7 de octubre de 2014

Reflexiones patibularias 79

Reflexiones Patibularias 79

LXXIX

I
Arde la hoguera de las tarjetas negras de Bankia. ¡La lista de corruptos de este país no tiene fin!

Algo me intriga.... ¿por qué ahora sale toda la mierda y no antes? ¿por qué no se tiró de la manta en los 80, en los 90, en el 2000? Si siempre ha existido la corrupción en este país. Si siempre ha existido corrupción en esta sociedad nuestra. 
Despertemos.... Creo que son muchos de los que antes trincaban y ahora, con la crisis, han dejado de trincar los que están delatando a los otros. Con la crisis ya no hay corrupción para todos. Durante décadas el sistema estaba bien lubricado de billetes. Ahora no. Por eso no creo que sea un síntoma de recuperación moral de nada ni de nadie. Es el encabronamiento de muchos que han dejado de trincar lo suyo y se lo hacen pagar a los que siguen trincando.


II
¿Qué ocurriría si a cualquier españolito de a pié nos dieran (yo me meto también) una tarjeta de crédito de esas negras y le dijeran que puede quemarla para lo que quiera sin que le dijeran nada? ¿Cuántos bastiones de la verdad y la honestidad de esos que se indignan en internet y no escatiman en insultos no la cogerían, no gastarían nada? Ay Platón, déjame hablar con Giges, préstame su anillo¡¡

III
Aviso a navegantes, los que piensan que la cuestión de la corrupción política se acaba en dos telediarios y/o poniendo a un señor con coleta en el Gobierno. 

Es una metáfora muy fea, lo sé; fea de narices.
El tema es la corrupción. La metáfora el cáncer.

La cuestión es eliminar la corrupción, el cáncer. Sabemos que hay que operar, que hay que dar quimioterapia y radioterapia. Hay que pasar un infierno, ver reducida al mínimo la dignidad humana. Y nada garantiza la curación. Nada garantiza que no vuelva a aparecer. Nada garantiza que no salga en otro sitio. Sabemos que mucha gente se cura. Sabemos que mucha gente se muere. Sabemos que mucha gente se cura pero el impacto del tratamiento es desolador y demoledor. El infierno está asegurado, sea como fuere. Esto no tiene paños calientes, es así de duro.

La corrupción en el cuerpo social no está sólo en los políticos y en las cuestiones políticas. Es como ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio. Es justo culpar al político corrupto, llevarlo ante la justicia; y que sufra el escarnio social por el daño hecho. Es una cuestión de escalas. Mucha gente lo hace con poco y esta gente lo hace con mucho. Pero ¡todos lo hacen¡
Pero es muy fácil culpar al político de lo que hace y justificarse a uno mismo cuando engaña y miente en su vida cotidiana, aduciendo que lo que uno hace es poca cosa comparado con lo suyo. Es una justificación patética, la verdad. Cuando hay mucha gente así dice muy poco de nosotros como sociedad.
Hay un cambio que no es político, que no viene con cambiarse de siglas o de partido. Es profundamente ético y cosmovisional. Dejar de ser Sancho Panza, dejar de ser el pícaro ladrón y embustero, dejar de ser ventajistas y trileros; en el día a día, en el trabajo, en la calle.

Para acabar con la corrupción una de las primeras cosas que hay que hacer es terminar con la autocomplacencia de pensar que no somos como ellos. Sí somos como ellos, ¡es que somos ellos¡ Los políticos son de aquí, han salido de esta sociedad. Esta laxitud tan nuestra es lo que se convierte luego en corrupción cuando empiezas a tratar con el poder y a ver cómo se mueven los billetes de 500. 
Sacar la corrupción de la sociedad es como sacar el cáncer del cuerpo. No es fácil, no es sencillo, es muy doloroso, el sufrimiento será agónico, nada garantiza el éxito.