30 de diciembre de 2011

Ya están aquí... ya llegaron...


   Aquí están, aquí se las enseño bien grandes para que veamos todos quién ha venido a visitarnos. La cosa todavía está muy reciente, cuando empiecen su actuación en el día a día veremos y hablaremos sobre lo que corresponda, caso por caso. Cabrearse y gritar en arameo cuando toque. Ahora, me ronda por la cabeza otra preocupación. Yo soy muy de preocuparme... qué le voy a hacer.
   'Crónica de una muerte anunciada' es, además del título de una novela del célebre García Márquez, un pensamiento-flash, una especie de coletilla cercana al refrán o al aforismo heraclíteo, que significa que sabemos de antemano lo malo que va a ocurrir y que termina ocurriendo. Una especie de llamada a ponernos la venda antes de sufrir la herida, a tomarnos el analgésico antes de que nos duela la cabeza, una especie de medicina preventiva para el pensamiento y el alma. Ya nos los dijeron, ya lo intuíamos, ya lo sabíamos, ahora vamos a vivir en vivo y en directo esta situación de recorte masivo. Pero todo lo que nos dijeron, todo lo que intuíamos, todo lo que sabíamos no mitiga nada del dolor de cabeza que estamos comenzando a tener. ¡Qué chungo va a ser esto! El verdadero aprendizaje es el que se vive en carne propia, no en la ajena. Otro refrán: la letra con sangre entra; ¿será verdad eso de que somos una sociedad que sólo aprende a base de disgustos? Pero, por desgracia, ésta ha sido la tónica general de nuestra sociedad en el último lustro. Una venda en los ojos, la cabeza metida en el agujero cual avestruz, creyendo que si yo no miro al león, el león tampoco me mira a mí. Y peor, lo que estoy haciendo es facilitarle las dentelladas al león. 
   Hay dos cuestiones que yo considero tan claras y evidentes que ni merece la pena seguir ahondado en la herida: la primera es que el gobierno saliente ha sido catastrófico; la segunda es que el sistema financiero es peor aun. Pero queda la tercera pata del banco, que somos todos nosotros como sociedad. Que hemos vivido muy por encima de nuestras posibilidades individuales y sociales, como los nuevos ricos paletos de una película mala. Podemos escribir, y ya está hecho, varias bibliotecas de Alejandría sobre los fallos y errores, ignomínias y pecados de la clase política y financiera; y cómo pagamos todos nosotros  por sus horrores y crímenes. Es una putada, son una mancha de .... y de ...  [modo autocensura 'ON']. Lean algún que otro libro si no lo han hecho ya. Estamos hartos de recibir y mandar todo tipo de vídeos del youtube y de powerpoints criticando con saña a los unos y a los otros. Como si con solo criticar y mofarse del otro fuera la solución. Hay corriendo por ahí decenas de chistes, escarnios y ofensas contra Zapatero y Rajoy. La gente se lo pasa bomba. Para eso somos muy buenos, cómo sacamos la mala leche para criticar al contrario político, al que votó a otro y qué poca reflexión ponemos a los propios errores, en mirar la propia responsabilidad, nuestra parte de culpa. Si las energías que se utilizan para ensañarse con ellos se utilizara para otra cosa, otro gallo cantaría.
   Pero hay muy pocos libros, vídeos y powerpoints, que hagan un llamamiento a la ciudadanía a reconocer la parte de responsabilidad en este desastre. Muy pocos libros de educación cívica equilibrada, sin desviación ideológica; muy pocos que hablen del esfuerzo, del sacrificio, de trabajar juntos, de dejar de ser enemigos en esta crisis, y de esas cosas tan antiguas, tan fuera de moda. Ese es un grave problema, se llama a la indignación y a la revolución, a la desobediencia, pero nadie llama a la reflexión y a la asunción de la responsabilidad, tampoco nadie llama al esfuerzo, a la fortaleza en tiempo de crisis y carestía, a la cordura, al sentido común de no gastar lo que  no se tiene. La voz de la conciencia social ha desaparecido, Pepito Grillo está defenestrado en estos tiempos del twitter y del facebook, que vivan los chillones, los agitadores, los vendedores de humo, que se hacen millonarios mientras mandan a la gente a gritar a la Plaza. Porque la cuestión, creo yo, es que no podemos quedarnos en el autocomplaciente cabreo contras los grandes monstruos sin hacer, además, una asunción de las propias responsabilidades. Está bien eso de cabrearse contra los dragones, y salir cual caballeros andantes a luchar contra ellos con nuestra  reluciente armadura y la espada bien afilada (Pongo el parche antes que salga el grano y como me doy cuenta de que hoy en día también es el tiempo del cabreo a las primeras de cambio y de la gente susceptible que se siente atacada con cualquier soplo de viento, explico que no estoy en contra de ningún tipo de movimiento social, todo lo contrario; no me refiero a este porque estoy hablando del plano individual de cada persona). Han sido ellos, pero también nosotros. Hay que hacerse mayores de edad, dejar de vivir en el mundo del cuento y la leyenda, dejar de ser adolescentes que sólo patalean enrabietados y no se paran a pensar cómo solucionar el problema que tenemos encima. Con gritar no basta, al menos eso creo yo. Con violencia, más o menos evidente, tampoco. Hay que hacer otra cosa, hay que hacer más cosas, es eso o el abismo. Lo que quiero decir es que hay que ir más allá y centrarse en la solución del problema, centrar los esfuerzos en el afrontamiento y no en el origen, que ya pasó y no se podrá cambiar. Jobs diseñó el Mac, el Iphone y el Ipad, no la máquina del tiempo... que sepamos claro.