21 de noviembre de 2011

Saber perder... es fundamental en Democracia

Hay una cuestión accesoria aquí, que por el peso del tumulto se convierte en algo importante. Cada cuatro años ocurre lo mismo, es un mal que atenaza a unos y otros. A pesar de las medallas que muchos se ponen de demócratas, son muy pocos los que saben perder y menos aun los que lo hacen con dignidad y elegancia. Bueno, pensándolo mejor, si hay algo que caracterizó durante los siglos XIX y XX la vida sociopolítica española es no encajar bien las derrotas electorales. Somos un pueblo de buenas gentes pero cuya mitad anda culpando a la otra media de los problemas; dos siglos, una guerra, una dictadura y 30 años de democracia después seguimos anclados en lo mismo. Esta vez, claro está, no iba a ser diferente. Hubiera sido una auténtica sorpresa si así fuera.
Hay varias cuestiones sobre las que quisiera hacer hincapié en estos días postelectorales. Hay gente que está contenta porque ganó la opción que votó y los perdedores, claro está, claman en arameo contra los vencedores y sus votantes. En esto hay muchas semejanzas entre unos y otros, por mucho que se sientan diferentes. Hace cuatro, años cuando los que ganan hoy perdieron, sus simpatizantes se llenaron la boca de diatribas y mensajes envenenados. Hoy, los que han perdido y ganaron entonces repiten casi los mismos improperios. Unos y otros, antes y ahora, demostraron que no supieron perder. Veamos:
Opción A. Encajar en la misma frase el nombre de la ideología o el partido ganador junto a verbos o expresiones del tipo aterrar, aterrorizar, miedo, horror, peligro, involución, cataclismo, miseria, echarse a temblar, que las cosas empeoraran, que se perderá esto o lo otro, que se acabará con tal o cual cosa, etc. Esto del miedo y de vender el apocalipsis y todo tipo de catástrofes sociales, tampoco es una novedad. Personalmente pienso que en democracia y con la constitución de nuestra parte no hay que asustarse de nada ni de nadie. Es una cuestión de preferencias, y yo no hubiera preferido una mayoría absoluta, pero hay que aceptar lo que ha salido de las urnas. Creo que ahí radica la caída y pérdida de millones de votos de los perdedores de este año: la apelación voluntarista y atrabiliaria al apocalipsis. Cada vez hay más número de personas que han dejado de creer en eso, que se hartó de que alguien tratara de inocularle el miedo y que solo apelase a la pelea. Así que a los que ahora hacen eso, a los que hace cuatro lo hicieron y a los que en el futuro seguirán haciendo lo mismo, hay que pedirles que por favor dejen de tratar a la ciudadanía como menor de edad, que ese paternalismo de pose e impostura es puro esnobismo y oculta su resentimiento y mal perder. Tienen que hacerse adultos democráticamente y aceptar que lo mismo que se gana se puede perder y que el Estado tiene ya a estas alturas de civilización un empaque y una robustez imposible de alterar, eliminar o destruir.  
Opción B. Encajar en la misma frase el nombre de la ideología o el partido ganador junto a verbos o expresiones predictivas y agoreras del tipo el futuro que viene, lo que va a pasar cuando, nos espera lo peor en esto o lo otro, la que se nos viene encima, nos va a caer la mortal, nos dan el golpe de gracia, será una maldición, etc. Una vez más, estamos ante un tema muy manoseado, que es dar por supuesto que se sabe lo que el futuro nos va a deparar, claramente y sin atisbo de dudas, porque  en tal o cual sitio se hizo algo parecido y argumentos tan peregrinos como este. Es curioso, cuando menos, ver cómo florecen en estos días los pitonisos y los taumaturgos que vislumbran lo que traerá el futuro. El futuro no está escrito, nadie sabe lo que nos va a deparar. Así que a los que ahora hacen eso, a los que hace cuatro lo hicieron y a los que en el futuro seguirán haciendo lo mismo, hay que pedirles que por favor usen sus capacidades para algo constructivo y no para dejar patente su enfado. Que ese enfado no es constructivo y que hay que superarlo. Que no se engañen más ni traten de engañar a otros, su crispación se ve venir de lejos. Que usen las energías que gastan en la mala leche en cosas productivas. Si alguno de ellos hubiera tenido esa capacidad hace unos años para predecir la crisis económica en la que estamos se hubiera agradecido. Yo hubiera preferido que hubieran usado su don magnífico para prever las dificultades y no ahora que en realidad lo que no ocultan es su ira por el resultado que legítimamente arrojan las urnas.
Opción C. Encajar en la misma frase el nombre de la ideología o el partido ganador junto a expresiones y calificativos tales como estúpidos, incultos, tontos, desmemoriados, catetos, etc. Este menosprecio es otro de los clásicos postelectorales. Es un argumento ramplón, eso de llamar inculto a alguien que no vota lo mismo que tú; o la soberbia de llamar tonto o cateto a millones de personas que no piensan como tú, como si el que insulta fuera el Sursuncorda, la persona más culta y formada del orbe, poseedor único de las grandes verdades de la vida. Un insulto así, solo descalifica al que lo emplea. Además de ser indigno por menospreciar a gente que ni conoce, que no sabe nada sobre su vida y su forma de hacer las cosas. La soberbia de querer tener la razón siempre, pase lo que pase, de no reconocer los límites y las equivocaciones, la falta de humildad, de pensar que lo que tú votas es lo único bueno, llamar tontos o culpables a los millones de personas que piensan distinto y que votan distinto, es otro motivo más para que mucha gente haya querido cambiar. Unas Elecciones Generales con millones de individuos votando y expresando en libertad lo que se quiere y con la legalidad al fondo, es cualquier cosa menos cosa de estúpidos. El voto que se pone en la urna, el mío y el de todos, es un derecho constitucional que nos hace a todos iguales, es lo más igualitarios que puede haber en una democracia, tú, tu conciencia y la urna, no el clavo a una supuesta lápida. Así que a los que ahora hacen eso, a los que hace cuatro lo hicieron y a los que en el futuro seguirán haciendo lo mismo, hay que pedirles que por favor cultiven el civismo con sus conciudadanos, que todos estamos en la misma sociedad y que bien nos vendría cultivar las virtudes cívicas y dejar de ser groseros los unos con los otros.
Opción D. Encajar en la misma frase el nombre de la ideología o el partido ganador junto a expresiones que aluden a la calle, a la turbamulta, y a actitudes revolucionarias o directamente violentas. Esto no es democracia, así que sobran las palabras. Sobre este asunto no quisiera profundizar mucho, porque soy de los que tiene claro que junto al necesario respeto a la libre expresión de ideas y pensamientos, está el respeto al dictamen popular de las urnas que ha sido muy claro. Precisamente por eso se vota, por eso la democracia se distingue de la anarquía, la anomia, y los regímenes autoritarios, en que el número mayor de sufragios decide el rumbo de la sociedad y no las opiniones de las minorías o la cantidad de piedras que logres lanzar o la cantidad de burradas que puedas hacer en la calle. No creo que la calle y la turbamulta sea la forma de arreglar las cosas en democracia. La Constitución y la legislación sí que lo son. Así que a los que tienen en mente la violencia, hay que pedirles que cultiven su espíritu democrático y dejen la violencia de lado. El frentismo no es la solución a nada, es empeorar las cosas que ya, de por sí, están malas.

Hay algo detrás de los números

Siempre hay algo más detrás de los números... siempre. El ser humano es muy poco conformista con la cruda realidad y siempre quiere ir más allá de los hechos básicos de su existencia, unos por unas razones y otros por otras, pero a todos nos recoge la idea de buscar un algo que hay por detrás. Ayer fueron las Elecciones Generales, los números ya están aquí, y yo quiero hacer mis propias interpretaciones, que cada uno haga las suyas. 


Este año, a diferencia de otros muchos, los datos, no dicen muchas cosas. La primera y fundamental, que yo entiendo, es que hay ganadores y perdedores. En las noches electorales anteriores se dibujaba una especie de comedia bufa en la que todos mostraban su mejor sonrisa y el cartel de ganadores. Lo de ayer pasará a ser un recuerdo tormentoso en la biografía de más de un político. 


La situación actual no está para muchas alegrías, por lo que seguir centrándose en el pasado poco o nada de provecho arroja a la tarea que queda por delante. Esto es lo que hay, y ahora a seguir adelante. Lo mismo digo con los malos perdedores y la no aceptación de los resultados, el seguir enrocado en el miedo, el temor, el terror y el espíritu agorero de un posible apocalipsis. A mi entender, los números dicen que apelar al miedo y al horror ya no sirve. A lo mejor tanto batacazo de algunos parte de eso, de optar por el miedo. A estos, recordarles que la base de la democracia (esta que tenemos y no otra) es una cuestión cuantitativa, de número y no cualitativa. No hay forma objetiva y fuera de toda duda que diga qué opción política es mejor que otra. Por eso se vota, porque todas parten en igualdad de condiciones. Y es la mayoría la que decide las cosas. Si no se acepta este hecho básico se puede ser cualquier cosa menos demócrata: hay que ser demócrata en la victoria y también en la derrota. 

En el año 2008, el partido que ayer terminó ganando, cosechó 10.259.199 votos y ahora en 2011 han tenido 10.830.693 votos. Tras cuatro años de crisis y otras cuestiones su techo ha subido en sólo 571.494 votos. ¿Dónde está la explicación de lo que ha ocurrido si realmente la subida no ha sido, ni de lejos, tan potente, solo de un 5% respecto a las anteriores elecciones?
En el año 2008, el partido que perdió aquel año, ayer tuvo 11.259.199 votos y en 2011 ha conseguido 6.973.880. Tras cuatro años de gobierno y desgaste han perdido 4.285.319 votos. Han perdido el 39% de los votos. Esto es una hemorragia, sin paliativos ni subterfugios. Tienen que aceptarlo y dejarse de milongas y componendas. Porque no ha habido un trasvase amplio al enemigo, es que 3,7 millones de votos no se los llevaron los otros sino partidos del mismo espectro ideológico. Con lo que encima, se desactiva la pataleta posterior de llamar estúpidos o ignorantes a los que votan al otro, a los que se pasan a la acera de enfrente. Los otros han mantenido lo suyo, son estos los que han perdido al 40% de los suyos. Puede que ahí este una posible explicación además del hartazgo del miedo y del horror. En la soberbia, la prepotencia y la chulería del que piensa que siempre tiene razón y que lo suyo es lo mejor y la única opción buena; y que sale a relucir en estos momentos de derrota, como respuesta a los propios errores, en vez de mirarse al espejo y reconocer los fallos y aprender de ellos. España no ha girado hacia el ala conservadora, esta cura de humildad significa que ha terminado harta y exhausta de talante, mentiras y fuegos artificiales, de crispación, de separación y frentismo constante.

Para terminar, la democracia es un sistema de gobierno cuya principal característica técnica, a mi entender, es la perfectibilidad, o sea, que puede perfeccionarse, que tiene siempre margen de mejora y perfeccionamiento; que una vez visto los fallos puede cambiarse porque está abierta a esas mejoras. Uno de esos fallos queda aclarado en números: IU consiguió ayer 1.680.810 votos y 11 escaños, y UPyD consiguió 1.140.242 votos y 5 escaños. Otros partidos consiguieron menos votos y más escaños. Por ejemplo, CIU 1.014.263 (16), Amaiur 333.628 (7). Lo de este último es especialmente sangrante por lo que representan, con 806.614 votos menos que el partido de Rosa Díez tienen 2 escaños más. E IU que tiene 666.547 votos más que CIU tienen 5 escaños menos. Esto tiene una explicación y una interpretación, lo primero es el conjunto de circunscripciones y el sistema D'hont (ver aquí y aquí) y lo segundo es que en España no somos iguales y que eso de 'una persona, un voto' es una falacia. Si la democracia quiere mejorar y ser más demócrata una de las cuestiones que tiene que perfeccionar es esta y pergeñar una Ley Electoral acorde a los tiempos que corren donde, sobre todo, se respete la escrupulosidad del 'un hombre, un voto', porque si no somos iguales votando, lo nuclear en la democracia, no podemos ser iguales en otras cosas. 

5 de noviembre de 2011

CONTROL DE DAÑOS

Ayer comenzó la Campaña Electoral, ya queda menos para el 20N. Si el tiempo normal y ordinario en la política actual es feo de narices, y no paramos de escuchar toda suerte de estupideces, el tiempo especial de las campañas electorales es absolutamente kafkiano, donde raro es el día en el que no nos damos de bruces con una barbaridad más grande que la anterior. El Sr. Durán que era, aparentemente, uno de los políticos más serenos y mejor valorados lleva un mes diciendo toda clase de gilipolleces, sin cortarse un pelo.

Este año todo apunta a que el partido que hasta ahora ocupa la Oposición ganará los comicios por goleada; y el partido que ahora gobierna perderá una buena parte de lo conseguido durante años. Las encuestas de los medios de comunicación apuntan a este escenario, incluso las encuestas del CIS, que son cocinadas según la voluntad del patrón, también le dan el triunfo a los opositores. Pero no sólo eso, el runrún de la calle viene calentito, hay mucho cabreado e indignado de verdad. Ya no hablo más de la crisis y de la inoperancia del Gobierno porque ya es un tema muy manido, que cada cuál piense lo que quiera. Los datos directos, sin trampa ni cartón se pueden mirar aquí:

http://estaticos.elmundo.es/documentos/2011/11/4/preelectoralcis.pdf



Esta diferencia tan tremenda hace que se exacerbe o se sobredimensione más todavía una de las miserias de la política actual: el apelar a la irracionalidad, al miedo, a las fobias, a las entrañas, a lo peor de la emotividad humana y que desde allí, desde ese oscuro lugar, se tome la decisión del voto. La política hoy en día tiene muy poco de pedagógica y mucho de manipulación y los medios de comunicación la enfatizan. Pero sobre esto no haré más comentarios. Los partidos políticos son unos irresponsables por estirar tanto y tanto las cosas buscando siempre la confrontación en la calle, pero cada cual es libre de votar desde donde quiera, desde las razones o desde las emociones, desde el sentido común o desde las tripas, desde la utopía del futuro mejor o desde el odio por el pasado no asumido; o no ir a votar, que también tiene hoy día argumentos a favor que sopesar.

A lo que me refiero con el título del post, Control de Daños (Damage Control), es a lo que estará ocurriendo en Ferraz en estas horas previas al macro mitin de Sevilla con la flor y nata del partido, en un intento voluntarioso de mitigar la hemorragia. Este concepto es un término que se utiliza en la Marina para controlar las situaciones de emergencia que ponen al barco en peligro de hundimiento. También se utiliza en política para tratar de minimizar los daños ante una situación comprometida y catastrófica. Hay que salvar los muebles, por lo menos la mecedora de madera que es un regalo de la abuela y tiene un gran valor sentimental. Los estrategas saben que la situación está muy fea y que incluso, en algunas encuestas, es apocalíptica en su contra. La cuestión está, ya no en ganar, sino que tras la derrota no termine el partido al borde del colapso o fragmentado en Reinos de Taifas. Por eso, el modelo de campaña electoral escogido por estos ajedrecistas es el de no perder ni uno sólo de los fieles, ni uno solo. Si el voto indeciso está más perdido que nunca que por lo menos los que son fieles llueva, nieve o ventee, sí que vayan a apoyarles el domingo. Por eso deciden el ‘back to back’ y sacar a la vieja guardia y despertar a los viejos fantasmas. Yo creo que lo conseguirán y que al final la diferencia no va a ser tan gorda