18 de septiembre de 2014

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

Reflexiones patibularias 77


LXXVII

Siempre he pensado que el asunto del secesionismo catalán era una milonga de tres pares de narices; que tiene más que ver con las cosas del dinero que con las cosas de la nación y el espíritu de una patria.
Nunca se ha menoscabado la libertad de expresión, ni de reunión, ni ningún otro derecho. En ningún momento se les niega la posibilidad de hablar en su lengua. Nunca jamás se prohibió el uso de sus símbolos, de sus colores, de sus eslóganes. El Volk de Catalunya no ha sido sometido a coerción alguna, tampoco a violencia, acoso o derribo. Es más, han escrito su propia historia, han creado una mitología ad hoc que usan sin misericordia y sin que nadie impida su difusión a pesar de los terribles fallos. Nadie puso pegas a sus sentimientos, a sus emociones, a sus sentires, al pellizco del seny. Todo lo contrario, ¡¡cuánta sabiduría tienen para compartir¡¡.
Es curioso que ninguna región pobre y menesterosa pida la independencia o la autodeterminación. Son las regiones ricas las que quieren desligarse para serlo aun más. Es la élite más poderosa de esas regiones ricas las que quieren soltar amarras para que no haya legalidad alguna que coarte sus desvarios manirrotos. 
Esto no es sentido común, esto es rauxa. Hay mucho de procacidad en todo esto y muy poca sensatez. Esto es un arrebato, un ansía económica disfrazada en patriotismo. Lo dicho, esto no es amor, es sexo (y me parece que del malo).