25 de febrero de 2016

¿Llegarían o no llegarían?

49.

Lo llaman cobarde, al prudente. Lo llaman miedoso, al que piensa antes de actuar. Le dicen que está asustado, al que analiza pros y contras.
Lo llaman valiente, al que se lanza. Lo llaman audaz, al que corre hacia el peligro. Le dicen que sus actos son heroicos, si no teme las consecuencias.

Me refiero -¿en qué estarían pensando?- a una de mis películas preferidas, 'Llegaron a Cordura', con el ínclito Gary Cooper y la belleza inconmensurable de Rita Hayworth. 

Resulta, al final, que el valiente, el auténtico héroe, es el que actúa de manera correcta en el momento oportuno, que hace lo que hay que hacer cuando hace falta, ni antes ni después, sin aspavientos. Y no el que se lanza como un loco contra los enemigos. Lo mismo en la vida real no es así, es al contrario. No sé. El cine es muy bonito, y muy mentiroso. Quién sabe.

They Came to Cordura

They came to Cordura (1959, Robert Rossen, Columbia Pictures)

23 de febrero de 2016

Ir caso a caso

48.

Dice Zaratustra que no hay peligro en la altura, que lo hay en la pendiente.
Mirar bien, mirar con pausa, mirar a fondo, no es fácil. Nunca lo ha sido. Ahora menos, que hay que ira toda velocidad.
Los sabios realmente no son tan sabios. Y la maldad del ser humano tampoco será tan malvada como su fama dice ser. Y hay cosas de las que nos reímos que tampoco son motivo de risa. Y hay cosas que tememos que tampoco dan tanto miedo.
El ojo calculador del ser humano, usar la balanza interior que pondera, sopesa y calibra, tampoco es sencillo. Nunca lo ha sido. Ahora menos, que hay que estar encabronado por todo.
Está lo 'de siempre', los valores más tradicionales, las medidas a las que nos acostumbramos, porque siempre se ha hecho así. Y llega un momento en que nos negamos a seguir haciendo caso. Y las rechazamos. Pero un día resulta que tenía razón, que una de aquellas costumbres, de aquellos valores, tenía auténtica valía, y que más nos hubiera valido hacerle caso.
Está lo 'nuevo', los valores rompedores y más avanzados. Y llega un momento en que nos resistimos -o nos asustamos-, en que nos negamos a tanto cambio. Pero un día resulta que tenía razón, que uno de aquellos cambios, de aquellas rupturas, suponía una auténtica mejoría, y que más nos hubiera valido correr el riesgo de llevarla a cabo.
Dejarse llevar por ambos espíritus, el conservador y el progresista (sus ideologías, sus programas, sus partidos) es más sencillo, conlleva menos gasto energético. Poner en la balanza los miedos y las seguridades es complicado; colocar riesgo y beneficio mucho más. Por eso nos colocamos etiquetas. Ir caso a caso es tan costoso que tendríamos que poner toda nuestra vida en ello. Y al poner nuestra vida en ello, seguramente dejaríamos de vivirla. Yo creo que hay tanto peligro en la pendiente como en la altura.



Ritual del Pesado del Corazón por parte de Anubis, Sortilegio 125 del Papiro de Ani Libro de los Muertos.

21 de febrero de 2016

Sobre el refrán, es peor el remedio que la enfermedad.

47.

'La libertad es el remedio para la coacción'. Esta es una afirmación con la que todo el mundo estaría de acuerdo sin dudarlo. Me parece que no siempre es así. En este espacio-tiempo en el que estamos viviendo, no está siendo así. Puede que a muchos le resulte inquietante mi afirmación. Si estás azorado será porque en esta época, en la que todo se desfigura y desvirtúa sin cambio, la reflexión sobre el mal y su remedio se vuelve intrascendente. Aunque sean muchos -cada día más- los que ven, con claridad meridiana, que es peor el remedio que la enfermedad. 
Nada es lo que era. Nada es lo que debía ser, lo que habían prometido que iba a ser, lo que parecía que potencialmente podría llegar a ser: el fin de todos los males. Todo aquello que parecía una mejora sobre algún mal que nos aquejaba, termina siendo peor que el mal en su estado primigenio.
Me refiero, a la época digital, promesa de la completa igualdad, esperanza de la mayor cuota de libertad jamás vista hasta la fecha. Es todo lo contrario, la mayoría de las veces. A nadie le guste que sea así, muy pocos lo reconocemos: más libertad no sofoca la coacción. Porque es eso, mayor cantidad, y no mayor calidad.

PD: Domingo de lectura y pensamiento. Domingo de manualidades. No quiero que se me atrofien las manos ni el cerebro, en esta época en la que se ha entronizado a las yemas de los dedos, que son las que trabajan, tocando las pantallas y tecleando en el teclado.




La hipercrítica

46.

Siempre se ha dicho que hay que pensar por uno mismo. No aceptar como bueno y verdadero, sin más, lo que nos dicen. De modo que generemos un pensamiento propio que haga crítica de la realidad que vivimos.


Pero, hay algo ahí que me resulta, cuando menos, curioso. Cuando le hemos hecho caso a Mafalda, y conseguimos empezar a pensar para poder criticar todo lo injusto que nos afecta, resulta que algunos salen para criticar que nuestras críticas no sean como las suyas. Superado el vacío de pensamiento, hay que superar el pensamiento uniforme. Y una de las características de éste es la crítica uniforme. Y una grave degeneración de ésta es la hipercrítica. ¿Qué decir a los que critican que no critiquemos como ellos critican?
No he dejado de criticar lo que tú criticas. Pero no me pidas que critique como tú criticas. No creo que se muy productivo critícarme a mi por no criticar como lo haces tú. Así te vas a desfondar, criticando algo y criticando la forma que tiene otros de criticar lo mismo que tú estas criticando. Ambos criticamos un mismo fondo, pero te empeñas en criticar mis formas. 
Cuando esto ocurre, y es muy frecuente que ocurra, se corre el peligro de dejar de prestar atención a lo importante. Y, además, en vez de tener aliados que compartan -por lo menos- un mismo objetivo, te vas grangeando enemigos entre los que incluso critican lo mismo que tú criticas.
La hipercrítica -por exagerada y ruda, por exclusiva e intolerante, por obstinada e inmovilista- termina siendo la principal aliada del fondo que está criticando.

9 de febrero de 2016

El poder, y su lucha.

45.

Se reaviva en nuestra sociedad un nuevo episodio, profundamente metafísico, de buenos contra malos. Los otros son los malos. Nosotros los bueno. Ambos dicen lo mismo. Como si hubiera una esencia pura y honesta en la izquierda y no en la derecha (o viceversa), en los pobres y no en los ricos (o viceversa), o en los nuevos y no en los de siempre (o viceversa), de manera necesaria, o por mandato divino y cósmico. Y esto de los buenos y los malos, es metafísica rancia y podrida. Como diría Nietzsche, esto son los efectos de la lucha entre la voluntad de poder de unos cuantos.

Soy de los que dice que esto no es una lucha de buenos contra malos. Que no hay esencias eternas ni verdades inmutables. Esto es una lucha por el poder. Joder con lo de la corrupción. Joder con lo de los titiriteros. Es eso, y sólo eso, joderse. Luchar por el poder. Imponer nuevos valores y programas (o mantener los de siempre). Pugnar por el dominio de la sociedad. Pelearse por lo que hay en las cabezas y los bolsillos de la gente. Disputar el voto del ciudadano.

Y esto es lo de siempre. Aquí, en este mundo, había de eso mucho antes de que se instituyera el capitalismo. Que no seré yo el que lo defienda. Pero que había mundo mucho antes. Son seres humanos, agrupados, peleándose por el poder. Nada más, y nada menos.


Los luchadores
Galleria degli Uffizi, Florencia


PD: El que eligen bando pensando que el lado que coge es el bueno, el justo, etc., es un pánfilo (o algo peor). Tienen que mirarse bien dentro. Dejar de mentirse a sí mismo. Eliges bando porque lo quieres es ganar. Que tu poder, asociado al poder de otros, derrote y venza a tus oponentes (esos a los que llamas malos e injustos). Este debe ser un episodio de aprendizaje crucial de la historia de la Humanidad. Conocerse a uno mismo. Y aquí seguimos esperando....

1 de febrero de 2016

Las dentelladas de la política.

44.

El perro tiene bien mordida a la presa. La fiera la tiene trincada con firmeza entre sus fauces.  
Y la muerde con denuedo. Como si no hubiera un mañana.
Su boca, en este momento, se asemeja a una prensa hidráulica que machaca sin misericordia. 
Los dientes bien clavados. El otro se mueve y pega tirones, a ver si se suelta la bestia. Y lo que hace es empeorar los desgarros.
Es su pieza. Su trofeo. Antes de soltarla tendrían que acabar con él. 
Ya sabes lo que hay que hacer en estos casos: Rajoy, ¡córtate el brazo!


Que conste: ninguna mascota ha resultado herida durante la escritura de este post.  Desde el Blog quiero dejar constancia del cariño que tengo a los perros. Y que detesto el maltrato animal. Igualmente, decir que ningún político ha sido emasculado durante el tecleo de la entrada, ni elegido Presidente tampoco.