14 de octubre de 2012

Emociones

Cuesta abajo y sin frenos, la velocidad aumenta exponencialmente hasta pegarnos el castañazo. Entramos en una dinámica negativa difícil de frenar (aunque no imposible). Así son algunas emociones que nos atenazan y secuestran.

El enfado.
Es necesario que concurra, previamente, un estado de irritabilidad. Un 'mar de fondo', por decirlo de alguna manera entendible. Y, además, una situación 'gatillo' (trigger) que suscite el secuestro emocional. El cabreo posterior tendrá una intensidad especial, en forma de escalera autoextensible. El enfado se construye sobre el enfado: un primer pensamiento es detonante de otro más intenso, y este segundo, a su vez de otro, el tercero, de mayor intensidad, sin que el primero de ellos se haya disipado todavía. La irritación siempre va in crescendo, pudiendo desencadenar en violencia. Aparece la incapacidad cognitiva, la persona se cierra al razonamiento y los pensamientos escasos que quedan gravitan en torno a las represalias, alimentando el fuego del enfado sin considerar las consecuencias de sus actos. No es desde fuera, no son los otros, es la propia mente la que echa 'más leña' al fuego del enfado.

La preocupación.
Preocuparse es ponerse en alerta ante un problema potencial. Es la consideración de múltiples alternativas de respuestas posibles que solucionen el problema. 'Comerse el coco' es algo natural y positivo, esencial para la vida. Pero si la preocupación no es efectiva, no encuentra ni soluciones ni salidas, se torna crónica y reiterativa, como un disco rayado que salta y salta en la misma vuelta volviendo hacia atrás para comenzar de nuevo una y otra vez. La preocupación termina siendo un secuestro emocional. Aparece la incapacidad cognitiva, cerrada al razonamiento sólo se tienen pensamientos cíclicos y cada vez más rígidos, pudiendo desencadenar compulsiones o ataques de pánico.

La tristeza.
Aunque pueda parecer otra cosa, la pena tiene una importante vertiente positiva: poner una pausa momentánea y renovadora a nuestra mente. El enlentecimiento de la tristeza es un refugio o retiro apaciguador para asimilar las pérdidas y establecer nuevos planes o ajustes psicológicos toda vez que se reanude la velocidad de crucero vital. Pero si va más allá de la pausa momentánea hasta producir la paralización de la vida, el aislamiento, la apatía, la confusión, el insomnio, etc. nos encontramos con la depresión. Los pensamientos de la tristeza son automáticos, se 'cuelan' en la mente sin avisar y de modo inesperado. De modo que se puede ser consciente de uno de ellos y cazarlo, desmontarlo, cuando ya se han 'colado' otros dos 'sin darte cuenta'. La incapacidad cognitiva aparece porque los pensamientos automáticos se asocian o encadenan masivamente como si estuvieramos disparando un rifle de repetición, van dándose pié, empujándose o agolpándose unos sobre otros. Es uno de los mayores secuestros emocionales que existen, tanto que puede la cosa terminar en suicidio.

Pd: No quiero meterme en el campo de la psicología; por eso no hablo de soluciones ni tratamientos. De eso han de ocuparse los profesionales que saben lo suyo de lo suyo. Ocurre que estoy leyendo un magnífico libro sobre este tema y eso me ha recordado una situación que viví hace muchos años y que no quiero perder nunca de vista. Es bueno recordar, preocuparse, para llegar a soluciones y que las emociones no terminen por secuestrar tu vida. El libro que recomiendo es 'Inteligencia emocional' Daniel Goleman Paidós 1996