11 de enero de 2016

Talionis

34.

El mal con mal se paga.
No será porque no se dice. No será porque no hay gente que lo repite una y otra vez, desde hace siglos. No será porque no hay personas -en el ahora insignificante- que tratan de abrir los ojos a más de uno.
Las ganas de fastidiar, de malmeter y de joder, se pagan. Alguien llegará un día para fastidiarte, malmeterá en tu vida y terminará jodiéndote hasta las trancas. Y tu pensando que lo hacías porque la verdad estaba de tu parte.
El frentismo te alcanzará, tarde o temprano. Alguien, cualquier día de estos, llegará a tu vera, y se opondrá como un fanático a todo lo que haces, a todo tu ser, a tu sentir, a tu respirar. Tú horrorizado por su fobia. Y pensando, cuando lo hacías, que era por justicia.  
La venganza saldrá a buscarte, más pronto que tarde, y te encontrará. Y hará escarnio con tu carne, y hará sangre con tus huesos, y molerá a palos tu semblante, y marcará con un hierro candente a tu prole. Y tú pensando que tenías toda la razón cuando te vengaste.

Es un cuento que nunca acaba. La pescadilla (un uróboro para los más finos) que se muerde la cola. El odio se paga -siempre- con más odio. Y es el odio lo que mueve al odio. No lo mueve la verdad, ni lo mueve la justicia, ni lo mueve la razón. Es tautológico. Pero tienen algunos que engañarse a sí mismos. Y llaman verdad, justicia y razón a sus ganas de joder, a su fóbico frentismo y a su sed de venganza. Pero el odio es un boomerang que volverá convertido de nuevo en ajuste de cuentas, en ganas de hacer justicia, de que la verdad salga a la luz y de que la razón sea devuelta a quien la tenía. 

Y así seguirán las cosas. Hasta que alguien decida salirse de esa banda de moebius, terrible e inmisericorde, que nos espera paciente y sin prisa. Es pura matemática.