30 de septiembre de 2011

Un pared y enfrente otra pared

Se acercan las elecciones del 20N, ya se han disuelto las Cámaras, estamos en pre-campaña electoral, con todo lo malo que eso conlleva. Si a un político, hoy en día, es difícil escucharle una verdad, en campaña electoral es ya algo imposible. Se apodera de todos ellos un estado catártico, de sublimación física, de cambio de estado químico ¡tremendo! Pero claro, esta circunstancia no es de una sola cara; para que ese político sea así, tiene que haber una cruz: la ciudadanía y sus carencias críticas y educativo-culturales. La crisis económica sigue rugiendo poderosa y los partidos políticos y sus líderes se van a dedicar a destrozarse durante dos largos meses en vez de arreglar de verdad las cosas. ¿Es que no está claro que tenemos lo que merecemos? En fin, voy al grano con lo quiero decir hoy.

Las falacias, mentiras, manipulaciones y medias-verdades con la que los políticos trabajan en su día a día de dialéctica política, al final, recaen sobre la ciudadanía como un enorme cubo de basura fétida y hedionda. Lo que para ellos es su modus vivendi normal, su cotidianidad, para nosotros los ciudadanos son sacudidas de agitación y escándalo que provocan todo tipo de emociones negativas. Los políticos rara vez apelan a la cordura, al sentido común y la razón de los ciudadanos, solo quieren tocar la fibra sensible del Cromagnon que llevamos dentro. Sólo por eso tendrían que estar todos de patitas en la calle, porque se convierten en parte del problema y no en la solución. Y eso es otra cosa negativa más que hay que apuntar en el debe de la clase política española: el no serenar sino de disparatar más las cosas. Entre ellos se ponen a parir, a caer de un burro, pero luego son amiguetes de cuchipanda. Se critican por las ideologías y luego resulta que son todos unos burgueses bien pagados y llenos de privilegios. Pero la irresponsabilidad es que mandan a una pelea de perros diaria a todas las personas de calles de pueblos y ciudades. 
Llevamos semanas con un bombardeo tremendo acerca del Estado de Bienestar, sobre si unos son los mesías que lo fundaron y los otros los malditos diablos que van a dinamitarlos. O que si los angelitos que lo defienden no son tan buenos y los otros quieren renovarlo. Mucho bla,bla,bla y nadie coge el toro por los cuernos. El problema está en que ninguno de los grandes partidos, sus ideólogos y sus líderes quiere una solución verdadera,lo que quieren es ganar. Me explico...
Cada una de las ideologías que existen, de aquí hasta Alaska, han creado toda una mitología y una narración basada en 3 núcleos concéntricos que tienen que ver con el hombre, la sociedad y el gobierno. ¿Qué es el hombre? ¿Cómo es la sociedad? y ¿Cómo se gobierna al hombre en esa sociedad? La respuesta y desarrollo de esas tres grandes preguntas es la carne que conforma cada ideología. Y como hay varias respuestas a esas preguntas hay varias ideologías, y como hay muchos tipos de personas, éstas se agrupan en torno a esas ideologías en los distintos grupos o partidos políticos. Cada ideología, cada partido, se cree en posesión de la verdad y que su definiciones son la verdad más absoluta e irrebatible, y las medidas que toman como emanan de esas verdades son las correctas. Por eso cuando uno ve cómo dos políticos hablan en las tribunas y mítines o cómo los opinólogos discuten en las tertulias, parecen un diálogo de besugos o un diálogo entre dos paredes. Hablan mucho pero son incapaces de convencerse los unos a los otros, lo que les importa de verdad, no es la verdad, ni la coherencia, ni el sentido común, ni el buen funcionamiento de las cosas, sino de ganar de imponerse en el mayor número de espectadores o de votantes que están viendo semejante espectáculo.
Yo soy un defensor de las construcciones de mitologías y arquetipos de todo tipo, bien sean númino-religiosas, simbólico-culturales y también las político-ideológicas. No hay un problema en ese tipo de narración tan nuestra, que nos define como seres humanos. Y que además, haya pluralidad y multiculturalidad en esas construcciones. La cuestión es que en tiempos tan poco bonancibles hay que salir del boquete que crees que es la verdad y encontrarte con el otro, que también ha salido de su boquete, para tratar de solucionar la situación, que es tan rotunda que no hay ideología ni partido que pueda acallar su tronar. En tiempos poco catastróficos uno puede permitirse el lujo de responder ideológicamente a un argumento ideológico, es una chorrada tremenda pero así son los  políticos, es su quehacer diario. Uno dice que esto es así porque en su catecismo político dice que tiene que ser así, y el otro le contesta que no, porque en su catecismo político dice que tiene que ser que no. Y se quedan tan panchos... ¡tócate los...! No confrontan con la realidad, ni con el día a día, ni con la gente de la calle, manipulan como les viene en gana lo datos objetivables de los técnicos, etc. Pero cuando lo que está en juego no es la medida de sus inteligencias ni sus capacidades, sino la vida de tantas personas, tendrían que esforzarse mucho más, y dejar de usar los prejuicios de siempre, los argumentos manoseados durante décadas, las ideas simplonas como si la gente fuera tonta, lela, estúpida o las tres cosas. Tienen que dejar de ser parciales y sectarios y hacer que esto funcione buscando el bien común y no los réditos electorales. Para eso se les eligió y se les votó. Cuando el río vuelva a su cauce, que ellos también vuelvan con sus diatribas, a sus imposturas, a sus escenificaciones tragicómicas, al histrionismo de cine mudo, etc. 
La última vez que ocurrió algo así fue después de la tragedia de la 2º Guerra Mundial y el mundo político y social aceptó por bueno el keynesianismo que dio como fruto el Estado de Bienestar que ahora está exhausto. Es hora de buscar un punto en común, por pequeño que sea, y si Arquímedes tiene razón mover al mundo empujando todos sobre el mismo.