9 de mayo de 2014

¿Qué harías por tus hijos?

Cuando la lógica, el sentido común y la racionalidad; cuando la confianza, la moralidad y la legalidad son completa y absolutamente optativas. También lo son, optativas digo, el sistema legal, el orden y la autoridad competente, las normas de convivencia, el respeto y el saber estar, eso que llaman ser civilizados. 


¿Dónde queda aquello de que el ser humano era un ser racional? ¿No parece que esta Civilización hipermoderna que nos atrapa sólo es una capucha que impide ver la falta de civilización? Cada uno ha de mirarse a sí mismo y dictaminar, claro está. No quisiera convertirme en juez de nada. Para eso puede servir esta serie de televisión, si tiene usted tiempo libre. Como divertimento, claro está (por los primeros capítulos que son los que visto, es un thriller muy bien construido), y también como pie a la reflexión sobre cómo somos de verdad y cómo vivimos. En algunas de la situaciones que vemos en la serie, Voltaire se hace actual: "La civilización no suprime la barbarie, la perfecciona". Algunas buenas series, a la vez que te hacen pasar un buen rato de entretenimiento, te hacen preguntarte por cosas importantes en la vida, en la individual de cada uno y en la colectiva. Y esta serie es un filón.

La serie es, realmente, un McGuffin. La cortina de humo son los niños raptados y todas las barbaridades que están dispuestos a hacer sus padres para que sean liberados, que jeopardizan su vida y su estatus sin pensarlo dos veces. Y no padres cualquiera, sino gente de mucho peso, dinero y poder. Como decía, una cortina de humo, realmente está tratando con (la denostada) naturaleza humana y el perfil más afilado de la misma: el poder. Por cosas como éstas mi querido Maquiavelo no pasa nunca de moda.

Soy de los que piensa que las irracionales son las fuerzas más poderosas de la existencia, son auténticamente necesarias (necesidad filosófica me refiero, no la cotidiana). La afamada razón es la contingente y optativa. Las acciones tremendas y disparatadas que hacen los padres, contra toda lógica, legalidad, moralidad, etc., las hacen por amor. !Qué pifostio más tremendo somos¡ Se sienten bien y seguros, los padres digo, (¿y cuántos de nosotros?) pensando que son gentes racionales dentro de un mundo ordenado en el que tienen asegurado, por el poder, una dosis considerable de tranquilidad y equilibrio; cuando, por amor a esos hijos (o por ocultas emociones inconfesables), acometen increíbles actos de destrucción, violencia y crueldad inmensa hasta llegar al asesinato. No basta con ver al ser humano en su cotidianidad, hay que verlo en el kairós, en el momento crucial, en las situaciones límite donde se definen de verdad las cosas.

¿Cuánto de racional hay en el poder? La serie refleja un lado de la política americana (y quizás de la política universal) importante. La política no hace política, la hacen los políticos, seres humanos de carne y hueso: las gentes que atesoran el poder, y que luego lo intercambian por algo (lo convencional) o se ven abocados a cederlo bajo presión o chantaje (lo no convencional y que en la serie es el motor de actuación). El poder en manos de gentes que tienen no ya debilidades, sino una vida corriente. El amor, la familia, los hijos, las creencias son en determinadas circunstancias un hilo suelto por el que se puede tirar hasta destrozar la madeja. Esto nos deja ante un elemento crucial en la temática del poder. Está la gente que cree tener poder, y lo tiene; y están las gentes que gestionan y administran realmente el poder, que lo hacen tocar tierra y carne humana. Ahí es donde entra el 'malo' de la película, un gestor anónimo de ese poder y su estrategia de manipulación meticulosa y racional que parece cumplirse a rajatabla, como si fuera algo cuasi-mágico. En verdad, me parece, que la razón táctica y estratégica es la opción escogida por su odio, su animadversión y su dolor, también de padre. Está rizando el rizo, haciendo coincidir a dos opuestos, usa la razón para desmontar, subvertir y destruir la razón misma, la base de nuestra civilización. 
Termino con una pregunta abierta a modo de invitación a la reflexión. ¿No parece que el amor, esa emoción tan venerada, tan humana y que tanto nos da, lleva siglos perpetuando la barbarie a un nivel profundo haciendo creer a la razón que realmente tenía el control de la civilización? ¿Y si no es amor sino otra u otras ocultas e inconfesables cosas? ¿De qué estaríamos hablando?