21 de septiembre de 2016

Politizarlo todo

73.


Politizar las emociones, el dolor y el sufrimiento, hasta el miedo y el amor. Es uno de los sinos de nuestro tiempo que choca con el signo del pasado.
La política siempre pensó de sí misma que se manejaba mediante argumentos racionales y objetivos. La política es una actividad humana que tiene digestión racional, decían. Se trataba de convencer a la razón de la gente de que hay razones de peso para que apoyen a una determinada ideología, un determinado partido, un determinado programa. 
Pero ocurre que llegado el posmodernismo, se introducen en el debate político una serie de variables que no aparecen ni objetivas ni racionales según los parámetros implícitos. Del mismo modo que se apela a la razón del individuo, puede apelarse a su estómago, a sus entrañas, a sus emociones. 
La historia nos cuenta que los primeros que empezaron con esta nueva forma de hacer las cosas fueron los nacionalistas. Fueron estos los que empezaron a tocar la ‘fibra sensible’ de la gente, recurriendo a una serie de sentimientos inveterados. 
De repente, la política no apelaba a la razón sino al sentido identitario. La izquierda posmoderna (para diferenciarla de la ya clásica socialdemocracia) sigue ahondando por esta senda. 
La (supuesta) argumentación racional política parece que encontró, en estos tiempos hodiernos, un tope. Y la impotencia les lleva a llamar populistas y demagogos a los que no tienen problemas en utilizar estas herramientas.
Vista la gran capacidad de movilización que este modus operandi tiene, no es de extrañar que los políticos (clásicos) comiencen a usarlo. Me parece evidente, que el mensaje directo a la parte emocional de la gente, tiene ahora más peso que la argumentación racional política. Claro que esto no será siempre así, y la política de las emociones, del dolor y del amor también llegará a su techo y será reemplazada por otra cosa.
Decía Bob Dylan, en una de sus magníficas canciones, que los tiempos están cambiando. Cambian y seguirán cambiando, hasta el fin.

4 de septiembre de 2016

El espantajo político.

72.


Convertir en espantajo al adversario es una técnica política básica. 
No se trata a ese otro como interlocutor válido. Hay que mostrarle a los tuyos que el otro, el que no comparte los propios ideales ni se tapa detrás del mismo logotipo, es un ser despreciable. Como es un sujeto indigno, y nosotros estamos revestidos de una superioridad moral intachable, está justificado el tratarlos como si fuera escoria.
Esta técnica entiende la política como lucha para alcanzar hegemonías y no como negociación para llegar a acuerdos. La solución a los problemas sociales no llega a través del diálogo comunitario entre interlocutores con distintos programas, sino a través de la derrota de todos los otros. 
Pero abusar de esta técnica, llevar la violencia política más allá de lo razonable provoca terribles consecuencias. Puede verse -mejor que en cualquier caso- las terribles consecuencias que trae la superioridad moral basada en la ideología.