25 de octubre de 2013

EL PROBLEMA DE LA VULGARIZACIÓN EXCESIVA

REFLEXIONES PATIBULARIAS 66


LXVI


Como en todas las disciplinas del saber humano nos encontramos una serie de conceptos que tratan de explicar fenómenos que se dan en la realidad. Digamos que tienen una función técnica de descripción, de limitación, de separación de 'un algo' de otras cosas que no son ese algo. Si no hubiera diferencias no harían falta los conceptos, por tanto. Por esto llamamos 'pera' a las peras y no a las manzanas.
Explica Barbara Goodwin en el magnífico libro 'El uso de las ideas políticas' (Península, 1997) la degradación que sufre el concepto de totalitarismo (y por ende el de fascismo). Ha sido tan manoseado que se encuentra degradado a mero adjetivo peyorativo lanzado a diestro y siniestro por una determinada parte del espectro político contra todos aquellos que no se adhieren a su parcela ideológica. Es una deslegitimación de las posiciones contrarias por la vía rápida. Esta explicación que viene de la politología anglosajona es perfectamente aplicable en nuestro caso más específico, el de franquismo. Esta trivialización en la argumentación política cotidiana, su uso peyorativo, impreciso, procaz e insultante la mayoría de las veces, ha terminado por desactivar y vaciar de contenido teórico al concepto. Cunado tachas a alguien de esto quieres decir muchas cosas, importantes, pero ya no dices nada; como mucho lo que estás mostrando es el propio resentimiento y la incapacidad de rebatir con ideas otras ideas. En la misma línea se sitúa Rick Wilford (Ideologías Políticas, Tecnos, 2004): duda de la utilidad del concepto, por el uso excesivo y vulgar que se ha hecho del mismo hasta terminar por quitarle todo valor analítico. 
No significa lo dicho que estos conceptos hayan dejado de existir o que no sean validos, ni mucho menos que no haya que denunciar y posicionarse con rectitud frente a ellos. Significa que hay que aprender a utilizarlos con precisión. Aprender de la moraleja de la fábula del lobo... ¡Qué cuando el lobo llegó nadie hice caso!