31 de octubre de 2012

Reflexiones patibularias 36

XXXVI


Caída la Gran Verdad, el Relato Absoluto y Todopoderoso, todo lo establecido a partir de ahora es provisional y contingente. Nos queda elegir entre el escepticismo, el buen humor, el sarcasmo, la ironía y el cinismo, la rebeldía y la indignación, también el mito y el símbolo, el debolismo y el relativismo, para hacernos cargo del mundo-realidad en el que existimos. De entre los restos del estropicio, habrá que ir entresacando aquello que sirva para cada proyecto personal. Cada cual, en libertad, puede y debe ir reconstruyendo su propio escenario con los elementos que su prudencia (phronesis) le aconseje. El eclecticismo (por utilizar una etiqueta que sin ser exacta puede ser entendida fácilmente) no presupone la pérdida del espíritu crítico y reflexivo y que todo valga porque sí. No es un problema, no es vacío, ni simpleza, no es un camino fácil, no es confuso ni preocupante. Estas etiquetas prejuiciosas disfrazadas de argumentos son lanzadas por los nostálgicos del poder que ven impotentes cómo éste se les escapa de las manos como la arena. No deja de ser sospechoso que mientras dan una faz de pesadumbre por el derrumbe moral en el que vivimos, siguen queriendo imponer el modelo fallido. Si no se está con ellos y su fundamento fuerte, acuden al etiquetado ramplón de relativista e irracional. Suya es la exigencia de racionalidad, suya es la verdad, suya es la capacidad de determinar quién hace auténtica filosofía, suyo es el poder de decidir lo moral y lo inmoral. Por esto, más preocupante, me parece que son los que ven como problema y preocupación la reconstrucción de nuevas racionalidades, el pluralismo, la heterodoxia, la multiplicidad de seres y estares, la hibridación, el mestizaje, el hermanamiento, la integración, la coimplicación.