30 de septiembre de 2011

Un pared y enfrente otra pared

Se acercan las elecciones del 20N, ya se han disuelto las Cámaras, estamos en pre-campaña electoral, con todo lo malo que eso conlleva. Si a un político, hoy en día, es difícil escucharle una verdad, en campaña electoral es ya algo imposible. Se apodera de todos ellos un estado catártico, de sublimación física, de cambio de estado químico ¡tremendo! Pero claro, esta circunstancia no es de una sola cara; para que ese político sea así, tiene que haber una cruz: la ciudadanía y sus carencias críticas y educativo-culturales. La crisis económica sigue rugiendo poderosa y los partidos políticos y sus líderes se van a dedicar a destrozarse durante dos largos meses en vez de arreglar de verdad las cosas. ¿Es que no está claro que tenemos lo que merecemos? En fin, voy al grano con lo quiero decir hoy.

Las falacias, mentiras, manipulaciones y medias-verdades con la que los políticos trabajan en su día a día de dialéctica política, al final, recaen sobre la ciudadanía como un enorme cubo de basura fétida y hedionda. Lo que para ellos es su modus vivendi normal, su cotidianidad, para nosotros los ciudadanos son sacudidas de agitación y escándalo que provocan todo tipo de emociones negativas. Los políticos rara vez apelan a la cordura, al sentido común y la razón de los ciudadanos, solo quieren tocar la fibra sensible del Cromagnon que llevamos dentro. Sólo por eso tendrían que estar todos de patitas en la calle, porque se convierten en parte del problema y no en la solución. Y eso es otra cosa negativa más que hay que apuntar en el debe de la clase política española: el no serenar sino de disparatar más las cosas. Entre ellos se ponen a parir, a caer de un burro, pero luego son amiguetes de cuchipanda. Se critican por las ideologías y luego resulta que son todos unos burgueses bien pagados y llenos de privilegios. Pero la irresponsabilidad es que mandan a una pelea de perros diaria a todas las personas de calles de pueblos y ciudades. 
Llevamos semanas con un bombardeo tremendo acerca del Estado de Bienestar, sobre si unos son los mesías que lo fundaron y los otros los malditos diablos que van a dinamitarlos. O que si los angelitos que lo defienden no son tan buenos y los otros quieren renovarlo. Mucho bla,bla,bla y nadie coge el toro por los cuernos. El problema está en que ninguno de los grandes partidos, sus ideólogos y sus líderes quiere una solución verdadera,lo que quieren es ganar. Me explico...
Cada una de las ideologías que existen, de aquí hasta Alaska, han creado toda una mitología y una narración basada en 3 núcleos concéntricos que tienen que ver con el hombre, la sociedad y el gobierno. ¿Qué es el hombre? ¿Cómo es la sociedad? y ¿Cómo se gobierna al hombre en esa sociedad? La respuesta y desarrollo de esas tres grandes preguntas es la carne que conforma cada ideología. Y como hay varias respuestas a esas preguntas hay varias ideologías, y como hay muchos tipos de personas, éstas se agrupan en torno a esas ideologías en los distintos grupos o partidos políticos. Cada ideología, cada partido, se cree en posesión de la verdad y que su definiciones son la verdad más absoluta e irrebatible, y las medidas que toman como emanan de esas verdades son las correctas. Por eso cuando uno ve cómo dos políticos hablan en las tribunas y mítines o cómo los opinólogos discuten en las tertulias, parecen un diálogo de besugos o un diálogo entre dos paredes. Hablan mucho pero son incapaces de convencerse los unos a los otros, lo que les importa de verdad, no es la verdad, ni la coherencia, ni el sentido común, ni el buen funcionamiento de las cosas, sino de ganar de imponerse en el mayor número de espectadores o de votantes que están viendo semejante espectáculo.
Yo soy un defensor de las construcciones de mitologías y arquetipos de todo tipo, bien sean númino-religiosas, simbólico-culturales y también las político-ideológicas. No hay un problema en ese tipo de narración tan nuestra, que nos define como seres humanos. Y que además, haya pluralidad y multiculturalidad en esas construcciones. La cuestión es que en tiempos tan poco bonancibles hay que salir del boquete que crees que es la verdad y encontrarte con el otro, que también ha salido de su boquete, para tratar de solucionar la situación, que es tan rotunda que no hay ideología ni partido que pueda acallar su tronar. En tiempos poco catastróficos uno puede permitirse el lujo de responder ideológicamente a un argumento ideológico, es una chorrada tremenda pero así son los  políticos, es su quehacer diario. Uno dice que esto es así porque en su catecismo político dice que tiene que ser así, y el otro le contesta que no, porque en su catecismo político dice que tiene que ser que no. Y se quedan tan panchos... ¡tócate los...! No confrontan con la realidad, ni con el día a día, ni con la gente de la calle, manipulan como les viene en gana lo datos objetivables de los técnicos, etc. Pero cuando lo que está en juego no es la medida de sus inteligencias ni sus capacidades, sino la vida de tantas personas, tendrían que esforzarse mucho más, y dejar de usar los prejuicios de siempre, los argumentos manoseados durante décadas, las ideas simplonas como si la gente fuera tonta, lela, estúpida o las tres cosas. Tienen que dejar de ser parciales y sectarios y hacer que esto funcione buscando el bien común y no los réditos electorales. Para eso se les eligió y se les votó. Cuando el río vuelva a su cauce, que ellos también vuelvan con sus diatribas, a sus imposturas, a sus escenificaciones tragicómicas, al histrionismo de cine mudo, etc. 
La última vez que ocurrió algo así fue después de la tragedia de la 2º Guerra Mundial y el mundo político y social aceptó por bueno el keynesianismo que dio como fruto el Estado de Bienestar que ahora está exhausto. Es hora de buscar un punto en común, por pequeño que sea, y si Arquímedes tiene razón mover al mundo empujando todos sobre el mismo.


19 de septiembre de 2011

El Pórtico y la Rueca

  En medio de un descampado descomunal había un Pórtico de piedra antigua desgastado por el paso del tiempo. Estaba allí  en medio, como arrojado al azar, en medio de ninguna parte, o quizás en el meollo de todo lo que existe, quién sabe. Hay cosas en esta vida que están ahí y nadie sabe bien el cómo y el porqué. En la parte de arriba, grabada sobre la roca podía leerse Moira. Delante del mismo se disponía una cola de personas que silenciosas aguardaban su turno para ponerse delante de la rueca. Junto al pilar izquierdo del Pórtico, una mujer de venerables canas tejía en silencio con una rueca.
A pesar del gentío solo era audible el traqueteo regular y armonioso del pedaleo de la anciana. El páramo que admiraba semejante procesión humana arrojaba a la vista de aquel que quisiera girar su mirada un espectáculo sin par de colorido floral. Todos los colores que la paleta de la naturaleza pudiera alguna vez siquiera mostrarnos, estaba allí presente. La cosa era que toda aquella compañía de personas andaba lentamente y cabizbajos, como muy preocupados por algo, tanto, que ni siquiera levantaban la vista para ver lo que había alrededor. Realmente parecía una procesión de islas independientes, alejadas unas de otras por mares profundos.
La abuela que movía la rueca, sin embargo, no tenía la cabeza gacha, ni la expresión cejijunta por la preocupación o el miedo, como todos los que se presentaban ante ella. Su rostro plagado de arrugas profundas parecía más un mapa lleno de ríos y montañas, tan bien trazados que nadie podría perderse al seguir sus pasos. Y la mirada, que penetraba como un estilete a todo el que la miraba, era de una oscuridad tenue, de esa clase que no da miedo sino curiosidad. Ese impulso que te hace que te preguntes que habrá ahí detrás, escondido, ocultado por la suave negrura.
Cada uno de los individuos que llegaban hasta el tramo final de su viaje y se enfrentaba a las profundidades de los ojos de la anciana caían, de repente, como en un despertar. Y la lucidez se apoderaba de ellos. La serenidad aparecía en sus gestos. Algunos sonreían. Otros miraban anonadados el majestuoso entorno por donde habían deambulado. Otros derramaban lágrimas de felicidad, mientras atravesaban el Pórtico en un pequeño pero deslumbrante destello de luz. Muy de vez en cuando, la hilandera se dirigía hacia alguno de aquellos viajeros para hablarles. Y su voz, debía impactar en lo más profundo de aquellas trémulas ánimas hasta el punto de devolverles la fuerza que habían perdido.
Durante eones el Pórtico, la hilandera y su rueca han estado allí, como allí han estado también el paisaje colorido de la Naturaleza viva, y el incesante tráfago de personas que, una detrás de otra, se dirigen a la eternidad, al Aídion que espera paciente tras el Pórtico. Pero hoy, estamos aquí para contar una pequeña historia, una más de las muchas historias que cada día se suceden en aquel lugar sin tiempo, en aquel tiempo sin espacio.
El hombre llevaba caminando un buen rato, un buen trecho en el que miraba al suelo y sólo veía los dos profundos surcos por los que movía sus pies. Eran como dos rieles en los que estaba encajado. Pero aquello no le preocupaba. Era otra cosa, era otra idea más vaga e imprecisa que rondaba por su cabeza pero que no era capaz de materializar en imágenes, o sonidos. Y andaba y andaba y se esforzaba por sacar del fondo de su pensamiento aquello que le afligía y que a cada paso entristecía más y más su corazón.
La cola se extendía por delante y por detrás. Ensimismado como estaba en sus cuitas, no oía el traqueteo de la máquina de hilar, ni el imponente monumento de piedra al que se acercaba, ni las flores y arbustos que sí lo miraban a él, y a todos los demás. Tampoco se percataba de las otras personas que recorrían el mismo sendero clavados a los mismos surcos. A fuerza de recordar, de exprimirse el alma, le venían a la cabeza algunas breves imágenes, cortos trozos de vida que no lograba recomponer.
Pero hete aquí que llegó su turno. Que acabó el sendero y los surcos excavados por las pisadas. Subió lentamente un par de pequeños y breves escalones. Y allí en el suelo, había escrito un oráculo: ‘si quieres saber sólo tienes que levantar la mirada’. ¡Vaya! Así sin más… Y cómo sabe este suelo que vengo dándole vueltas a la cabeza, pensó nuestro hombre. Tendré que levantar la cabeza, musitó en voz baja… Y lo hizo…
Una especie de pedrada golpeó por el adentro del pensamiento de nuestro hombre, y lo que antes era oscuridad empezó a convertirse en luminosidad. Lo que antes era un tartamudeo de pensamientos inconexos comenzó a convertirse en una enorme cadena de vivencias y sentimientos que poco a poco iba llenando su mente y su corazón. Y entonces, en el regocijo que sentía por aquella turbulencia mental miró a los ojos que le estaban mirando. Y la vio, la contempló… claramente, sin atisbo alguno de error, equivocación o locura… era el rostro de su madre, que pacientemente esperaba que se fijara en ella.
Y entró por aquella profunda oscuridad tenue de su mirar, y no se perdió, sino que se encontró a sí mismo recordando con facilidad pasmosa todo aquello que antes trataba de recordar mientras caminaba. Y miró a su alrededor y sí que vio los mil colores que se extendían más allá de lo que su vista le dejaba ver. Y recordó de pronto lo que disfrutarían por allí correteando su perros, corriendo en libertad tras alguna que otra presurosa mariposa. Y volvió a deleitarse con aquel amado y añorado rostro para volver a perderse en su mirar. Perderse para encontrarse, una vez más. Reencontrarse con el amor de su vida, con el ángel que cuidó de él hasta el final de sus días. Un estallido de emociones y vivencias que le recordaron que los buenos momentos no se pierden, que el amor verdadero no te abandona nunca, y que te siguen, incluso a la eternidad. Recordó, a continuación, dos rostros infantiles. Dos soles que comenzaron a irradiar luz y calor a su corazón mientras giraban. Una sonrisa rotunda marcó su rostro. No había otra forma de saludar el recuerdo de sus hijas amadas, que la más sincera de las sonrisas. Un gesto tan sencillo como ese encierra kilates de orgullo, amor y felicidad. Incluso, pudo ver, más bien atisbar, un pequeño resplandor que pululaba alrededor de una de ellas. Todo aquello llenó de gozo su corazón. Recordando todo aquello olvidó lo que le preocupaba. ‘Has hecho muy bien todo aquello que te correspondió hacer, hijo mío’… le dijo la anciana de la rueca.
Y hubo más recuerdos aquel día. Rostros de hombres y mujeres, hermanos y hermanas, sobrinos y sobrinas, personas con las que había compartido los momentos de su vida. A las que entregó lo mejor de sí mismo y de los que recibió lo mismo que entregó. No hay dudas, no hay ni siquiera un pequeño resquicio para la indeterminación. Aquel hombre era, es y será siempre, y por siempre, una persona amada y querida por los suyos, por su gente. Que su presencia nunca caerá en el olvido, que aunque la vida siga su curso por los vericuetos ruidosos del día a día, siempre habrá un momento de pausa para que un recuerdo se acuerde de él.
Cuando las dudas se convierten en seguridades. Cuando el temor se transmuta en paz. Cuando el sufrimiento da paso al sosiego. Quietud… sólo hay quietud. Cuando el solemne momento del porvenir se hace claro y nítido y se acerca nuestro destino, asumimos con serenidad lo que nos corresponde. Lo que hicimos mientras vivimos deja un surco profundo en la eternidad que nos espera, dicen los sabios de distintos lugares. La bondad y el buen vivir, a pesar del sufrimiento final, no son cuestiones menores; al contrario, es eso lo que deja auténtica marca en el éter cósmico que nos acoge a todos. Tiene que ser lo bueno y lo mejor lo que quede en nuestra memoria, y no el sufrimiento sufrido que fue vano e insensible, que no supo ver en el corazón de un buen hombre. El amor que diste, el sentimiento que dejaste tras de ti sobre los que te rodearon marcan la diferencia, y dejan un hondo poso. Porque son muchas las personas que lloraron tu pérdida, y muchos lo que te echaran de menos, muchos lo que añorarán tus consejos y tu fin ironía. Demasiados, quizás, los que sentirán un vacío que no se puede llenar. Cuando todo eso ocurre, cuando tantos añoran a uno sólo es porque ese uno sólo fue un persona remarcable que merece, sin duda, su puesto en la eternidad.
La anciana toma de nuevo su asiento ante la Rueca, junto al Pórtico, en medio de aquel paraíso colorido. Ya no hay nada que le preocupe. Ni existe un pequeño atisbo de lo que le entristecía. Otro rostro familiar se acerca a su lado. Es un niña pequeña con coletas y cara de no haber roto un plato en su vida que lo toma de la mano. Estamos juntos como siempre hermano. Vamos…

PD: Dedicado a mi tío, Bombero y mejor persona... cuida de todos nosotros allá donde estés...

15 de septiembre de 2011

El mundo moderno extiende cheques que nuestra vida no puede pagar. 
He tomado esta frase de la película 'La Chaqueta Metálica' de Kubrick, para cambiarla al pairo de algo que me ha ocurrido muy recientemente. 

11 de septiembre de 2011

11/09/2011

Mi homenaje a New York, capital del mundo, diez años después de la tragedia.

1931

Tributo

Skyline

Apaga la música de ahí al lado... vas a escuchar a Sinatra...

9 de septiembre de 2011

Theoria

   Si me hubieran dado un euro en cada ocasión que alguien me preguntaba ¿para qué sirve estudiar Filosofía?... ahora tendría amasado un buen capital para darme un caprichito... jejejeje...
   Y es que claro, todos los que me lo preguntaron, no los critico por supuesto, creo que entienden la vida como un lugar en el que hay que hacer cosas, un sitio donde sólo hay lugar para las actividades prácticas y materiales, que luego pueden ser valorizadas concretamente, especialmente por la monetización. En el propio verbo que usan para preguntar ya va implícito su juicio, dicen 'servir' como entendiendo que es algo poco provechoso. Y claro, una cosa como la Filosofía no entra mucho en esos parámetros.
   Yo creo que es uno de los signos característicos de nuestro tiempo, donde la técnica y lo instrumental, por una lado, ha apartado a la última esquina a las humanidades y a las cuestiones menos tangibles, y por otro, el vertiginoso ritmo en el que vivimos hace que el ritmo lento y pausado del pensamiento crítico sea algo insoportable o difícil de entender. No está de moda estudiar algo que no te va a reportar una buena suma de dinero, o un puesto de trabajo prestigioso.
   Este asunto viene de lejos, no es nuevo. Los griegos lo llamaban Theoria. En la Modernidad, una teoría es un conjunto de leyes que explican determinados fenómenos. Nada que ver con los pensaban los griegos del 500 a. C. En quel tiempo hacer teoría era una cosa que estaba bien visto y era útil para la sociedad. Para aquellos hombres era la contemplación autoconsciente, gratuita y no instrumentalizada, ni subordinable a otras instancias de lo eterno, de la Physis y del Kosmos. [Que conste que lo que entendían los griegos por eternidad, naturaleza y cosmos dista mucho de lo que se entiende hoy en día] Actualmente se dice hacer las cosas 'por amor al arte'. No hay un motivo ni de utilidad ni de instrumentalización para pensar sobre la realidad, el ser humano, la eternidad, etc... Se hace por la belleza profunda que hay en todas las cosas, por el valor interno no monetizable de todo lo que nos rodea. Yo estudié filosofía por todo eso. Pero entiendo que es difícil de entender hoy en día, máxime si rige la norma del 'tanto tienes tanto vales'. 
   En aquel tiempo lo bello era una categoría importante, lo kallistón dicho en griego homérico. Aquellos hombres pensaban que lo que estaba hecho y engendrado por la mano del hombre, lo manufacturado, lo que era útil y servía para vivir, que salía de la virtud Techné (de ahí viene lo técnico) tenía una belleza menor o secundaria. Lo verdaderamente kallistón, para los griegos, era lo que surgía por su propio impulso ya ordenado y proporcionado, la espontaneidad autolegislada, del kosmos y la physis, lo que se autoengendra y está en su máxima plenitud sí que es lo más bello. Los escultores y los arquitectos de aquel tiempo, por ejemplo, trataban de emular aquella primigenia belleza en sus obras con la proporción áurea. Euclides, matemático griego, fue el primero que definió este número.
   Y el filósofo era el encargado de contemplar todo lo kallistón que hay en el kosmos, y con eso llegaron a ser figuras de importancia y prestigio en aquellos días. Entre otras cosas porque en aquellos tiempos lo contemplativo era una acción fundamental en las poleis (plural de polis), contemplar era un verbo que denotaba acción y esfuerzo, sacrificio y compromiso, porque de sus contemplaciones y pensamientos salían cosas de gran utilidad en la vida diaria de los ciudadanos. Hoy en día, se ha generado una contraposición entre lo contemplativo y lo activo, lo contemplativo ha sido reducido a lo inútil, lo especulativo ha sido tergiversado a lo inexacto y contemplar lo bello es para los psiquiatras el 'síndrome de Stendhal'.
   Hay una larga historia que lleva desde la concepción favorable de la contemplación en la Antigüedad clásica hasta la concepción negativa de nuestros días, en donde se haya convertida en algo pasivo, propio de flojos, vagos o de gente con mucho tiempo libre. Hay un magnífico libro de una mujer, una filósofa alemana de mitad del s. XX, llama Hanna Arendt que se llama 'La condición humana' donde explica todo esto y más.

7 de septiembre de 2011

Y yo que te di la vida vengo ahora a quitártela

Estamos en la posguerra. La II Guerra Mundial tiene devastada a Europa por completo. Son muchas cosas las que hay que reconstruir, no sólo los edificios y las fábricas. El trabajo es arduo y prolijo. No sólo había que reconstruir físicamente a las naciones, además se tenía que reconstruir lo abstracto, lo intangible, lo que habita en las mentes y los corazones de las personas, como por ejemplo el ánimo y la moral de las personas, también devolver la esperanza de un futuro mejor lejos de las masacres, que cicatrizaran las devastadoras heridas del nazismo, etc. También había que reconstruir las ideas y cómo estas trazan la organización de las personas en la comunidad, o sea, la política. En la posguerra también se reconstruyen las ideologías, los partidos políticos y la política.

       Esa reconstrucción se hizo pensando en los destrozos que causó la guerra con lo que cierta cortesía y educación entre las dos grandes líneas de pensamiento nunca faltó. Algunos expertos llamaron a ese tiempo el fin de las ideologías, había tanto que hacer que no había tiempo que perder en estúpidas luchas sobre ideas, bastante conflicto habían tenido ya como para volver a discutir por sandeces. Y se pusieron manos a la obra.
       De aquel tiempo, y gracias especialmente a la socialdemocracia, surgió un grupo de ideas y acciones que buscaban lo mejor para el mayor número de personas. Es lo que hoy conocemos como 'Estado del Bienestar'. El núcleo de la cuestión era muy sencillo y se ajustaba con lo que aquel tiempo-espacio requería. El Estado asume la responsabilidad de procurar la asistencia económica (prestaciones sociales) a la sociedad, prestando una atención especial a determinados grupos desfavorecidos bien por su edad, bien por motivos de salud o bien por estar desempleados (subsidios por desempleo). El Estado reconoce como derechos determinados servicios sociales como son la educación, la sanidad, las pensiones, el acceso a la vivienda, el pleno empleo, etc. Aquel sistema funcionó y 3 décadas después la Europa devastada ya estaba reconstruida y siendo importante en el mundo. En algunos lugares como los países nórdicos la cosa resultó incluso excepcional. Y la Alemania que fue reducida a escombros ya era una máquina de nuevo.
       Uno de los más graves problemas del éxito es morir de éxito. Y al Estado de Bienestar parecía estar esperándole ese problema al final del s. XX. Con la modernización de Europa se dieron cita un gran número de circunstancias que lo pusieron, y lo están poniendo, al borde del abismo. Aquí no suele haber acuerdo porque cada uno de los puntos de vista apunta hacia un lugar y un culpable y como ahora sí hay conflicto y agresividad entre las ideologías, la cordialidad y los acuerdos se hacen difíciles, casi imposibles. Yo me centro ahora en sólo dos de esas circunstancias que cité arriba.
       La primera tiene que ver con la conversión del ‘Estado de Bienestar’ en el ‘Bienestar de la clase política’. Cuando la política se hizo imprescindible en la Europa que se reconstruía, los políticos, individuos de carne y hueso como el resto, decidieron que por su labor de gestión de la vida real, tendría que gozar de una serie de privilegios de los que no podían gozar el resto de los mortales. El modelo ya estaba creado, el sistema de castas de la India y el Hinduismo, ellos lo que hicieron fue adaptar la casta de lo brahmanes para la vida europea. Así se ha montado casi de la nada una auténtico linaje de seres humanos que gozan de una serie de prebendas y privilegios que la separan por completo del resto de seres humanos. Nacen, viven y muere allí dentro. Antes eran un puñado, ahora son una caterva. Ellos nos ven vivir a los demás y luego interpretan qué es lo que nos pasa. Han perdido el norte pero viven a cuerpo de Rey. Y resulta que mantener este extenso y lujoso linaje, esta casta, esta clase especial de seres humanos le cuesta al ‘Estado de Bienestar’ un dineral todo los años. Porque no sólo lo es lo mucho que gastan y lo caro que es mantenerlos, el problema son sus ocurrencias, que cuestan muy caras, allí en medio de Castilla La Mancha hay un aeropuerto vacío que dice que tengo razón. Pero como ellos están al timón se creen que son imprescindibles y que si hay que recortar nos recortan a los demás, ellos siguen a lo suyo. Este es la primera puñalada mortal que recibe el ‘Estado de Bienestar’. Ahora la segunda…
       El segundo problema llegó cuando algunos pensaron que el ‘Estado de Bienestar’ no tenía que tener límites ni mecanismos de control. Craso error… La sensatez, el sentido común, la mesura, la cordura, la previsión, son una serie de virtudes que determinados políticos no tuvieron en cuenta. Su error está siendo de proporciones mayúsculas. Si tú conviertes el ‘Estado de Bienestar’ en una auténtica barra libre donde todo el mundo que quiera puede meter mano, lo normal es que el oasis se termine secando. Es tan sencillo como que ahora hay mucha más población, el dinero no cae de los árboles ni los recursos son ilimitados. La demografía se dispara y los recursos y el dinero tiene un límite que no puede, ni debe, traspasarse. Pues bien, algunos han llevado el límite más allá de lo saludable, de lo permisible. Porque no contaron o no quisieron contar con los efectos colaterales del ‘Estado de Bienestar’. Lo que es de todos no es de nadie, nadie se preocupa de cuidarlo, nadie se preocupa de que no se abuse. Los políticos en lo suyo y no se preocuparon de educar a la gente a usar con cordura los recursos públicos. Nada más que hay que ver cómo están los Hospitales… hasta las trancas. Pero no solo eso, el ‘Estado de Bienestar’ provoca en mucha gente un estado mental de acomodamiento. Como papá gobierno me lo da todo, pues yo no pego un palo al agua. La gente deja el espíritu de sacrificio, el espíritu de riesgo y de emprender. Deja de esforzarse por conseguir cosas por él mismo. Se ha construido una sociedad de inválidos sociales a la espera de que el gobierno solucioné todas las cosas de la vida. Pero es que hay más… este ‘Estado del Bienestar’ ya demacrado por la gente que no cuida lo que es común, y que no se esfuerza por salir adelante con independencia y libertad, hay que sumar a los gorrones, a los caraduras, a los que finjen… Así de claro, hay mucha gente de esta calaña. Y como no hay mecanismos de control eficientes que marquen la línea de quién necesita ayuda y quién no, pues se convierte en una hemorragia. Pero hay una cuarta plaga que asola al ‘Estado de Bienestar’ y se llama subvención. Lo que comenzó siendo un auxilio o ayuda al que lo necesitaba se ha terminado convirtiendo en un auténtico despropósito. Ahora se subvencionan la cosas más peregrinas… todo ese dinero que se pierde en muchas estupideces es dinero que luego falta para colegios, hospitales y gente con problemas.
       Pero la gente no es la que ha quitado los límites, la gente no ha quitado los mecanismos de control, la gente no derrocha el dinero en sandeces, la gente no ha destruido el sentido común. Han sido los políticos, los mismo que crearon ese magnífico mecanismo llamado ‘Estado de Bienestar, son los mismos que ahora lo está asesinando. Ellos le dieron la vida, pero no tiene derecho a quitársela, porque no les pertenece. ¡Insensatos!. 


3 de septiembre de 2011

Queremos que nos digan lo que queremos oir

Desde hace mucho tiempo hay un asunto que me viene dando vueltas en la cabeza respecto a cómo los medios de comunicación de masas en nuestro mundo moderno, prensa, radio y televisión, toman claramente partido por una determinada vertiente política, e inclusive llegan a apoyar claramente a una determina ideología y partido político. Ahora, con las elecciones generales tan cerca, este asunto salta a la actualidad de nuevo. La respuesta es que la gente no demanda objetividad, la gente quiere que le den la información ya sesgada o girada en el sentido político que a cada individuo le gusta o se siente identificado. No hace mucho leí un ensayo de dos Profesores de Ciencia Política norteamericanos (*) que dan una posible explicación de este fenómeno desde en el paradigma del 'Comportamiento Político' o 'Behaviorismo'.

La investigación del comportamiento político de los individuos es un paradigma intelectual de gran peso específico en la politología moderna. Actualmente, el campo más importante de estudio es cómo la ciudadanía de las sociedades democráticas se relaciona con el voto: el contexto de los votantes individuales. Y dentro de este asunto, está la subtemática del impacto e influencia en el votante de los medios de comunicación de masas. 
El entorno social ofrece a los individuos toda suerte de información política; a la que nadie escapa, además. Así, el flujo de información procedente del entorno queda más allá del control individual de los ciudadanos. ¿De qué manera manejan y aceptan la información los individuos? Los ciudadanos, en general, nos dejamos influir por nuestras preferencias políticas. La gente selecciona fuentes de información sobre la base de sus propias preferencias, con lo que quiere, o le resulta más útil y provechoso, obtener información sesgada proveniente de la vertiente política que profesa o con la que se sienta más cómodo, o la que entiende que es mejor, etc. Ahora bien, ¿qué ocurre con el ciudadano independiente, el que no opta por vertiente alguna, el que quiere información objetiva que le ofrezca conocimiento acerca de la política? Esta minoría, cada vez más minoritaria, se "complica" la vida buscando mucha información para contrastar. Y ¿qué ocurre con los ciudadanos que todavía carecen de preferencias para alcanzar un criterio de selección? Cada individuo quiere elegir las fuentes de información que coincidan con su preferencia política pero ¿cómo podrá elegir lo que prefiere si no tiene una información adecuada sobre las posibles preferencias que existen para poder, luego, elegirlas? Ahí está el auténtico campo de batalla entre los medios para atraer a todos aquellos que comienzan a tener una idea de lo que es la política.
En la amplísima oferta de medios de comunicación existen, en relación con lo que nos ocupa, dos grandes variantes: la prensa partidista (está a favor de unos), cada vez mayoritaria y la prensa adversa (es crítica con todos) cada vez minoritaria, por supuesto sin entrar a valorar la profesionalidad de los medios, que damos por supuesta. La primera ofrece un sesgo o, dicho de otro modo, un compromiso particular hacia una determinada vertiente política. La segunda adopta una posición adversa y crítica frente a todas las posibles vertientes de la lucha política. Cuando un individuo se enfrenta a una decisión política, el voto, y busca información para poder decidirse intenta que esa información le ayude a decidirse pero no dificultándole, sino facilitándole de su decisión (reduciendo los costes es el concepto técnico y teórico). Por eso un medio de comunicación sesgado hacia la vertiente que defiende sus preferencias personales siempre será más útil y relevante para el individuo que va a decidir, que otro que tenga una posición adversa. Además un ciudadano típico tiene un límite en la cantidad de información que puede utilizar en sus juicios políticos, con lo que un medio de comunicación excesivamente crítico que multiplique el número de temas políticos tratados o bien los llene de contenidos prolijos y técnicos, tampoco será visto por el individuo como útil, y no lo usará para ayudarse en su decisión.
Los medios de comunicación conocen este modus operandi del comportamiento de la gente, por eso las líneas editoriales son tan claras y tan sesgadas, tan comprometidas con uno y otro bando, para que el gran público que quiere las cosas bien mascadas y sin complicaciones, sepa quién juega a favor de quién, y busque la información donde sabe que le van a contar las cosas que quiere oír.


(*)Edward G. Carmines. Universidad de Indiana & Robert Huckfeldt. Universidad de California, Davis
Nuevo Manual de Ciencia Política. Editorial ISTMO. Madrid 2001