17 de mayo de 2016

La burrocracia apesta

63.


Sí, la burrocracia en este país apesta.

No es, exclusivamente, una observación maliciosa provocada por el enfado tremendo de perder media vida (una mañana, realmente) en trámites administrativos. ¡Qué también! Pero hay hechos objetivos que son insoslayables.

Las oficinas están atestadas de gente. Sumamos los calores primaverales del sur. No hay aire acondicionado. Eso, o no quieren ponerlo. Pocas ventanas y la mayoría cerradas. La humanidad se apegotona en pequeñas salas de espera y suda. 

El calor es mal compañero de viaje en el tránsito administrativo. Le sumamos el estrés que supone tener que contarle a un extraño cómo es tu vida financiera. Y le sumamos también el encabronamiento propio de ser tratado como ganado por el Estado, al hacinar al personal después de hacerle pasar por varios mostradores y colas interminables.

Sudamos, transpiramos y, finalmente, apestamos. Y el hedor pasa de nuestros cuerpos al edificio administrativo estatal. Nuestro cuerpo funciona así, es algo que no depende de nuestra voluntad.

PD: A los que trabajan allí (seguramente, a la mayoría) habría que ponerles un monumento. Eso o dejarles poner el aire acondicionado en mayo.

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