29 de julio de 2011

Y el momento que todos esperaban llegó

Efectivamente, ya están convocadas las Elecciones Generales, para Noviembre. Y como aquí no se da puntada sin hilo y para demostrar una vez más que la política actual se mueve en parámetros puramente estratégicos, maximización de la utilidad, control de las fuentes de información y manipulación de los estados de ánimo de las poblaciones, será el 20 de noviembre, conmemoración de la muerte de Franco. Esto es una muestra clara de cómo va a ser la campaña electoral. Unos propondrán el catastrofismo económico, los otros propondrán el miedo al pasado para atraer el mayor número de votos a sus filas. Nos esperan casi 4 meses de guerra abierta. Todos quieren ganar y harán lo que sea para conseguirlo, pero su irresponsabilidad será tremenda, porque esas estrategias que usarán, como si fuera armamento pesado, lo más devastador posible, tienen una cruz, que es la descomposición por enfrentamiento del tejido humano de nuestra sociedad. El enfrentamiento que ambos grupos mantienen y que se ve claramente en las cadenas de TV y radio, en los programas de tertulia, no se queda en el ámbito de ese elitismo mediático, sino que lo trasciende y se inocula en el día a día de la gente, en sus trabajos y cocinas. Y mucha gente será abducida por esta marejada de frentismo y formará parte de ambos ejércitos en busca de la aniquilación del contrario. Y esto es un de las grandes lacras de la política actual. Ha desaparecido la parte pedagógica y de formación intelectual y práctica de los ciudadanos y se ha convertido en generador de odios y fobias de consecuencias inesperadas.

28 de julio de 2011

Miscelanea turbulenta de pensares

- Actos de infantilismo, pataletas pueriles, espectáculos circenses, vacuas performances histriónicas, repetición de eslóganes sin más carne que llevarse a la boca, gestas caballerescas, llenas del romanticismo más pusilánime y manido, de ese que estamos hartos de ver en el cine maniqueo de buenos y malos. ¿Qué es lo que se está cociendo, a fuego lento, detrás de toda esta parafernalia? ¿A quien pertenece la garra que mueve esta cuna? ¿Para cuando dará la cara?

- La estrategia de 'Tierra Quemada' es uno de los actos más viles, ruines y mezquinos que puedan realizar los políticos. Te retrata, te define, hasta un punto cuasi milimétrico. ¡Cuánto irresponsable anda suelto...!

- En la Judicatura de nuestro país hay ya un hedor insoportable. Tienen allí en medio el cadáver putrefacto de la señora ciega  ya sin balanza ni nada. Y son tan poco caballerosos, que en su indignidad, no son capaces ni de enterrarla como se merece. 

20 de julio de 2011

El talante y el carácter.

Tal y como explica el maestro Aranguren en su libro Ética (Alianza Editorial), hemos de distinguir en el comportamiento ético del ser humano un doble nivel estructural. El filósofo español distingue en su caracterización etimológica de la ética entre el êthos y la hexis. La hexis, como talante, modo de vivir anímico, temperamento o constitución, es el sentido previo y natural del êthos. Pero este no se agota en aquel, ni puede darse una igualación de facto entre ambos. El  êthos es mucho más profundo que el anterior y tiene que ver con el modo de ser del individuo, de situarse en la vida, de pensarse a sí mismo y al mundo que le rodea; es el carácter del hombre forjado a través de su vida por los actos, por toda la carga de las experiencias vividas, por sus decisiones y también por los pensamientos. Para el gran público, talante y carácter, pueden parecer sinónimas y significar lo mismo, pero para los que vivimos de esto, las palabras encierran mucho significado y muchos niveles de profundidad. Y es labor nuestra desbrozar todas esas complejidades.
Desde el punto de vista filosófico es un error no delimitar claramente ambos niveles cuando se reflexiona sobre el sujeto moral y su actuación en las relaciones humanas. Este punto, que es tan importante en el modus vivendi filosófico, es ensuciado constantemente por el mundo de la política. Aquí, en el que las cuestiones ideológicas y sectarias pueden hacer que el hombre más inteligente y cabal se convierta en un auténtico bastardo iletrado y un sanguinario sicario, se juega procazmente con ambos niveles, sin respetar sus contenidos. Como casi en todo, aquí hay una historia que contar.
Y todo comenzó, más o menos, allá por la Ilustración (aunque ya se conocían rastros en el Renacimiento) con el talante liberal, como aquella actitud mental de una persona civilizada y tolerante, de ‘mente abierta’, defensor acérrimo de la libertad, luchador enérgico contra todo aquello que signifique prohibir y clausurar, que se siente y ejerce como sujeto racional, libre de todo prejuicio, incluso defensor de causas en las que los derechos de las minorías se ven menoscabados. Frente a la imposición, es partidario del diálogo y de la negociación como modo de resolver conflictos. Defensor de la autosuficiencia del individuo frente a la Iglesia o al Estado paternalista. Defensor del esfuerzo y la superación personal a partir del trabajo, que no quiere estar subsidiado por nada ni por nadie para no deber nada a nadie que no sea él mismo y su esfuerzo. Es un arquetipo de sujeto muy típico que comenzamos a ver masivamente en Francia e Inglaterra de los siglos XV y XVI (de ahí partió a los Estados Unidos). Fue una respuesta a siglos de talante conservador, de gentes recias, adustas, secas, poco amigo de lo novedoso, que se ceñía al guión que otros le habían metido en la cabeza, que hacía lo que otros le decían y que dependían de las migajas que caía del clero y  la nobleza, en el que la religión y su sofocante dominio tocaban casi todas las teclas de la conducta humana. Ese prohombre está en contra de todo tipo de autoritarismo, que se opone con firmeza a aquellas prácticas que descalifican a determinados grupos sociales como postergados. Estaban el médico, el pequeño terrateniente, el literato y el comediógrafo, el científico e inventor, el comerciante y el asegurador, etc. eran individuos que con frecuencia presentaban este perfil y este talante. Cultivaron esa imagen de sujetos magnánimos que preferirían el diálogo racional a la imposición abstrusa o al extremismo ideológico. Pero claro, esto no quedó aquí. Eso que comenzó siendo algo superficial, con el paso del tiempo, terminó siendo una forma de ser y estar situado en el mundo, terminó fraguando en un ethos, también una forma de pensar las relaciones del mundo del hombre. Así nació la primera de las ideologías, lo que hoy se conoce como liberalismo. Siglos después ocurrió algo parecido con la hexis igualitaria que desembocó en lo que hoy conocemos como la gran familia de los ismos sociales. A partir de aquí comienza lo problemático, el camino pantanoso y empedrado.
Cuando hablamos de política, sería muy importante distinguir la hexis del ethos, el talante del carácter, el temperamento personal del conjunto de creencias o credo político, y no andar mezclando unas cosas con otras según convenga. Ese el problemas de los políticos y sus estrategas, que según conveniencia y para hacer daño al contrario mezclan las cosas y buscan siempre la manera de arrimar el ascua a su sardina y demostrar lo maravillosos que son unos y lo malvados que son los contrarios. Así nos tratan como si fuéramos estúpidos y no pudiéramos distinguir, más allá de este maniqueísmo, las complejidades de la vida y del ser humano. Un ejemplo muy claro lo tenemos cuando desde un partido político hacen llamamientos a tener cuidado con el diablo que se acerca en las filas del contrario.
Todos los políticos del espectro partidista actual son personas, individuos, de carne y hueso, y que como tal están sujetos a las idas y venidas del deseo, la voluntad, los traumas no resueltos de su infancia, los gustos y apetitos y un largo, larguísimo, etcétera. No son distintos a la gran masa popular a la que representan, es más, los políticos salen de esta masa informe que todos formamos. Lo que ocurre es que toda vez que han salido se señalan como una casta de privilegiados que han olvidado el lugar de donde partió. Por eso, habría que hacer un acto de profunda reflexión ante la casta política tan deplorable que tenemos. ¿Cómo podemos tener unos políticos distintos a lo que somos nosotros como grupo social? Es imposible. Mirémonos delante del espejo. Si ellos son tan malos es porque nosotros como sociedad tampoco es que seamos muy buenos que digamos. Aquí hay mucho que reflexionar, habría que mirar hacia dentro, ser valientes y afrontar con entereza que la imagen que arroja de nosotros ese imaginario espejo no es muy buena que digamos. Tendríamos que indignarnos con nosotros mismos y nuestra pasividad, nuestra inoperancia como sociedad, nuestra falta de sacrificio y esfuerzo por ser cada vez mejores y no depender siempre de que ‘Papa Estado’ venga a limpiarnos las caquitas cada dos por tres. Pero no quiero desviarme de mi tema.
Cada uno de esos políticos tiene una hexis, un talente, un temperamento, que no es ideológico ni sectario, que no pertenece a su partido político. Es unipersonal y lleno de elementos que podíamos calificar de positivos y negativos. Sobre este nivel básico van montado el carácter, el ethos. Y una parte importante de ese ethos, de esa forma de ser y estar en el mundo es la decisión de apostar por una determinada ideología, o una determinada religión o una peculiar escuela de pensamiento, etc. Unos se deciden por unas y otros por otra. Y la defienden con lo mejor y lo peor de su hexis  humana. Aquí ya encontramos rasgos lo suficientemente comunes como para que se agrupen muchos individuos en torno a unas determinados valores, no sólo en política, también en la religión por ejemplo. El problema surge en el debate político tan oscuro y lleno de detritus por el que pasamos actualmente. Y todo porque no reconocen noción alguna de justicia. La política es el terreno actual de la injustica más atroz. ‘Para todos lo mismo’ o ‘todos nos medimos por el mismo rasero’ o ‘todos iguales’ son una serie de ideas que no tienen cabida en la política actual. Porque cada uno parte de la base de que su ideología-partido es lo mejor que existe y que al contrario sólo hay que destruirlo, con lo que sea. Tan ocupados como están de mantenerse en el poder y de hacer daño al contrario mezclan a su antojo lo uno con lo otro. Y claro, al confundir a voluntad y sabiendas lo uno con lo otro estás manipulando la realidad y mintiendo a todo el mundo.
Es muy típico de determinados políticos ponerse medallas por su talante, como si fuera digno de mérito o fuera el único que tuviera esa peculiaridad. Es muy típico de muchos políticos llevar al engaño al dar gato por liebre y confundir la una con la otra. La cuestión está en mostrar que los mejores elementos de la hexis de cada uno es el auténtico ethos, que a partir de aquí pasa a ser una especie de pedigrí magnífico que convierte al sujeto en cuestión en un individuo casi mesiánico. Mientras, toman los peores elementos de la hexis del contrario para convertirlo en un auténtico monstruo, más cercano a la animalidad o al salvajismo retrógrado. Y esto es, sencillamente, manipulación. Si fuéramos una sociedad diferente, y de nosotros salieran unos políticos diferentes, éstos no tratarían de manipular a todo el mundo a su antojo y serían honestos y justos con el contrario político, y no tratarían de meterle el miedo en el cuerpo a la gente. Y sabrían perfectamente dónde termina el talante personal de cada cual y comienza la ideología de cada político. Se tratarían con respeto entre ellos y no nos tratarían a la ciudadanía como estúpidos. Pero claro eso es otra forma de vida, en otro mundo, en otro tiempo quizás.

11 de julio de 2011

La oportunidad que se perdió

 "Lloras como mujer lo que no supiste defender como hombre",  dicen que cierta vez le dijo una madre a su hijo. Esta frase, explica como ninguna otra que las oportunidades no son infinitas, sino acotadas a un tiempo y un espacio determinado. Y que ni antes, ni después de ese momento hay nada que hacer. Sólo el lamento. Y ese lamento del que no hizo nada cuando tuvo la oportunidad de hacerlo es el que reprueba esta dura frase.
Como bien sabemos todos, la vida no trae manual de instrucciones. Pero sí que tenemos determinadas líneas de referencia por las que movernos y tomar decisiones. Hay una que es especialmente importante: la fidelidad a los principios que uno mismo se otorgó y a los límites que marcan determinados ordenamientos. La vida es un constante empujar hacia la acción, hacia la toma decisiones constantemente. Y los aciertos y lo errores van marcando el camino de nuestro existir. Pero claro, si por determinados motivos haces lo que no debes, vas en contra de tus principios fundacionales, te embarcas en gestas que no te competen, y encima, eliges mal a tus compañeros de viaje, o estás constantemente cambiando tu rumbo, dando palos de ciego, y siempre más preocupado de hacer daño al enemigo que construir tu propio camino; es normal que luego se tuerza tu destino y te mande a donde te corresponde. 
Y si todas esas decisiones no las haces bajo coacción sino con toda la lucidez y voluntad, entonces, tienes que hacerte responsable de todo lo que te ocurra. Lo bueno, y sobre todo lo malo. Y si lo pierdes todo y tus huesos terminan ante las puertas del Averno, no tienes más que aguantarte. Pero maldita sea, no llores maldito, no llores. Que bien sabías que actuando de otro modo, que haciendo las cosas como debías de hacerlas, no estarías donde estás. Tuviste la oportunidad de hacer las cosas como marcan tus propios principios. Tuviste la oportunidad, en el espacio y el momento justo e idóneo de demostrarles a todos que eras un hombre de principios y fuerte en tus convicciones. Pero no, no lo hiciste, dejaste pasar la oportunidad. Y ahora lloras y te lamentas como un maldito mediocre. O culpas a los otros de tus desgracias, cuando sabes perfectamente que no hay nadie más culpable que tú mismo y tus miserias, tu falta de valor y tu mezquindad. Decidiste ser pequeño y mendaz. Mereces cada uno de los tormentos por los que estás pasando y pasarás.
Sólo te queda aprender de verdad de tus errores. Y sobre todo, oye el consejo de los que te decimos: la reconciliación y la búsqueda de aquello que nos une y nos enlaza es mucho más fructífera que la constante y eterna ansia de enfrentamiento y de ajustar cuentas. Acaba con el odio que te corroe las entrañas, cierra de una vez los libros de historia que inyectas tus ojos en sangre. Deja el garrote en el suelo y construye tu futuro con los ladrillos de aquellos que siempre han estado contigo y que de verdad representan lo mejor de tu pasado. Este es el momento y el lugar adecuados para tomar esa decisión. Sabes lo que tienes que hacer, sabes qué es lo correcto. Si vuelves a equivocarte a sabiendas, volverás a tirarlo todo por la borda y volverás a llorar como un maldito perdedor. Está en tu mano.