1 de junio de 2011

Constantes, indignados, y pepinos (que están muy buenos... por cierto)

   Desde que el mundo es mundo y el hombre es hombre, existen una serie de constantes que se repiten de manera inmisericorde. Sobre una de ellas dedicaré mis reflexiones.
   El pez grande se come al pez chico. El fuerte le pega al débil. Los grandes abusan de los pequeños. Esto es tan así, que cuando ocurre al contrario, hacen hasta películas: David contra Goliat. Es algo tan puntual y extraño que hay que guardarlo en la memoria colectiva de los chicos, de los pequeños, los débiles. Para que todos estos no pierdan su autoestima y les quede un rayo de esperanza de que algún día ellos puedan convertirse en otro David y poder partirle la cara a su particular Goliat.
   Los tiempos modernos, a partir de la época industrial, para que nos hagamos una idea, trajo una nueva reconstrucción de esta dicotomía. La idea era que todos los David del mundo pudieran unirse para hacer frente a los distintos Goliat. Pensaban que la suma de muchas piedras pequeñas terminaría por convertirse en una gran roca que pudiera chocar con garantías contras las grandes montañas poderosas. Esta idea caló honda en las cabecitas turbulentas de unos cuantos y terminó cuajando una serie de ideologías, 'los ismos', de movimientos culturales, artísticos y de vanguardia, bla, bla, bla...Ahí están los libros de historia que lo explican muy bien. 
   A pesar de todo, el pez grande se come al pez chico. El fuerte le pega al débil. Los grandes abusan de los pequeños. Incluso alguno de esos 'ismos' se terminó convirtiendo en pez grande y abusón. Pero lo que sí digo aquí es que el fracaso de este tipo de gregarismo borreguil, de estas masificaciones, tendría que ser una buena enseñanza para el futuro. En fin, los pequeños se lamentan por las tropelías que los grandes cometen en su contra. Hoy en día, en este mundo tan chupiguay y globalizado en el que vivimos, se nos dice que tenemos a las Instituciones de justicia para que resuelvan esta cuítas. Pero todos los pequeños sabemos de qué va todo esto, que bien parece que es un caramelito que los abusones les dieron en su día a los pequeños. ¿Qué nos queda? Clamar a una miríada de dioses ociosos. Algunos otros terminan pagando su frustración con otros pequeños más pequeños.  Tenemos períodos históricos puntuales en el que los pequeños se volvieron muy violentos y terminaron siendo aplastados por los grandes. Otros muchos elucubran mundo paralelos, ideales e utópicos, donde se subvierte el orden: los pequeños son grandes y los grandes pequeños. Es una especie de reescritura de la historia, de ajustar cuentas en lápiz y papel, para poder ganar todas esas batallas que se perdieron en la realidad. Hay una larga lista de soluciones teóricas a este grave problema humano. Las carcajadas de los grandes son tremendas.
   Las gentes, de todas las partes del mundo y de la historia, están muy indignadas con los peces grandes. La historia de los pequeños está jalonada de importantes épocas de protesta, de pequeños arañazos sobre la cota de malla de los grandotes. Aun sí, después de tanto cabreo, indignación y protesta, el pez grande se sigue comiendo al pez chico; el fuerte le sigue pegando al débil; y, los grandes siguen abusando de los pequeños. En todas esas épocas se sigue apelando a la justicia y a la igualdad. Los pequeños interpelamos a los grandes, pero el fondo lo tratamos como si sólo fuera un bruto peleón muy cercano a la animalidad. Los pequeños en nuestro afán de supervivencia nos autootorgamos el papel de agentes activos y racionales, a los que ilumina la justicia; los fuertes son una especie de sujeto pasivo que no piensa ni razona, sólo acumula poder y dinero. Los grandotes nos tienen que hacer caso por narices, porque nuestros argumentos lógicos son impecables, nuestros discursos sobre la igualdad y la justicia son epatantes, nuestros modales pacíficos son incuestionables. Como la justicia está de nuestro lado (aplausos), pensamos que por nuestra cara bonita los grandes nos van dejar solucionar los problemas de la realidad sin mover un dedo.
   Habría que ir teniendo claras una serie de cuestiones antes de seguir. Los grandes, fuertes y abusones no son un mero sujeto pasivo embrutecido por el uso y abuso prolongado de la fuerza. Hay que estudiar la historia de sus movimientos estratégicos y terminar por encontrar su 'talón de Aquiles'. A toda acción de los pequeños llegará una reacción de los grandes; esto no se va a acabar nunca. Al ciclo que se acaba le sucede otro. Hay que aprender de los errores y no empecinarse en cometerlos una y otra vez. Si lo único que tienes para esgrimir contra el grandote es un puñado de papeles escritos con ideales maravillosos, hay que tener en cuenta que un porrazo del garrote duele un montón, más aún si te pega en toda la cara.