27 de marzo de 2014

Alegoría erótica

Ahora una pequeña transgresión. Sigo explorando nuevos territorios de escritura. Ahora me introduzco en el apasionante mundo de la literatura erótica. 


23 de marzo de 2014

D.E.P. Sr. Suárez

Hay algo curioso en este curioso país nuestro. El cainismo nos lleva a atacar con denuedo a todas las figuras que despuntan hasta derribarlas, para luego, cuando les llega la muerte, ensalzarlas hasta el paroxismo. Cuando vivía todo eran defectos, se miraba lo que le faltaba o lo que lo sobraba. Importaba contar los enemigos que te esperan con el cuchillo en los dientes. Cuando estás muerto todos se apuntan al carro, todo se perdona y todo se engrandece como si nunca se hubiera equivocado. Darle al vivo primero, y al muerto después, lo que le corresponde, ni más ni menos, es una misión difícil de realizar en nuestra sociedad.
Con el Sr. Adolfo Suárez está ocurriendo esto, claramente. Desde hace días, desde que su hijo anunció su pronta muerte. Olvidado, por sí mismo -por esa maldita enfermedad-, y luego por la sociedad y por la clase política a la que dio lo mejor de sí. Ahora todo es vanagloria y parabien. Un inmenso panegírico en los días de su agonía; como si el pobre hombre fuera a enterarse de algo.
Es lo que hay, somos muy así. 


En los tiempos actuales en los que vuelve la estridencia exagerada, las diferencias exacerbadas, los extremos contrapuestos, las batallas campales y el cruzamiento de culpas, donde los acuerdos por mínimos son poco menos que utopías inalcanzables, en los que el sentido común, la mesura y el equilibro son atacados por ambos flancos, la figura de Suárez y su modus operandi en los tiempos difíciles de verdad es, realmente, impresionante. Tanto, que tiene toda la pinta de que será una nueva oportunidad histórica perdida. Es lo que hay, somos muy así, de desaprovechar las enseñanzas que nos vendrían bien.
Precisamente su figura pragmática (sin filiación precisa y contundente a favor de tirios y troyanos, la que le valió el ataque y la franca animadversión de los que ahora hipócritamente hablan bien de él), es lo que nos hace falta. Mucha falta nos hace, pero es el sino de nuestro pueblo despreciar lo que nos hace falta, simplemente porque no es el canon de la perfección de los extremos, no es el máximo que exigen desde los cuarteles del poder. Los extremos nos dominan y manejan. A los del centro, a la gran mayoría nos valdría un cierto tipo de imperfección funcional, un mínimo útil y, sobre todo, una figura central, aglutinadora, unificadora y equilibrante. 
Descanse en paz, Sr. Suárez doquiera que vaya usted. Mi respeto por su trabajo en los tiempos del humo y el ruido de los sables.

22 de marzo de 2014

Reflexiones Patibularias 71

Reflexiones Patibularias 71

LXXI

Dudemos de todo, ya que estamos.
Dudamos que realmente los políticos representen a la ciudadanía. Diciendo esto parece que uno quiera ganar puntos. Esperen a que termine. Hay razones suficientes para dudar de los partidos políticos, sus programas, sus ideologías, su gestión y administración.

Dudemos de todo, ya que estamos.
Dudamos que realmente los movimientos populares representen a la ciudadanía, especialmente cuando la hipérbole apocalíptica llena la calle y la red. Lo ve, ahora parece que los estoy perdiendo. Esperen a que termine. Hay razones suficientes, una vez más, para dudar de que estén luchando por el resto de la sociedad.

Dudemos de todo, ya que estamos.
Unos y otros salen del pueblo, ni unos ni otros vienen de Marte. Es más, de eso no hay duda, ambos son el pueblo. Hay ahí una transferencia de representatividad desde un grupo a otro grupo de poder e interés político. Esto es una cuestión tan antigua como la propia Humanidad, que no tiene que ver con modas pasajeras o perder o ganar puntos con nadie.

Pueden, !no¡, les invito a dudar de mí y mi barrunto cartesiano; incluso, ya que estamos, duden de sí mismos. La duda es más saludable que la coerción, venga de donde venga. La duda y hablar por uno mismo sin que nadie diga representarle o defenderle. 
Lo dicho, dudemos de todo, ya que estamos.

14 de marzo de 2014

Autoridad de sumisión y autoridad de reconocimiento. La importancia de los maestros.


Es importante hacer una delimitación entre una y otra modalidad de autoridad. Nos encontramos con la autoridad de sumisión, la del 'ordeno y mando', una autoridad de imposición, que sólo requiere la obediencia ciega y la abdicación de la razón por parte del que recibe la orden. Esta autoridad de gran vigencia histórica ha sido siempre arbitraria e irracional y ha coartado la libertad de mucha gente en muchas partes del mundo porque ha ido siempre asociada a la coerción física. De este modo de autoridad surge un modo de tradición cerrada y claustrofóbica, que se expresa mediante el mandato, y de gran violencia antropológica. Y lo que es aún peor, toda violencia de la autoridad genera violencia en los que están oprimidos.

Pero enfrente de este modelo de autoridad, en la antípoda de la misma, encontramos la llamada autoridad del reconocimiento. Esta es una autoridad adquirida por el esfuerzo y el trabajo en los ámbitos epistemológico y ético-normativo. Es una autoridad que se gana frente a los otros bien por ser un referente en el conocimiento (sabes mucho de tu campo), bien por ser un referente en la justicia y la buena conducta. Cualquier persona razonable y sensata, que se hace cargo de sus propios límites, entiende que esa persona tiene una perspectiva de la cuestión más amplia, acertada y certera que la propia y acepta su punto de vista y su voluntad, y no siente menoscabada ni su libertad ni su acción. De este modo de autoridad surge un modo de tradición abierta y cercana, en constante autoaprendizaje y perfeccionamiento, en la que el diálogo, el encadenamiento de preguntas y respuestas, juega un papel importante.

Podemos proponer algunos ejemplos de esta autoridad del reconocimiento. En las tradiciones espirituales orientales entre el maestro o gurú y su alumno o iniciado se establece una relación de autoridad de reconocimiento: el pequeño saltamontes se postra ante su maestro no para que éste acabe con su libertad, lo hace porque entiende que a través de sus enseñanzas, su entendimiento y su libertad se agrandarán con creces. Todos tenemos en mente a algún médico eminente que por su dedicación y esfuerzo, trabajo y brillantez en su campo de estudio e investigación se ha ganado a pulso ser una eminencia en su campo. Y cuando todos dicen del mismo que es una autoridad, lo hacen con veneración y afecto y no como una crítica a un comportamiento intolerante. 
Termino con unas palabras de uno de mis maestros:

 “… la autoridad de las personas no tiene su fundamento último en un acto de sumisión y abdicación de la razón, sino en un acto de reconocimiento y de conocimiento (…) La autoridad no se otorga sino que se adquiere, y tiene que ser adquirida si se quiere apelar a ella. Reposa en el conocimiento y en consecuencia sobre una acción de la razón misma que, haciéndose cargo de sus propios límites, atribuye al otro una perspectiva más acertada”.

H.-G. Gadamer. Verdad y Método (La historicidad de la comprensión como principio hermenéutico)