23 de junio de 2011

Tipos de gente

   De entre las muchas clasificaciones y/o tipologías que podemos hacer de nosotros mismos, las personas, hay una que me parece de importancia fundamental. Las personas que ante los problemas y conflictos de la vida se dedican a perseguir culpables y las que se centran en buscar soluciones. La vida sin sobresaltos, problemas y conflictos es inconcebible, nadie vive en una balsa de aceite, en una existencia plácida y sin que las mareas azoten en un modo u otro su navegar existencial.
   La cuestión es qué haces con esas cosas que se plantan delante de tu camino. ¿Qué proyecto vital escogen las personas ante estas situaciones? Son dos preguntas que hay que responder: ¿Quién es el culpable de esto? o ¿cómo arreglo y soluciono este problema? Así, surge un proyecto cerrado y lineal marcado por la culpa y los culpables, siempre tratando de ajustar cuentas, acumulando todas y cada una de las afrentas recibidas, anotándolas a fuego en la lista particular de enemigos sin perdón. O un proyecto abierto y que mira hacia adelante, centrado en aprender de los aciertos y errores, que busca la mejor manera de solucionar los problemas y de sobre todo, no volver a caer en ellos. 
   Y esto ocurre en muchos ámbitos, pero tiene especial trascendencia en los más importantes: en el ámbito personal, emocional y afectivo, con tu familia, hijos y pareja. También el ámbito laboral y del trabajo
   Una de las razones, creo, de porqué nos va como nos va, es que los primeros son mayoría respecto a los segundos. Hay cosas que deberían enseñarse en las escuelas y esta es una ellas. 
Trabajar con la vida y con la muerte, también con la salud y la enfermedad es mucho más fácil que jugar a decidir sobre la verdad y la mentira de las cosas o sobre lo bueno y lo malo de las personas. En el primer caso, y no digo más, la línea que los separa es tan claro y evidente, que sólo hay que actuar pensando en lo que te enseñaron para hacer las cosas bien hechas. En lo otro, todos son vueltas y requiebros atestados de dimes y diretes. 

22 de junio de 2011

¿Cómo voy a hablar de política si ya dejó de ser pensamiento y acción, argumentos y crítica, confrontación y diálogo, que es lo que yo estudio y trato de comprender? 
Primero se convirtió en un zoco donde se mercadea con todo tipo de mercachifles y abalorios. De un tiempo a esta parte se ha convertido en ruido estruendoso provocado por tambores, pandereteiras y cacerolas en constante convulsión paroxística. Y tras lo de hoy, la cosa se parece más a un hospicio para locos, un nosocomio para zumbados, ese tenebroso manicomio para gente que ya no tiene remedio y que tanto salen en las pelis de terror.
Y yo les juro que no tengo ni idea de comercio, ni de música étnica, y mucho menos de psiquiatría, por eso dejo de escribir, porque no voy a opinar de cuestiones que desconozco y de las que no tengo la más remota idea. Cuando las cosas vuelvan por sus fueros, volveremos; mientras a seguir estudiando, y escribiendo de mis cosillas y mentecateces varias.

21 de junio de 2011

Terramar

Acabo de leer 'Historias de Terramar', una recopilación de cinco cuentos de Ursula K. Le Guin. Sencillamente memorable. ¡Qué bonito es hacer las cosas bien hechas! Me maravillo con las mentes prodigiosas de algunas dragonas. Tehanu, Ged, Tenar, Lebannen, Kalessin, Irian, todos ellos ... para siempre, lo tengo muy claro. Algún día nos veremos en el equilibrio, en el Tao, rodeados de naturaleza, mares y vientos.


1 de junio de 2011

Constantes, indignados, y pepinos (que están muy buenos... por cierto)

   Desde que el mundo es mundo y el hombre es hombre, existen una serie de constantes que se repiten de manera inmisericorde. Sobre una de ellas dedicaré mis reflexiones.
   El pez grande se come al pez chico. El fuerte le pega al débil. Los grandes abusan de los pequeños. Esto es tan así, que cuando ocurre al contrario, hacen hasta películas: David contra Goliat. Es algo tan puntual y extraño que hay que guardarlo en la memoria colectiva de los chicos, de los pequeños, los débiles. Para que todos estos no pierdan su autoestima y les quede un rayo de esperanza de que algún día ellos puedan convertirse en otro David y poder partirle la cara a su particular Goliat.
   Los tiempos modernos, a partir de la época industrial, para que nos hagamos una idea, trajo una nueva reconstrucción de esta dicotomía. La idea era que todos los David del mundo pudieran unirse para hacer frente a los distintos Goliat. Pensaban que la suma de muchas piedras pequeñas terminaría por convertirse en una gran roca que pudiera chocar con garantías contras las grandes montañas poderosas. Esta idea caló honda en las cabecitas turbulentas de unos cuantos y terminó cuajando una serie de ideologías, 'los ismos', de movimientos culturales, artísticos y de vanguardia, bla, bla, bla...Ahí están los libros de historia que lo explican muy bien. 
   A pesar de todo, el pez grande se come al pez chico. El fuerte le pega al débil. Los grandes abusan de los pequeños. Incluso alguno de esos 'ismos' se terminó convirtiendo en pez grande y abusón. Pero lo que sí digo aquí es que el fracaso de este tipo de gregarismo borreguil, de estas masificaciones, tendría que ser una buena enseñanza para el futuro. En fin, los pequeños se lamentan por las tropelías que los grandes cometen en su contra. Hoy en día, en este mundo tan chupiguay y globalizado en el que vivimos, se nos dice que tenemos a las Instituciones de justicia para que resuelvan esta cuítas. Pero todos los pequeños sabemos de qué va todo esto, que bien parece que es un caramelito que los abusones les dieron en su día a los pequeños. ¿Qué nos queda? Clamar a una miríada de dioses ociosos. Algunos otros terminan pagando su frustración con otros pequeños más pequeños.  Tenemos períodos históricos puntuales en el que los pequeños se volvieron muy violentos y terminaron siendo aplastados por los grandes. Otros muchos elucubran mundo paralelos, ideales e utópicos, donde se subvierte el orden: los pequeños son grandes y los grandes pequeños. Es una especie de reescritura de la historia, de ajustar cuentas en lápiz y papel, para poder ganar todas esas batallas que se perdieron en la realidad. Hay una larga lista de soluciones teóricas a este grave problema humano. Las carcajadas de los grandes son tremendas.
   Las gentes, de todas las partes del mundo y de la historia, están muy indignadas con los peces grandes. La historia de los pequeños está jalonada de importantes épocas de protesta, de pequeños arañazos sobre la cota de malla de los grandotes. Aun sí, después de tanto cabreo, indignación y protesta, el pez grande se sigue comiendo al pez chico; el fuerte le sigue pegando al débil; y, los grandes siguen abusando de los pequeños. En todas esas épocas se sigue apelando a la justicia y a la igualdad. Los pequeños interpelamos a los grandes, pero el fondo lo tratamos como si sólo fuera un bruto peleón muy cercano a la animalidad. Los pequeños en nuestro afán de supervivencia nos autootorgamos el papel de agentes activos y racionales, a los que ilumina la justicia; los fuertes son una especie de sujeto pasivo que no piensa ni razona, sólo acumula poder y dinero. Los grandotes nos tienen que hacer caso por narices, porque nuestros argumentos lógicos son impecables, nuestros discursos sobre la igualdad y la justicia son epatantes, nuestros modales pacíficos son incuestionables. Como la justicia está de nuestro lado (aplausos), pensamos que por nuestra cara bonita los grandes nos van dejar solucionar los problemas de la realidad sin mover un dedo.
   Habría que ir teniendo claras una serie de cuestiones antes de seguir. Los grandes, fuertes y abusones no son un mero sujeto pasivo embrutecido por el uso y abuso prolongado de la fuerza. Hay que estudiar la historia de sus movimientos estratégicos y terminar por encontrar su 'talón de Aquiles'. A toda acción de los pequeños llegará una reacción de los grandes; esto no se va a acabar nunca. Al ciclo que se acaba le sucede otro. Hay que aprender de los errores y no empecinarse en cometerlos una y otra vez. Si lo único que tienes para esgrimir contra el grandote es un puñado de papeles escritos con ideales maravillosos, hay que tener en cuenta que un porrazo del garrote duele un montón, más aún si te pega en toda la cara.