14 de marzo de 2014

Autoridad de sumisión y autoridad de reconocimiento. La importancia de los maestros.


Es importante hacer una delimitación entre una y otra modalidad de autoridad. Nos encontramos con la autoridad de sumisión, la del 'ordeno y mando', una autoridad de imposición, que sólo requiere la obediencia ciega y la abdicación de la razón por parte del que recibe la orden. Esta autoridad de gran vigencia histórica ha sido siempre arbitraria e irracional y ha coartado la libertad de mucha gente en muchas partes del mundo porque ha ido siempre asociada a la coerción física. De este modo de autoridad surge un modo de tradición cerrada y claustrofóbica, que se expresa mediante el mandato, y de gran violencia antropológica. Y lo que es aún peor, toda violencia de la autoridad genera violencia en los que están oprimidos.

Pero enfrente de este modelo de autoridad, en la antípoda de la misma, encontramos la llamada autoridad del reconocimiento. Esta es una autoridad adquirida por el esfuerzo y el trabajo en los ámbitos epistemológico y ético-normativo. Es una autoridad que se gana frente a los otros bien por ser un referente en el conocimiento (sabes mucho de tu campo), bien por ser un referente en la justicia y la buena conducta. Cualquier persona razonable y sensata, que se hace cargo de sus propios límites, entiende que esa persona tiene una perspectiva de la cuestión más amplia, acertada y certera que la propia y acepta su punto de vista y su voluntad, y no siente menoscabada ni su libertad ni su acción. De este modo de autoridad surge un modo de tradición abierta y cercana, en constante autoaprendizaje y perfeccionamiento, en la que el diálogo, el encadenamiento de preguntas y respuestas, juega un papel importante.

Podemos proponer algunos ejemplos de esta autoridad del reconocimiento. En las tradiciones espirituales orientales entre el maestro o gurú y su alumno o iniciado se establece una relación de autoridad de reconocimiento: el pequeño saltamontes se postra ante su maestro no para que éste acabe con su libertad, lo hace porque entiende que a través de sus enseñanzas, su entendimiento y su libertad se agrandarán con creces. Todos tenemos en mente a algún médico eminente que por su dedicación y esfuerzo, trabajo y brillantez en su campo de estudio e investigación se ha ganado a pulso ser una eminencia en su campo. Y cuando todos dicen del mismo que es una autoridad, lo hacen con veneración y afecto y no como una crítica a un comportamiento intolerante. 
Termino con unas palabras de uno de mis maestros:

 “… la autoridad de las personas no tiene su fundamento último en un acto de sumisión y abdicación de la razón, sino en un acto de reconocimiento y de conocimiento (…) La autoridad no se otorga sino que se adquiere, y tiene que ser adquirida si se quiere apelar a ella. Reposa en el conocimiento y en consecuencia sobre una acción de la razón misma que, haciéndose cargo de sus propios límites, atribuye al otro una perspectiva más acertada”.

H.-G. Gadamer. Verdad y Método (La historicidad de la comprensión como principio hermenéutico)