comunicación apuntan a este escenario, incluso las encuestas del CIS, que son cocinadas según la voluntad del patrón, también le dan el triunfo a los opositores. Pero no sólo eso, el runrún de la calle viene calentito, hay mucho cabreado e indignado de verdad. Ya no hablo más de la crisis y de la inoperancia del Gobierno porque ya es un tema muy manido, que cada cuál piense lo que quiera. Los datos directos, sin trampa ni cartón se pueden mirar aquí:

http://estaticos.elmundo.es/documentos/2011/11/4/preelectoralcis.pdf



Esta diferencia tan tremenda hace que se exacerbe o se sobredimensione más todavía una de las miserias de la política actual: el apelar a la irracionalidad, al miedo, a las fobias, a las entrañas, a lo peor de la emotividad humana y que desde allí, desde ese oscuro lugar, se tome la decisión del voto. La política hoy en día tiene muy poco de pedagógica y mucho de manipulación y los medios de comunicación la enfatizan. Pero sobre esto no haré más comentarios. Los partidos políticos son unos irresponsables por estirar tanto y tanto las cosas buscando siempre la confrontación en la calle, pero cada cual es libre de votar desde donde quiera, desde las razones o desde las emociones, desde el sentido común o desde las tripas, desde la utopía del futuro mejor o desde el odio por el pasado no asumido; o no ir a votar, que también tiene hoy día argumentos a favor que sopesar.

A lo que me refiero con el título del post, Control de Daños (Damage Control), es a lo que estará ocurriendo en Ferraz en estas horas previas al macro mitin de Sevilla con la flor y nata del partido, en un intento voluntarioso de mitigar la hemorragia. Este concepto es un término que se utiliza en la Marina para controlar las situaciones de emergencia que ponen al barco en peligro de hundimiento. También se utiliza en política para tratar de minimizar los daños ante una situación comprometida y catastrófica. Hay que salvar los muebles, por lo menos la mecedora de madera que es un regalo de la abuela y tiene un gran valor sentimental. Los estrategas saben que la situación está muy fea y que incluso, en algunas encuestas, es apocalíptica en su contra. La cuestión está, ya no en ganar, sino que tras la derrota no termine el partido al borde del colapso o fragmentado en Reinos de Taifas. Por eso, el modelo de campaña electoral escogido por estos ajedrecistas es el de no perder ni uno sólo de los fieles, ni uno solo. Si el voto indeciso está más perdido que nunca que por lo menos los que son fieles llueva, nieve o ventee, sí que vayan a apoyarles el domingo. Por eso deciden el ‘back to back’ y sacar a la vieja guardia y despertar a los viejos fantasmas. Yo creo que lo conseguirán y que al final la diferencia no va a ser tan gorda

23 de octubre de 2011

El estado de ánimo

La emociones personales son propiedad y responsabilidad de cada cual. Si uno, en libertad, decide que la emoción íntima que quiere tener ante este hecho es la de alegría y felicidad, pues adelante. Yo, personalmente, opto por la prudencia. Y lo hago así porque ese comunicado calla más de lo que dice y manipula mediante las palabras, y esta es una de las señas de identidad de la banda armada: manipular el lenguaje a su antojo; como el hecho de llamar conflicto a algo que se llama crimen y barbarie. Ante cuestiones como esa yo personalmente no puedo estar feliz ni contento. Y sí escéptico y prudente, en espera, en 'stand by', a ver que viene detrás de este movimiento. Como decían los pirrónicos hace unos cuantos siglos, suspendo mi juicio hasta tener más elementos de juicio; esta es mi personal y particular epojé.
Ahora bien, y a hora vamos con lo grave del asunto, no se puede equiparar lo que siente una persona-ciudadan@ normal y corriente, a la actuación del político o del gobernante. Estos últimos tiene responsabilidades. Estos tienen que ceñirse estrictamente a la legalidad, al cumplimiento de la misma y sobre todo, que se haga cumplir la ley, ese es el punto exacto donde tienen que estar. Y ese comunicado no es, en absoluto, una terminación de nada. Son un mero cúmulo de palabras dentro de un papel sin ninguna validez, detrás de ellas no hay ningún hecho práctico diferente al de hace tres días o tres meses o tres años. Ese papel no demuestra nada objetivamente, a lo sumo, son un puñado de intenciones. Y claro, ¿hasta que punto podemos fiarnos de las intenciones de unos bárbaros homicidas? Yo no me fío, por ejemplo, y no voy a criticar a aquel que libre y personalmente si se fíe y esté contento con ello; pero los políticos no tiene que estar andando con confianzas teniendo como tienen el ordenamiento jurídico que tenemos donde dice claramente lo que es delito y lo que no. Los políticos y gobernantes tienen que ceñirse a eso; las emociones y los pareceres son para los ciudadanos de a pie. Los políticos, los gobernantes, en el estricto cumplimiento de sus cargos para los que son elegidos, no tiene que sentir ningún tipo de emoción, tiene que ajustarse a los hechos de la realidad, actuando en consecuencia;  y una carta y un comunicado es muy poco, poquísimo entiendo yo, si además no hay acciones definitorias y definitivas que reafirmen lo que está escrito.
Los delincuentes, los criminales siguen ahí, los crímenes y las muertes siguen ahí, las armas y las bombas siguen ahí, la violencia soterrada sigue ahí, la financiación sigue ahí, los terroristas siguen ahí, en las instituciones manejando la información y el dinero público. Ahí sigue casi todo, nada ha cambiado; y todo esto no lo borra un comunicado de un plumazo. Lo único que parece haber cambiado es el estado de ánimo de algunos.
Este país funciona con las entrañas y con las tripas, con las emociones siempre a flor de piel, a golpe de ocurrencia, a golpe de cojones y vergüenza torera, donde el sentido común muchos días anda perdido y es el menos común de los sentidos. Los políticos saben de este dato sociológico y no paran de explotarlo, nada más que hay que ver cómo se dirigen las campañas electorales en nuestro país, que son auténticas montañas rusas tratando de sacar lo más emotivo de la gente para que ésta acuda a votar no desde la inteligencia y el raciocinio sino desde la boca del estómago. Los políticos no hacen pedagogía hacen manipulación. Y esa es una verdad y una técnica que está al alcance de cualquiera, terroristas incluidos, que son malvados pero no tontos. Un comunicado como ese apela a la emotividad de una sociedad, la vasca, que está harta de enterrar muertos, que está harta de los chivatos de los informadores, que está harta de tantas cosas que cualquier soplo de aire fresco lo interpretará como un vendaval. Y no hay viento, solo hay el mismo hedor insoportable de siempre pero en una caja con un lazo simpático. Y ahora,los políticos, acostumbrados a manipular las conciencias de la gente ni saben, ni pueden (y algunos ni quieren porque de ahí sacan una cantera de votos) explicarle a la gente que están siendo manipulados, que su ánimo y sensibilidad está siendo trastocada.

21 de octubre de 2011

La pata por debajo de la puerta

Comenzaré por el principio... ¡NO ME CREO NADA!
La cosa va hoy de cuentos infantiles... y de lobos... Los cuentos populares y las fábulas recogen en sus palabras una sabiduría popular antigua, heredera de la mitosimbología antigua y arcana, que por desgracia es despreciada alegremente. Pero las verdades que cuentan están ahí... para el que quiera verlas e introducirlas en su vida sin miedo y sin prejuicios.
¡Qué viene el lobo, qué viene el lobo! Desde hace algún tiempo, desde muchos sitios se apuntaba a lo que ha ocurrido hoy... ¡Qué viene el comunicado, qué viene el comunicado!... Pues sí... llegó... llegó el comunicado de los lobos asesinos, criminales y bastardos, con su retórica lobuna tan característica llena de dardos envenenados. Se puede ver a la legua las marcas que dejan sus dentelladas hediondas: cese definitivo de su actividad armada, dicen los muy mastuerzos. 
Pero este es un cuento, o más bien una pesadilla, de la que los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado junto con la Justicia se tendrían que encargar de arreglar. Sin prisa pero sin pausa. Aunque por suerte no soy jurista, creo que hay razones legales, y objetivas, de sobra para  poner a los lobos en su sitio. Lo que da miedo, y es espeluznante es el otro cuento que viene a continuación...
¡Los siete cabritillos!... Mama cabra se va al curro. Es una afortunada, por no engrosar la lista de millones de parados de este país. La cabra trabaja de limpiadora en una clínica odontológica por las mañanas y por la tarde limpia portales o lo que salga. Un puñado de hambrientos cabritillos le esperan en el hogar. Mama cabra está harta de decirle a los cabritillos que la puerta de la casa no se abra para nada. Solo a los abuelos cabra que viene de vez en cuando a echarles un ojo. Pero bueno, en los tiempos que corren, los cabritillos de hoy son un poquito cabroncillos (pero un poquito solo !eh¡... no se crean, no me pongo apocalíptico). De vez en cuando, la casa de los cabra es merodeada por un lobo (este sí que es un cabrón, cabrón). El lobuno rufián utiliza todo tipo de tretas para que los cabritillos le abran la puerta. Pero los chiquitos, bien aleccionados por Mama cabra, no pican. Pero hete aquí que el lobo, en un golpe de astucia lobuna y cabruna, se pinta las pata de blanco cabra para enseñárselas por debajo de la puerta a los críos, a ver si pican y abren para que él pueda entrar y profanar sus vidas. 
Ya sabemos como acaba la fábula... el lobo cabrón terminó muerto, bebiendo agua en el río con la barriga llena de piedras. Pero en la vida real, tenemos 585 muertos, en la desfachatez del lobuno comunicado no han hecho referencia alguna a las víctimas, sino un homenaje a sus compañer@s caídos, no han dicho el lugar dónde la policía puede encontrar su arsenal, y dónde pueden ir a detenerlos y que pasen a disposición judicial, pero sí encontramos términos como liberación, solución del conflicto o reconocimiento. Y al final, ahí esta la treta cabrona y rufianesca, plenamente lobuna y criminal, hablan de dos cosas de la que no tienen ni pajolera idea, paz y libertad. Se han pintado las patas de blanco y la muestran por debajo de la puerta. Pero ahí está el lobo, ahí sigue el lobo y su sed de sangre, sus homicidas y criminales ansias, su irrefrenable violencia.
Espero y deseo que ningún iluminado político de este país le abra la puerta al lobo. Espero que los políticos estén, ya no a la altura de las circunstancias... que no lo están, sino que los políticos estén de parte de la ley, que dejen que la justicia haga su trabajo y que no pululen como babosas mesiánicas en busca de un golpe de mano. Espero que el lobo cabrón, deje tranquilo a los cabritillos, salga de los ayuntamientos y terminen en la cárcel. Entonces sí habrá paz, libertad, los cabritillos vivirán algo más tranquilos y 585 almas descansarán en paz.  

7 de octubre de 2011

Punto de partida o punto de llegada

Desde el punto de vista genético-histórico la cristalización progresiva de las ideologías es mucho más temprana que la irrupción de los partidos políticos y los liderazgos. La ideología ha sido siempre, y será, un concepto baboso y resbaladizo: para algunos es un marco teórico imprescindible y para otros es una forma sutil de manipulación y adoctrinamiento. Hay largos elencos bibliográficos a favor de ambas posturas. Al final estamos ante un momento de voluntad y de libre preferencia: elegir entre una de ambas opciones.
La ideología en sus primeras etapas era una serie de abstracciones y pensamientos en las cabezas y los libros de algunas personas, generalmente filósofos y sociólogos. Para que pudieran salir de ese mundo interior hacia el mundo de la realidad comenzaron crearse los partidos políticos y los sindicatos. Había que bajar a tierra firme todos aquellos planteamientos. Por eso, junto a toda ideología ha de haber una pragmática o praxis, entendida por ahora como puesta en marcha práctica de lo que se piensa. Por eso en todos los partidos políticos serios encontramos a ideólogos, hoy en día se llaman think tank, y políticos de acción.
Generalmente, se han dividido a los partidos políticos por sus ideologías, de izquierda o progreso, de derecha o conservadores, de centro o liberales. Actualmente, se han de dividir a los partidos políticos según su pragmática, por su modo de operar y no por el modo de pensar. Así tenemos que separar entre los que entienden la ideología como un punto de partida y los que la entienden como un punto de llegada.  Hubo un tiempo en que esta clasificación por la ideología era realista. De un tiempo a esta parte son muchos los teóricos que están revisando a fondo estas categorías clasificatorias.  Me explico...
Todo esto tiene que ver con la forma de vida de los políticos, ya que estos no son entidades abstractas, sino personas de carne y hueso incardinadas en contextos socio-culturales e históricos concretos. El mundo ha cambiado mucho, pero la clase política aún más. En la época en la que los partidos políticos y los políticos todavía eran parte activa de las sociedades en las que vivían, sí que podía hacerse esta distinción. Pondré un ejemplo arquetípico: un político de izquierdas era un trabajador de fábrica por ejemplo que defendía esa determinada ideología militando en su partido o sindicato; lo mismo se podía decir de otras personas que defendían a la ideología liberal o conservadora. La política era una parte más de su vida, no era TODA su vida. 
Pero eso ya no es así, en los tiempos en los que estamos. En primer lugar, los políticos se han profesionalizado. Ser político es una profesión como otra cualquiera, es más, para muchos es una vocación temprana similar a la vida religiosa o monacal, o una carrera, dedicando toda una vida al partido, sin tener relación alguna con ningún otro campo laboral o civil. En segundo lugar, la otrora jerarquía piramidal e infranqueable de clases sociales se ha desvirtuado casi por completo, aunque haya mucho que sigan dando pábulo a determinados análisis rancios y apolillados que sirven de consumo interno y para que se mantenga un nivel de beligerancia poco productivo hoy en día. Gracias al Estado de Bienestar, la pirámide se ha metamorfoseado en una serie de subconjuntos dentro del gran conjunto social de la clase media homogénea e informe. Uno de esos subconjuntos es el de la casta política, que por el mero hecho de dedicarse a la vida política pública y activa se ha visto recompensada con una remuneración y un nivel de vida, social y económica, de alta gama. Así que, con independencia de su militancia ideológica, y la filiación a un partido, por el mero hecho de ser político profesional y pertenecer al algún tipo de institución y/o corporación pública, ya tiene derecho a una serie de derechos elitistas que no están al alcance de la gran clase media de donde, generalmente, fueron saliendo. Solo hay que mirar la reciente publicación de los patrimonios de los políticos profesionales del Congreso y del Senado.
En un marco como éste tiene pleno sentido una protesta como la que sigue a continuación, aunque a título personal, matizaría la cosa de otro modo y por eso escribo en un blog mis matizaciones y no me dedico al noble arte del pancartismo.
Pero lo que está claro es que ya no hay relación ni representatividad entre los políticos profesionales y la ciudadanía. Antes sí porque los políticos salían de entre la ciudadanía. Estamos ante una de las razones del fracaso de las ideologías y los partidos políticos, y por ende, de la Política. En estos tiempos de grave crisis, nadie está a la altura de las circunstancias, y de poder ser parte de la solución se han convertido en parte del problema, ya que mantener a la casta política en su alto nivel de vida le cuesta a la res pública muchos millones de euros.
Pero más allá de estas cuestiones de la percepción popular y la indignación, yo quiero subir algunos peldaños más y centrar mi reflexión en la distinción basada en la pragmática política. Porque aquí también se explica el fracaso de los políticos, en su propia cuestión técnica, la política es un fracaso total en estos tiempos que corren. Los políticos profesionales son muy malos profesionales, no saben hacer bien la profesión a la que dedican su vida y por la que reciben una fantástica remuneración. Y si cualquier profesional se ve enfrentado tanto a críticas como a acciones judiciales cuando no ejerce bien su profesión, los políticos también tendrían que pasar por esa crítica y esas acciones penales. Como lo segundo no ocurre debido a su blindaje, qué menos que ser sinceros y decirles claramente en lo que fallan como profesionales de la política. 
Como digo, si la ideología no logra hacerse realidad no sirve para nada, es una pieza de museo, bonita pero inservible. La cuestión estriba aquí en cómo se manejan prácticamente esos ideales y esos punto de vista. Hay dos formas de ver la cuestión. Realmente hay tres como veremos a continuación. Están los que toman los ideales como punto de llegada, como si tuvieran entre manos una especie de catecismo cuasidivino que hay que llevar a la práctica sí o sí, cueste lo que cueste, rompiendo lo que haya que romper. Y los que toman los ideales como puntos de partida a partir de los cuales todo puede ser cambiado-modificado-negociado sin  límite.  Ambas posturas extremas son igualmente imposibles, una por dogmática y otra por utilitarista (aquí si utilizaríamos el término pragmatismo como algo peyorativo, y no descriptivo como en la vez anterior). 
Hay ejemplo de la política real y actual en nuestro país que explican esto que digo. El actual Presidente del Gobierno y su equipo ministerial durante dos largas legislaturas se han dedicado a la política en la que la ideología era el punto de llegada. Ellos tenían su hoja de ruta marcada y han seguido hacia adelante velis novis, para el beneplácito de los que lo apoyan y para rabia de los que no. Esa cuestión no me interesa tanto como la cuestión de que cuando las cosas pintaban bastos no han tenido la suficiente cintura política como para hacer las mismas cosas de siempre de otro modo más efectivo. Y el toro los han corneado gravemente a ellos, y a todos los demás. Para la posteridad queda una larga lista de reformas de reformas de reformas, hechas con la boca pequeña, como si algo o alguien los estuvieran ultrajando para que las realizaran. Anteponer la ideología ciega al Bien Común es de una gravedad mayúscula. Pero la ridiculez y el esperpento son casi tan nefastos. Y ahora, ayer mismo, se le da carta blanca a los Estados Unidos para que utilicen la base de Rota para que monten allí su tinglado militar, cuando llevan una década defendiendo una serie de principios ideológicos contrarios que eran supuestamente irrenunciables, eso unido a aquel desplante a la bandera en aquel desfile. Este es un primer ejemplo de pragmatismo canallesco, de usar la ideología como punto de partida que queda abandonada a las primeras de cambio. En 1974 la periodista Charlotte Chandler le hizo una entrevista a Groucho Marx en la que dejó para la posteridad una de las frases más brillantes de la política y los políticos: Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros.
Pero no solamente estos de ahora han fracasado. Los que estuvieron antes también tienen una larga lista de fracasos terribles. La foto de las Azores explicita como ningún otro documento el perfil de la política como pragmatismo más absoluto, donde no solo se pierden los ideales sino la propia humanidad, al apoyar una guerra sin ningún fundamento racional, más que el infantil presupuesto de pertenecer al bando de los vencedores, de los que escriben los libros de historia, a ver si por suerte caen las migajas de la gran olla. Por desgracia aquí hay basura en todos los cajones. Y no es mejor solución ponerse a medir el tamaño de la pollas, o sea, quién es más culpable si los unos o los otros.
Una política buena, perfectible, y sobre todo, preferible, tendría que moverse entre ambos extremismos. Y esta es la tercera de las formas, la que un buen político profesional tendría que ejercer. Estaríamos hablando de un perfil político que recupere algunas de las esencias antiguas, especialmente la cercanía a la gente y sus necesidades, y las mezcle con otras más actuales. Pero el asunto del perfil rebasa mis pretensiones actuales. Solo una última cuestión, que es la de la sabiduría práctica, la phronesis de mi querido Aristóteles: la racionalidad responsable, y en virtud de ella saber utilizar los medios adecuados para determinados fines. Y ahí radica el problema: los políticos han dado la espalda a la ética. Lo importante no es ni la ideología, ni la utilidad, ni la izquierda ni la derecha, lo importante es el Bien Común y tener cintura suficiente como para, sin dejar de hacer lo correcto, ni traicionar  los ideales ni dejarse llevar por las atrocidades pragmáticas, hacer en cada momento lo que corresponde. Es la antiquísima regla del término medio, tan denostada por muchos por eso mismo: por ser solamente antigua. La política tiene un trabajo ingente, no sólo sacar adelante a un país dentro de la crisis, sino la de ser capaces de crear espacios intermedios y sin extremismos. 




30 de septiembre de 2011

Un pared y enfrente otra pared

Se acercan las elecciones del 20N, ya se han disuelto las Cámaras, estamos en pre-campaña electoral, con todo lo malo que eso conlleva. Si a un político, hoy en día, es difícil escucharle una verdad, en campaña electoral es ya algo imposible. Se apodera de todos ellos un estado catártico, de sublimación física, de cambio de estado químico ¡tremendo! Pero claro, esta circunstancia no es de una sola cara; para que ese político sea así, tiene que haber una cruz: la ciudadanía y sus carencias críticas y educativo-culturales. La crisis económica sigue rugiendo poderosa y los partidos políticos y sus líderes se van a dedicar a destrozarse durante dos largos meses en vez de arreglar de verdad las cosas. ¿Es que no está claro que tenemos lo que merecemos? En fin, voy al grano con lo quiero decir hoy.

Las falacias, mentiras, manipulaciones y medias-verdades con la que los políticos trabajan en su día a día de dialéctica política, al final, recaen sobre la ciudadanía como un enorme cubo de basura fétida y hedionda. Lo que para ellos es su modus vivendi normal, su cotidianidad, para nosotros los ciudadanos son sacudidas de agitación y escándalo que provocan todo tipo de emociones negativas. Los políticos rara vez apelan a la cordura, al sentido común y la razón de los ciudadanos, solo quieren tocar la fibra sensible del Cromagnon que llevamos dentro. Sólo por eso tendrían que estar todos de patitas en la calle, porque se convierten en parte del problema y no en la solución. Y eso es otra cosa negativa más que hay que apuntar en el debe de la clase política española: el no serenar sino de disparatar más las cosas. Entre ellos se ponen a parir, a caer de un burro, pero luego son amiguetes de cuchipanda. Se critican por las ideologías y luego resulta que son todos unos burgueses bien pagados y llenos de privilegios. Pero la irresponsabilidad es que mandan a una pelea de perros diaria a todas las personas de calles de pueblos y ciudades. 
Llevamos semanas con un bombardeo tremendo acerca del Estado de Bienestar, sobre si unos son los mesías que lo fundaron y los otros los malditos diablos que van a dinamitarlos. O que si los angelitos que lo defienden no son tan buenos y los otros quieren renovarlo. Mucho bla,bla,bla y nadie coge el toro por los cuernos. El problema está en que ninguno de los grandes partidos, sus ideólogos y sus líderes quiere una solución verdadera,lo que quieren es ganar. Me explico...
Cada una de las ideologías que existen, de aquí hasta Alaska, han creado toda una mitología y una narración basada en 3 núcleos concéntricos que tienen que ver con el hombre, la sociedad y el gobierno. ¿Qué es el hombre? ¿Cómo es la sociedad? y ¿Cómo se gobierna al hombre en esa sociedad? La respuesta y desarrollo de esas tres grandes preguntas es la carne que conforma cada ideología. Y como hay varias respuestas a esas preguntas hay varias ideologías, y como hay muchos tipos de personas, éstas se agrupan en torno a esas ideologías en los distintos grupos o partidos políticos. Cada ideología, cada partido, se cree en posesión de la verdad y que su definiciones son la verdad más absoluta e irrebatible, y las medidas que toman como emanan de esas verdades son las correctas. Por eso cuando uno ve cómo dos políticos hablan en las tribunas y mítines o cómo los opinólogos discuten en las tertulias, parecen un diálogo de besugos o un diálogo entre dos paredes. Hablan mucho pero son incapaces de convencerse los unos a los otros, lo que les importa de verdad, no es la verdad, ni la coherencia, ni el sentido común, ni el buen funcionamiento de las cosas, sino de ganar de imponerse en el mayor número de espectadores o de votantes que están viendo semejante espectáculo.
Yo soy un defensor de las construcciones de mitologías y arquetipos de todo tipo, bien sean númino-religiosas, simbólico-culturales y también las político-ideológicas. No hay un problema en ese tipo de narración tan nuestra, que nos define como seres humanos. Y que además, haya pluralidad y multiculturalidad en esas construcciones. La cuestión es que en tiempos tan poco bonancibles hay que salir del boquete que crees que es la verdad y encontrarte con el otro, que también ha salido de su boquete, para tratar de solucionar la situación, que es tan rotunda que no hay ideología ni partido que pueda acallar su tronar. En tiempos poco catastróficos uno puede permitirse el lujo de responder ideológicamente a un argumento ideológico, es una chorrada tremenda pero así son los  políticos, es su quehacer diario. Uno dice que esto es así porque en su catecismo político dice que tiene que ser así, y el otro le contesta que no, porque en su catecismo político dice que tiene que ser que no. Y se quedan tan panchos... ¡tócate los...! No confrontan con la realidad, ni con el día a día, ni con la gente de la calle, manipulan como les viene en gana lo datos objetivables de los técnicos, etc. Pero cuando lo que está en juego no es la medida de sus inteligencias ni sus capacidades, sino la vida de tantas personas, tendrían que esforzarse mucho más, y dejar de usar los prejuicios de siempre, los argumentos manoseados durante décadas, las ideas simplonas como si la gente fuera tonta, lela, estúpida o las tres cosas. Tienen que dejar de ser parciales y sectarios y hacer que esto funcione buscando el bien común y no los réditos electorales. Para eso se les eligió y se les votó. Cuando el río vuelva a su cauce, que ellos también vuelvan con sus diatribas, a sus imposturas, a sus escenificaciones tragicómicas, al histrionismo de cine mudo, etc. 
La última vez que ocurrió algo así fue después de la tragedia de la 2º Guerra Mundial y el mundo político y social aceptó por bueno el keynesianismo que dio como fruto el Estado de Bienestar que ahora está exhausto. Es hora de buscar un punto en común, por pequeño que sea, y si Arquímedes tiene razón mover al mundo empujando todos sobre el mismo.