7 de septiembre de 2011

Y yo que te di la vida vengo ahora a quitártela

Estamos en la posguerra. La II Guerra Mundial tiene devastada a Europa por completo. Son muchas cosas las que hay que reconstruir, no sólo los edificios y las fábricas. El trabajo es arduo y prolijo. No sólo había que reconstruir físicamente a las naciones, además se tenía que reconstruir lo abstracto, lo intangible, lo que habita en las mentes y los corazones de las personas, como por ejemplo el ánimo y la moral de las personas, también devolver la esperanza de un futuro mejor lejos de las masacres, que cicatrizaran las devastadoras heridas del nazismo, etc. También había que reconstruir las ideas y cómo estas trazan la organización de las personas en la comunidad, o sea, la política. En la posguerra también se reconstruyen las ideologías, los partidos políticos y la política.

       Esa reconstrucción se hizo pensando en los destrozos que causó la guerra con lo que cierta cortesía y educación entre las dos grandes líneas de pensamiento nunca faltó. Algunos expertos llamaron a ese tiempo el fin de las ideologías, había tanto que hacer que no había tiempo que perder en estúpidas luchas sobre ideas, bastante conflicto habían tenido ya como para volver a discutir por sandeces. Y se pusieron manos a la obra.
       De aquel tiempo, y gracias especialmente a la socialdemocracia, surgió un grupo de ideas y acciones que buscaban lo mejor para el mayor número de personas. Es lo que hoy conocemos como 'Estado del Bienestar'. El núcleo de la cuestión era muy sencillo y se ajustaba con lo que aquel tiempo-espacio requería. El Estado asume la responsabilidad de procurar la asistencia económica (prestaciones sociales) a la sociedad, prestando una atención especial a determinados grupos desfavorecidos bien por su edad, bien por motivos de salud o bien por estar desempleados (subsidios por desempleo). El Estado reconoce como derechos determinados servicios sociales como son la educación, la sanidad, las pensiones, el acceso a la vivienda, el pleno empleo, etc. Aquel sistema funcionó y 3 décadas después la Europa devastada ya estaba reconstruida y siendo importante en el mundo. En algunos lugares como los países nórdicos la cosa resultó incluso excepcional. Y la Alemania que fue reducida a escombros ya era una máquina de nuevo.
       Uno de los más graves problemas del éxito es morir de éxito. Y al Estado de Bienestar parecía estar esperándole ese problema al final del s. XX. Con la modernización de Europa se dieron cita un gran número de circunstancias que lo pusieron, y lo están poniendo, al borde del abismo. Aquí no suele haber acuerdo porque cada uno de los puntos de vista apunta hacia un lugar y un culpable y como ahora sí hay conflicto y agresividad entre las ideologías, la cordialidad y los acuerdos se hacen difíciles, casi imposibles. Yo me centro ahora en sólo dos de esas circunstancias que cité arriba.
       La primera tiene que ver con la conversión del ‘Estado de Bienestar’ en el ‘Bienestar de la clase política’. Cuando la política se hizo imprescindible en la Europa que se reconstruía, los políticos, individuos de carne y hueso como el resto, decidieron que por su labor de gestión de la vida real, tendría que gozar de una serie de privilegios de los que no podían gozar el resto de los mortales. El modelo ya estaba creado, el sistema de castas de la India y el Hinduismo, ellos lo que hicieron fue adaptar la casta de lo brahmanes para la vida europea. Así se ha montado casi de la nada una auténtico linaje de seres humanos que gozan de una serie de prebendas y privilegios que la separan por completo del resto de seres humanos. Nacen, viven y muere allí dentro. Antes eran un puñado, ahora son una caterva. Ellos nos ven vivir a los demás y luego interpretan qué es lo que nos pasa. Han perdido el norte pero viven a cuerpo de Rey. Y resulta que mantener este extenso y lujoso linaje, esta casta, esta clase especial de seres humanos le cuesta al ‘Estado de Bienestar’ un dineral todo los años. Porque no sólo lo es lo mucho que gastan y lo caro que es mantenerlos, el problema son sus ocurrencias, que cuestan muy caras, allí en medio de Castilla La Mancha hay un aeropuerto vacío que dice que tengo razón. Pero como ellos están al timón se creen que son imprescindibles y que si hay que recortar nos recortan a los demás, ellos siguen a lo suyo. Este es la primera puñalada mortal que recibe el ‘Estado de Bienestar’. Ahora la segunda…
       El segundo problema llegó cuando algunos pensaron que el ‘Estado de Bienestar’ no tenía que tener límites ni mecanismos de control. Craso error… La sensatez, el sentido común, la mesura, la cordura, la previsión, son una serie de virtudes que determinados políticos no tuvieron en cuenta. Su error está siendo de proporciones mayúsculas. Si tú conviertes el ‘Estado de Bienestar’ en una auténtica barra libre donde todo el mundo que quiera puede meter mano, lo normal es que el oasis se termine secando. Es tan sencillo como que ahora hay mucha más población, el dinero no cae de los árboles ni los recursos son ilimitados. La demografía se dispara y los recursos y el dinero tiene un límite que no puede, ni debe, traspasarse. Pues bien, algunos han llevado el límite más allá de lo saludable, de lo permisible. Porque no contaron o no quisieron contar con los efectos colaterales del ‘Estado de Bienestar’. Lo que es de todos no es de nadie, nadie se preocupa de cuidarlo, nadie se preocupa de que no se abuse. Los políticos en lo suyo y no se preocuparon de educar a la gente a usar con cordura los recursos públicos. Nada más que hay que ver cómo están los Hospitales… hasta las trancas. Pero no solo eso, el ‘Estado de Bienestar’ provoca en mucha gente un estado mental de acomodamiento. Como papá gobierno me lo da todo, pues yo no pego un palo al agua. La gente deja el espíritu de sacrificio, el espíritu de riesgo y de emprender. Deja de esforzarse por conseguir cosas por él mismo. Se ha construido una sociedad de inválidos sociales a la espera de que el gobierno solucioné todas las cosas de la vida. Pero es que hay más… este ‘Estado del Bienestar’ ya demacrado por la gente que no cuida lo que es común, y que no se esfuerza por salir adelante con independencia y libertad, hay que sumar a los gorrones, a los caraduras, a los que finjen… Así de claro, hay mucha gente de esta calaña. Y como no hay mecanismos de control eficientes que marquen la línea de quién necesita ayuda y quién no, pues se convierte en una hemorragia. Pero hay una cuarta plaga que asola al ‘Estado de Bienestar’ y se llama subvención. Lo que comenzó siendo un auxilio o ayuda al que lo necesitaba se ha terminado convirtiendo en un auténtico despropósito. Ahora se subvencionan la cosas más peregrinas… todo ese dinero que se pierde en muchas estupideces es dinero que luego falta para colegios, hospitales y gente con problemas.
       Pero la gente no es la que ha quitado los límites, la gente no ha quitado los mecanismos de control, la gente no derrocha el dinero en sandeces, la gente no ha destruido el sentido común. Han sido los políticos, los mismo que crearon ese magnífico mecanismo llamado ‘Estado de Bienestar, son los mismos que ahora lo está asesinando. Ellos le dieron la vida, pero no tiene derecho a quitársela, porque no les pertenece. ¡Insensatos!.