25 de marzo de 2011

Tablero de juego. Semana 29

   La decadencia nos devora de manera inmisericorde. La podredumbre nos va carcomiendo las entrañas. Todo sin prisa, sin pausa, de forma constante y pertinaz. Es un gradiente perfecto donde los grises del día a día se tornan, por momentos, más y más oscuros, hundiéndonos en un escenario lúgubre y profundo. Un martillo pilón que golpea machaconamente con puntillosa exactitud. Como esa gotera que deja escapar sin escrúpulos, segundo a segundo, el líquido vital. Es una maldita y detestable ponzoña gangrenosa que, de forma irreparable, galopa suavemente por entre nuestros tejidos vitales y morales.
   Asistimos impávidos al espectáculo bochornoso de políticos que juegan a ser cómicos en sede parlamentaria, junto a payasos de televisión y cine que juegan a estadistas. Y como toda una caterva de palmeros se congratulan de la perspicacia de uno y el silencio millonario y subvencionado de otros. 
   Vamos a ver como más de medio país se tirará los trastos a la cabeza cuando les dejen sin Liga de Fútbol. La gente aguanta con solvencia que les barrenen sin anestesia todo el ancho orto, pero que no haya fútbol es como un cataclismo cósmico. 
   Llevamos tres décadas tres, viviendo bajo una subyugante sonata monocorde vendida como si fuera la auténtica fons vitae. A mucha gente se le prometió, con solemnidad, reescribir la Historia. Ahora resulta que no solamente la historia no puede cambiarse (la línea temporal es irreversible), sino que igualmente irreversible es el atraco a las esperanzas y los bolsillos de miles de andaluces. 
   Y lo último, una de esas gotas que en otras partes del mundo terminarían por colmar los vasos llenos de las pútridas sensaciones colectivas: tres años. No voy a nombrar a ese malnacido. Aquí no se dice ni pío. Es el dolor de los padres, la ceguera del resentimiento. ¡Un carajo! [Con perdón]
   Vivimos como sedados, amodorrados, extasiados todos por los efluvios hediondos de lo que nos rodea, que nos dejan en una duermevela paralizadora. Vivimos narcotizados como si nos hubieran pinchado con millones de púas cargadas con curare de los jíbaros. 
   Lo peor de todo, es que si persistimos en nuestra siesta, si persistimos en tragarnos, una detrás de otras, todas las mentiras y manipulaciones, sin mover un solo dedo, sin pestañear, ante todas las barbaridades y todas las iniquidades que perpetran estos tipos, podemos llegar al punto de no retorno, a ese límite, a esa línea que una vez traspasada no deja ni lugar ni resquicio para aprender de los errores o el arrepentimiento sincero.