19 de diciembre de 2011

Zhanguo: la guerra sin cuartel

Uno de los periodos más tenebrosos y violentos de la larga historia de China es el llamado período de los Estados en Guerra (Zhánguó), que duró más de dos siglos La historiografía china coloca este período entre el 450 a.C. al 222 a. C. aproximadamente. Fue una época constante de violencia y de guerra de todos contra todos. Los tres estados surgidos de la desmembración Jin, el viejo y rico principado de Qi, y los estados de Yan, Qin y Chu constituían siete potencias estatales que, después de haber absorbido todas las unidades políticas menores, se harían una guerra implacable y sin cuartel, de la que finalmente uno de ellos, Qin, saldría victorioso y unificaría China bajo su férula en el siglo –III. Todo esto que se cuenta aquí no es precisamente un cuento chino, sino acontecimientos históricos verificables. De este tiempo de guerras, muerte y sufrimiento ha quedado constancia la imponente tumba delEmperador de Qin, conformada por ingentes cantidades de soldados de terracota,por lo menos 7.000.
Para mí, desde hace mucho, este período histórico chino es la metáfora idónea para explicar el funcionamiento de la política en general, y sobre todo, la particular que vivimos y sufrimos en nuestra sociedad: la de una guerra de todos contra todos. Y esto, queda reflejado minuciosamente en el discurso de investidura de esta mañana y en las comparecencias de esta tarde y mañana.
Cada partido político, cada ideología, se arroga a sí mismo la posesión de la VERDAD, descalificando al contrario de mentiroso, peligroso, sectario, prepotente, radical, y un sinfín de calificativos negativos. Como cada uno de ellos posee LA VERDAD, cada uno a sus ojos es plenamente objetivo y sus planteamientos son los que han de llevarse a cabo. Por eso califican a los contrarios como de ideológicos y subjetivos, por poner adjetivos que se puedan usar en horario protegido. El partido ganador hace su discurso, defiende LA VERDAD, la única VERDAD. Luego, sale el primero de los partidos perdedores y dice que esa VERDAD no es verdad sino mentira. Que la verdad que ellos dicen sí es LA VERDAD. Luego llega otro y dice que la verdad del que ganó, ni la verdad del que perdió y habló primero es la VERDAD, que ellos sí están en posesión de LA VERDAD.  Y así sucesivamente, hasta el hastío más absoluto. Lo que ocurre, realmente, es que cada uno se limita a repetir el catecismo lleno de dogmas en el que cree y que han convertido en VERDAD. Son como los lunáticos iluminados de ‘La vida de Brian’ de los Monty Phyton. Cuánta cercanía hay entre lo peor de la religión y lo peor de la política. Y se machacan unos a otros con sus VERDADES. Son incapaces de convencerse o de encontrar una VERDAD común que los unifique a todos. ¡Amigo Apel, amigo Habermas… no os van a hacer ni puñetero caso¡ Como se verá, esto es un auténtico galimatías. La VERDAD termina prostituida, o desintegrada. Es como si le preguntaran a un condenado a muerte cómo quieren que lo maten si en la horca o en la silla eléctrica.
Y ninguno se baja del burro, ninguno de ellos muestra un atisbo de humildad, y decir, por lo menos MI verdad… ¡No!, es LA VERDAD. Ninguno de ellos piensa que pueden estar equivocados, o que podrían necesitar más datos para emitir un juicio, o tener buena voluntad y que se prueben las propuestas de otros… ¡No!, es LA VERDAD la que ha de imponerse. Y tenemos un problema, claro que lo tenemos. Porque del mismo modo que existen las guerras por la religión, ya que los líderes no bajan el pistón y terminan siendo los siervos los que se pelean, se corre el riesgo de que en algún punto de este siglo XXI empiecen las guerras por la política, porque el sistema democrático de las mayorías no sean aceptadas por los que no saben perder. Y lo que empieza siendo una metáfora termine convertida en una VERDAD.
Toda ideología marca lo que considera la fiel descripción del cosmos humano y social; y desde la convicción y la creencia, todas pretenden hacerlo de un modo que quede clausurado y explicado. Hay aquí una falacia increíble, los políticos dicen que hacen la política como algo racional, cuando lo cierto es que todo esto es un inmenso cúmulo de irracionalidades, de cosas pensadas, hechas y dichas  desde las entrañas, desde la animadversión al otro que no es como tú. Toda ideología entiende que está diciendo LA VERDAD y que está defendiendo la  postura más acertada.
A esto le sumamos una pregunta que genera más tensión que respuestas claras y concluyentes: ¿cuánta diferencia hay entre el modelo ideal de cualquier ideología y la puesta en práctica del mismo? ¿Cuánto camino hay entre lo abstracto hasta lo concreto? Respondamos con lo concreto de hoy mismo, para los que apoyan al partido y la ideología de Rajoy, la diferencia es escasa y siempre se está trabajado duramente para acercar ambas orillas. Para los que no apoyan a Rajoy, la diferencia es un oscuro precipicio, difícilmente insalvable. Pero hace cuatro años, en un alarde de coherencia (modo irónico en posición ‘on’) hicieron lo contrario. Depende del lugar que te toque haces una cosa y la contraria, y todas están bien hechas. El reino de la política no tiene nada que ver con la coherencia
En esto hay algo que llama poderosamente la atención. Es seguramente una de las pocas cosas en la que todos los bandos coinciden: arrogarse a sí mismos LA VERDAD, y a los otros las mentiras, la manipulación etc. Al ser visiones en conflicto lo normal es que sus líneas entrechoquen de forma más o menos virulenta, y que los desencuentros se muestren en un amplísimo rango de posibilidades que van desde la más educada crítica constructiva al vituperio más agrio. Cada uno de los partidarios de las ideologías está plenamente convencido de la verdad de sus principios, con lo que nadie convence a nadie, las posturas suelen ser inamovibles y son escasas las ocasiones en las que puede convencerse a otro de que cambie de ideas o principios. Ninguna de las ideologías quiere abandonar sus posiciones y dogmas para encontrarse en un horizonte común que englobe varias posturas.
La vida política es auténticamente surrealista, como las películas de los Phyton o los hermanos Marx, las novelas de Kafka, cercano a la vida y milagros del Barón Munchausen o los cuadros de Escher.