11 de septiembre de 2013

Sobre las ideologías.

 Reflexiones patibularias 63

LXIII

Hay mucha filosofía, más bien una gran cantidad de filósofos, que acusan a otros de ideologizar con su obra. Es éste, un mal exageradamente extendido en nuestro gremio, tan propenso a etiquetarse, a colocarse en cajones estancos, a hondear todo tipo de ismos, a cavar trincheras donde tirotear al que pase cerca, a sacar del tiesto a otros que no están en su onda. La acusación de ideólogo perverso y pervertidor, es más común de lo que muchos están dispuestos a admitir, y afea mucho nuestra disciplina.
Y no en pocas ocasiones se usa como 'argumento preventivo', fiel al refrán castizo, poner el parche antes de que salga el grano. Ahí queda eso, te llamo ideólogo y me quedo en la gloria. Exceptuando los casos flagrantes, meridianamente claros, que los hay, por supuesto, en otros muchos no es más que una forma fácil y sencilla de ningunear al interlocutor. 
Acusar a otro de ideológico es, me parece, muy poco hermenéutico, especialmente si se le hace esta acusación de oídas, o porque tu gurú de cabecera lo dice, o sin mediar más que unas pocas líneas argumentales, o por las típicas frases efectistas que todos usamos en filosofía para llamar la atención sobre nuestros discursos. Bueno, y arrimo el ascua a mi sardina, aunque bien visto es lo más hermenéutico que existe ya que confirma, velis novis, la tesis gadameriana del prejuicio como motor de arranque del círculo hermenéutico. Cosas mías, ideológicas seguramente.
Y claro, digo yo, si este ideologiza con sus argumentos ¿es que tú estás limpio de polvo y paja querido querubín?, ¿es que todos ideologizan, los muy malvados, menos tú, y has de erigirte en cruzado protector de las grandes verdades? A lo mejor me equivoco, pero ¿tildar a otro de ideologizar no es, propiamente, ideología, otra ideología (que hay muchas, por cierto)? Como llamar acera a la acera de enfrente.
Si la ideología es demostrar una intención, todos somos ideólogos y toda acusación de ideología es ideológica. Todos tenemos motivaciones, ocultas o no, maledicentes o beneficiosas. Todos tenemos intereses, espurios o legítimos, confesables o no. Claro, si ideología no es esto, entonces me callo, no me hagan caso.
Bueno, esperen... es que hay ideologías e ideologías, no todas son lo mismo, las hay buenas y malas, justas e injustas...(blablabla) dirán algunos, que acto seguido querrán venderte una máquina maravillosa que por dos euritos de nada te hacen un testeo de la ideología y te dice si es pata negra y 5 bellotas o no. ¡Claro! ¡Es verdad! ¡No todo vale!
Digo, y termino esta diatriba intencionada, interesada, intencional e ideológica, con las excepciones que decía antes (porque no todo vale), soy de los prudentes a la hora de ir sacando tarjetas rojas ideológicas, de determinar dónde está el bien y el mal de las mismas. Es ingenuidad, seguramente, entender aquello de no decirle a los demás lo que no quieres que te digan a ti.