13 de agosto de 2012

Reflexiones patibularias 18

XVIII

Educar e instruir no son la misma cosa, están relacionadas pero no son lo mismo. Instruir tiene que ver con la transmisión de datos y conocimientos. Educar tiene que ver con la inculcación de valores e ideas. 
La escuela es el lugar donde se instruye. La familia es el lugar donde se educa. Y ojo, no he escrito en ninguna de la frases anteriores la palabra únicamente. En la escuela también se educa y en la familia también se instruye. Pero cada una tiene una función preferente. Grandes problemas aparecen si la escuela es la única que educa y si la familia es la que tuviera que instruir a los niños y niñas. 
La instrucción es previa a la educación, la transmisión a la inculcación. Si uno no tiene datos ni conocimientos de la realidad no podrá reflexionar sobre el mundo en el que habita y sacar conclusiones del mismo. Y si no hay reflexión ni ideas elaboradas no es posible dar valor a las cosas y pensar qué es más importante y deseable.
Grandes problemas aparecen si queremos inculcar los conocimientos. Si esto ocurre, se ideologiza la escuela hacia un lado u otro, hacia un color u otro. La escuela pierde su razón de ser ya que no enseña sino que lava el cerebro de los niños a favor de alguien. 
Grandes problemas aparecen si queremos transmitir los valores. Si esto ocurre, la calidad de la enseñanza se cae por los suelos y los niños no sabrán nada de la realidad física y cultural en la que viven. Un sociedad de burros es muy fácil de manejar.
En los tiempos que corren, las ideologías, aunque agónicas, siguen peleando entre ellas convirtiendo los colegios, las escuelas y los libros de textos en auténticas máquinas de lavar cerebros. Y es así, en parte, porque una gran cantidad de padres han hecho dejación de su responsabilidad al dejar en manos del Estado no solo la instrucción sino la educación de sus hijos.