21 de febrero de 2016

Sobre el refrán, es peor el remedio que la enfermedad.

47.

'La libertad es el remedio para la coacción'. Esta es una afirmación con la que todo el mundo estaría de acuerdo sin dudarlo. Me parece que no siempre es así. En este espacio-tiempo en el que estamos viviendo, no está siendo así. Puede que a muchos le resulte inquietante mi afirmación. Si estás azorado será porque en esta época, en la que todo se desfigura y desvirtúa sin cambio, la reflexión sobre el mal y su remedio se vuelve intrascendente. Aunque sean muchos -cada día más- los que ven, con claridad meridiana, que es peor el remedio que la enfermedad. 
Nada es lo que era. Nada es lo que debía ser, lo que habían prometido que iba a ser, lo que parecía que potencialmente podría llegar a ser: el fin de todos los males. Todo aquello que parecía una mejora sobre algún mal que nos aquejaba, termina siendo peor que el mal en su estado primigenio.
Me refiero, a la época digital, promesa de la completa igualdad, esperanza de la mayor cuota de libertad jamás vista hasta la fecha. Es todo lo contrario, la mayoría de las veces. A nadie le guste que sea así, muy pocos lo reconocemos: más libertad no sofoca la coacción. Porque es eso, mayor cantidad, y no mayor calidad.

PD: Domingo de lectura y pensamiento. Domingo de manualidades. No quiero que se me atrofien las manos ni el cerebro, en esta época en la que se ha entronizado a las yemas de los dedos, que son las que trabajan, tocando las pantallas y tecleando en el teclado.




La hipercrítica

46.

Siempre se ha dicho que hay que pensar por uno mismo. No aceptar como bueno y verdadero, sin más, lo que nos dicen. De modo que generemos un pensamiento propio que haga crítica de la realidad que vivimos.


Pero, hay algo ahí que me resulta, cuando menos, curioso. Cuando le hemos hecho caso a Mafalda, y conseguimos empezar a pensar para poder criticar todo lo injusto que nos afecta, resulta que algunos salen para criticar que nuestras críticas no sean como las suyas. Superado el vacío de pensamiento, hay que superar el pensamiento uniforme. Y una de las características de éste es la crítica uniforme. Y una grave degeneración de ésta es la hipercrítica. ¿Qué decir a los que critican que no critiquemos como ellos critican?
No he dejado de criticar lo que tú criticas. Pero no me pidas que critique como tú criticas. No creo que se muy productivo critícarme a mi por no criticar como lo haces tú. Así te vas a desfondar, criticando algo y criticando la forma que tiene otros de criticar lo mismo que tú estas criticando. Ambos criticamos un mismo fondo, pero te empeñas en criticar mis formas. 
Cuando esto ocurre, y es muy frecuente que ocurra, se corre el peligro de dejar de prestar atención a lo importante. Y, además, en vez de tener aliados que compartan -por lo menos- un mismo objetivo, te vas grangeando enemigos entre los que incluso critican lo mismo que tú criticas.
La hipercrítica -por exagerada y ruda, por exclusiva e intolerante, por obstinada e inmovilista- termina siendo la principal aliada del fondo que está criticando.