7 de diciembre de 2015

Campañas Electorales

30.

Las campañas electorales que se hacen aquí funcionan en dos niveles: el nivel popular y el nivel hooligan.

El nivel popular es el de los eslóganes, los carteles, las pancartas, el ondear de banderas, las promesas, las ocurrencias, las paridas, los chistes, los aplausos, los besos a los niños, etc. Es el nivel de los mítines. Un acto -éste- en el que los candidatos entran en una especie de trance en el que largan a sus incondicionales toda serie de consignas estúpidas; tratándolos como subnormales profundos. Se produce una sinergia contagiosa entre votante y candidato. La plebe queda rendida a las tonterías y simplezas que ladra el baranda de turno. Éste, o ésta, se viene arriba y se lanza a prometer el oro y el moro. Luego nadie fiscaliza que se cumplan en los mandatos lo que se dice en los mítines. Si tuviéramos que medir la seriedad de los partidos según las promesas cumplidas en los mítines no quedaría nadie; ni de los viejos ni de los nuevos.

El nivel hooligan es de las discusiones, los dimes y diretes, las broncas en medio de un pasillo del Congreso, las acusaciones de drogadicción, las broncas entre tertulianos, etc. Que llega a su máxima expresión y cumbre en los debates televisivos. Un acto -éste- que la gente espera para ver cómo los políticos se atacan y descuartizan, cómo tratan de ridiculizarse. Un debate televisivo hace las veces de Anfiteatro romano. Los hooligans no quieren debate de ideas o proyectos, quieren sangre. Todo el mundo está pendiente de quién ganará, no de qué sacará de bueno el país y la sociedad. Gracias a las tecnologías digitales es ahora también el nivel de los vídeos virales en youtube, los memes groseros y los insultos disfrazados de ingenio en twitter. Este nivel canaliza las fobias, los odios y animadversiones que se tiene unos a otros. Es el nivel fundamental, a día de hoy.

La gente que piensa. La gente que tiene dudas. La gente que le gustaría saber qué se podrá hacer de verdad, en el mundo real. La gente que quiere que le cuenten proyectos posibles, no utopías realizables en el mundo de yuppie. La gente que opta por la crítica constructiva. La gente que se preocupa de las ideas. La gente que no sigue al pié de la letra lo que ordenan las siglas. La gente que no da pábulo al sectarismo. La gente que se preocupa de las tradiciones que están detrás de los partidos. La gente que prefiere el diálogo entre puntos de vista distintos. La gente que entiende la política no como un ajuste de cuentas, ni tampoco una metáfora de la guerra civil. La gente que mantiene a raya la fobia hacia unos y otros. La gente que no va a insultar cuando habla. La gente que aprecia el 'fair play', el respeto en el intercambio de ideas y la diplomacia, antes que el caos y el desorden de una pelea de gallos. La gente que no llamará fascista o rojo al que piensa distinto. 

No hay un nivel para toda esta gente en esta campaña electoral. Toda esta gente se ve avocada a decidir entre lo malo y lo peor. O entra en el nivel superficial de las ocurrencias mitineras de domingo por la mañana. O en el nivel agresivo de los insultos en el debate televisivo de máxima audiencia y las fobias de las redes sociales. Esta gente se tiene que buscar la vida de manera individual. Con suerte encontrará un grupo de personas similares con las que podrá comunicarse e intercambiar ideas y proyectos, no memes, videos e insultos. Pero ningún partido -ni viejo ni nuevo- se preocupa por esta gente.


PD: Mientras esto siga así, la política no solucionará nada. La sociedad no irá a ninguna parte. Todo seguirá igual.