12 de marzo de 2011

El Mundo de James Bond

Tablero de juego. Semana 28

     Seguro que lo recuerdan. 'Juego de patriotas', una peli en la que Harrison Ford hace de Jack Ryan un agente de la CIA. Resulta que en esa peli, están buscando un comando terrorista del IRA por el desierto libio. Usando uno de esos sofisticados satélites espías, encuentran un campamento en medio del desierto. La forma en que descubren que es ese y no otro el campamento de los 'chicos malos' fue curioso. Ryan ordena poner el zoom máximo sobre la ventana cenital de una de las casetas de campaña. La imagen final nos deja ver claramente el imponente escote de una mujer. ¿En qué país del Islam una mujer llevaría semejante tipo de ropa? Ergo tenía que ser occidental, ergo tenía que ser el campamento de los terroristas. Recuerdo muy bien que aquella peli fue un éxito comercial pero los críticos la pusieron a parir. Por aquel entonces yo compraba muchas revistas de crítica cinematográfica, y recuerdo que en una de ellas, un crítico la ponía a parir por falta de verosimilitud y aducía precisamente esta escena como el ejemplo clave de que lo que contaban allí (y en la novela en la que se basaba la peli, de Tom Clancy) era un rollo macareno e infumable. ¡Fíjate!, si el crítico hubiera sabido que tiempo después saldría un programita llamado Google Earth, de uso público, que deja esa escena en pañales. Y que existen ya unos superteléfonos llamados smarthphone con android que con sencillas aplicaciones informaticas gratuitas permiten hacer cosas impensables: GPS.
     El tiempo en el que el cine era más fantástico que la realidad pasó a la historia. En esta última década hemos vivido cosas que si las hubieramos visto en algún guión de cine de los 70, 80 o 90, diríamos que los americanos están chiflados y son unos paranoicos fascistas. ¡Zas en toda la boca! como diría el bueno de Sheldon.
     El primer aldabonazo lo dió lo de Chernobil. Pero como aquello fue algo aislado no le hicimos mucho caso. Luego llegaron los levantamientos en China con la masacre de la Plaza de Tianamen en junio y la Caída del Muro de Berlín en noviembre, ambos en 1989, idem de lo mismo. Pero con la llegada del s. XXI la cosa se pone muy seria. Un buen día algo nos despertó del ingenuo sueño en el que vivíamos, ese que nos dice que la realidad real no es fantástica ni increible, ni tiene nada que ver con las andanzas geopolíticas y erotico festivas de James Bond, Spectra y el Dr. No.
     El 11S, la Caída de las Torres Gemelas y el 11M, los atentados de Madrid. El caso Enron y el caso Worldcom de comienzos de siglo y la apoteósica crisis finaciera de finales de la primera década, la que todavía estamos viviendo; con millones de pérdidas, con Bancos y entidades financieras en situación de casi jaque mate, con economías nacionales llevadas al paroxismo (Grecia, Portugal, ¿España?). Espías rusos que mueren envenenados por Polonio en Londres. La reciente contaminación de la BP en el Golfo de México y los anteriores Prestige y Erika. Secretos que se desvelan poco a poco y ya todo el mundo los conoce, y todo el mundo dice que ya los conocía: el club Bilderbeg o los papeles de Wikileaks. Curiosidades (¡¿?!) de la vida: Obama un afroamericano Presidente de los EEUU. Las actuales revoluciones democráticas (¡¿?!) de todo el norte de África y Oriente Medio de las que todavía no se saben a ciencia cierta cuáles son sus orígenes y mucho menos cuáles serán los desenlaces finales. El clima que nos está pegando unas sacudidas tremendas, el Katrina, el Niño y la Niña, y un largo etcétera (en España, de un tiempo a esta parte, sufrimos cada año lo que los expertos llaman Ciclogénesis). La geología que también nos sorprende: el Tsunami de fin de año del 2004 en el Índico, los devastadores terremotos de Bam(2003), Haití y Chile (2010) y el de hoy mismo en Japón y que tiene a todo el Pacífico aconjogado. ¡Tremendo no!
     No se olviden, la realidad siempre supera a la ficción. Las fronteras de lo inverosímil, lo improbable y lo imposible son tan finas como láminas de una cebolla. El día que aparezca un platillo volante por algún lado, a más de uno le da un patatus. Pero seremos muchos, los locos seguramente, que pensaremos que sólo era cuestión de tiempo. El mismo tiempo que hacía falta para que un loco cabrón se le ocurriera coger un avión y estamparlo en medio de Manhattan a plena luz del día matando a miles de personas y llevando al resto del Mundo a una pendiente tremebunda.