25 de agosto de 2016

Mitos y Leyendas

71.


Destruir es más fácil que construir. Echar por tierra las ideas de los otros, negarlas y criticarlas es más sencillo que buscar puntos de encuentro. Esto parece demostrarse en la llamada ‘unidad de las izquierdas’. No necesitan mucho para coincidir en el origen de los males del mundo, por ejemplo (el Capital, la Banca, los neoliberales, etc.) pero luego son incapaces de articular un proyecto conjunto. La superioridad moral con la que se conducen y toda la verborrea que se gastan no les sirve para nada, se muestran impotentes para diseñar un programa común, con medidas concretas, útiles y productivas. Como son incapaces de trasladar a la realidad tangible esos supuestos ideales compartidos, terminan por acusarse, mutuamente, de no ser la auténtica y más pura de las izquierdas. Lo que comenzó siendo un proyecto legendario, a nivel abstracto, termina siendo un auténtico fiasco, en la realidad política.

Estupidez y Política

70.

La política se nos aparece como una solemne estupidez si observamos con detenimiento la postura de los políticos respecto a detentar los gobiernos. Veamos.


Para que un partido político (y la ideología que está detrás), cualquiera de ellos, pueda hacer realidad sus proyectos necesita poder, esto es, necesita una mayoría para implantar sus medidas. Cuando eso ocurre, arrecian toda clase de acusaciones de autoritarismo, de dictadura, etc., incluso cuando las mayorías son conseguidas legal y constitucionalmente.

Bien, quitemos las mayorías absolutas.

Ahora, los partidos políticos (y las ideologías que están detrás) tienen que ponerse a dialogar, a buscar elementos comunes, a formalizar puntos concretos de acción, etc. Cuando eso ocurre, arrecian las críticas contra unos y otros. Que si las negociaciones rompen con la pureza de los ideales, que negociar es claudicar ante el enemigo, que hablar con el otro es dar bandazos y no ser fiel al programa primigenio, que si existen líneas rojas que no se pueden traspasar, que las reuniones parecen una subasta de sillones, etc. 

Bien, quitemos también las negociaciones.

Entonces, ¿qué nos queda, si no vale ni lo uno ni lo otro? Los políticos son estúpidos profesionales, porque hay una gigantesca imbecilidad en quejarse de una cosa y también de la contraria.