16 de diciembre de 2015

Con arcadas y ganas de potar.


Esto ya no es lo que era. Realmente no fue nunca lo que tenía que ser, pero vivíamos con esa falsa esperanza. Las falsas esperanzas son necesarias en un nivel macro, desde el comienzo de los tiempos. Pero algunos días la cosa se supera a sí misma, en un 'in crescendo' que ni un buen guionista sería capaz de atrapar. También se pierde la capacidad de asombro. Todo es tan flipante que el flipar mismo ya no es ni flipante. Es más como ascazo, como nausea, como ganas de potar, de vomitar en alto el asco que dan muchas cosas. Y hoy, a esta hora, el asco me lo dan los que jalean, aplauden y vitorean la violencia como forma de relación interpersonal; la agresividad como forma de expresar las opiniones políticas. Digo yo, que los que justifican la violencia de hoy -diciendo que el tipo se lo merece y cosas así, o peores- se cuidarán muy mucho de indignarse y rasgarse las vestiduras, otro día, con otras violencias. Les quedaría fea, la hipocresía y la mendacidad, digo yo.