4 de noviembre de 2014

Reflexiones patibularias 83

Reflexiones patibularias 83


LXXXIII

Parece como si los españoles ya estuviéramos hasta las narices de nosotros mismos. Como si ya no nos aguantáramos más. Este hartazgo, esta indignación que nos invade y que se ha convertido en el aire que respiramos.
Hemos reventado y queremos renegar de una parte que siempre nos caracterizó. Los pillos, los truhanes, los sinvergüenzas, los caraduras, etc. Esto sería un buen punto de inicio para una regeneración de la vida social.
Pero en vez de hacer un acto de responsabilidad personal que termine eclosionando en otro colectivo, nos convertimos en una turba armada de palos y estacas que sube cuesta arriba para matar al monstruo de Frankenstein. A lo mejor es esta parte hipócrita, cainita y violenta la que tendría que cambiar a la vez que la poca vergüenza. Como si la violencia fuera la respuesta a todos nuestros males.
El monstruo está hecho con los mismos miembros que el resto de las personas. El monstruo no es tan distinto a nosotros. Las cicatrices, las imperfecciones están a la vista. El monstruo no engaña a nadie, nadie se lo creería si nos dijera que no es un monstruo. Lo miramos y sabemos ante quien estamos. 

PD:

Me jode la corrupción como a todo el mundo, es indignante y despreciable; y vive Dios que quisiera que todos esos corruptos terminen en prisión. Pero me van a perdonar si no la expreso de modo destemplado y sanguinario. Y me reafirmo en la perplejidad de ver cómo esta sociedad se convierta en juez de los políticos corruptos (con toda razón) y no se haga juez de sí misma. Y seguramente si fuera juez de sí misma y la conciencia moral de una masa crítica funcionara medio en condiciones, desde hace décadas, seguro que ahora tendríamos menos políticos corruptos.