10 de junio de 2013

Se acabó la tercera temporada de Juego de Tronos

No me iré poniendo medallas: no había oído hablar de R.R. Martin en la vida, y no tenía ni pajolera idea de 'Juego de Tronos'. Es más, sigo sin haber leído una coma de Canción de Hielo y Fuego. Me gusta tanto la serie de la HBO que temo que la calidad de la novela me haga detestarla, y no quiero. Quiero que se mantenga en el Olimpo de las series TV de mi vida, como Galáctica, como Lost, como X Files, como Fringe y alguna que otra más.
Tampoco me voy a poner filosófico sobre las razones o los porqués del tremendo éxito. Explicaré lo que me atrae a mí. Para empezar me atrae la magia, un mundo con magia, con fuerzas sobrenaturales campando por estos pagos, que entran y salen como lo hace la fuerza de la gravedad. Sigo: la manera en la que Martin (y los desarrolladores de la serie)  aborda las cuestiones políticas hacen de mi preciado Nicolás Maquiavelo un pequeño infante de teta. He aquí el gran contraste de lo increíble de la magia y lo cotidiano de la realpolitik. A un crío se le ponen los ojos blancos y toma posesión de un Lobo Huargo y el padre más cabrón del mundo ordena a su hijo tullido casarse con una cría de 14 años para atar los cabos sueltos de la política dinástica. Los dragones vuelan y echan fuego por la boca y la niña Targaryen negocia  triunfalmente sin MBA ni nada. Los zombies de hielo y el folleteo más excitante. ¡Madre mía!, ¿y no estamos hartos de la vida real y cotidiana, como para meternos a ver esta serie que de modo descarnado nos muestra la crueldad supina del mundo en el que vivimos?
Parece que no, este tipo de relatos y su transporte a las imágenes en HD nos ayudan a comprender e interpretar las cosas que nos pasan en lo cotidiano, en el día a día. Vale... siempre habrá algún ingenuo que siga pensando que no hay gente tan mala en el mundo real como Tywin Lannister. No... seguramente las haya peores. 
Otra cosa que me gusta: no hay justicia cósmica, ni ordo naturae, ni pronoia divina... van (vamos) todos al hoyo... sin misericordia.
A ver... La fatalidad que rodea a los Stark. Son imperfectos, muy imperfectos, pero gente de palabra, honrada y fiel, y que sin embargo acaban casi todos muertos de modo horrible, con Invernalia destruida. En el contexto en el que se vive en Westeros lo que hacen los Stark merece el mayor de los sufrimientos... y la muerte. Eddar no miente, es fiel a la verdad y termina degollado. Robb, el Rey en el Norte, se casa por amor (¡por amor!, menudo gilipichi) y ¡zas¡ Lady Catelin, amante esposa y buena madre... ídem. Los dos pequeños y las dos chicas, abandonados a su suerte. Pero a los todopoderosos Lannister también les azota el fato, la mano del matarreyes, la cicatriz del enano, el veneno para el Psycho-Rey, la flecha para el abuelo más cabrón del mundo, la soledad para Cersey.... Buenos, malos y regulares, justos e injustos, todo el mundo recibe lo suyo en este juego. Lo nuestro, lo que recibimos, en nuestro juego real y corriente del día a día, es lo que Martin expone tan bien en sus novelas y las imágenes de la serie. Ya estoy esperando la cuarta temporada de la HBO.