9 de noviembre de 2016

Los idiotas son siempre los otros.

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Los otros son unos estúpidos cuando votan lo que votan. Nosotros somos muy listos cuando votamos lo que votamos. 
Esos otros son unos garrulos, unos incultos, unos rancios. Nosotros, sin embargo, somos todos unos ilustrados. Además, con esta fina ironía que nos acompaña podemos hacer frente a su cuñadismo. Que no quepa duda. 
Son ellos los que se equivocan al elegir a sus representantes políticos, esos que tan mal hacen las cosas. Los nuestros son gente seria y con estudios, muy formada.
¡Cómo se puede ser tan necio, tan lerdo, tan gilipollas! ¡Fíjense en nosotros, en cómo nos guiamos siempre por un estricto espíritu crítico! Cuando insultamos y faltamos al respeto al otro tonto lo hacemos por nuestro sabio entendimiento. Por eso y porque tenemos razón. Los otros no tienen ni idea. Sólo por eso. 

EL FIN DEL ANÁLISIS SOCIOLÓGICO Y POLÍTICO

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Todo parece indicar que Trump ganará las elecciones en este noviembre de 2016. Para muchos esto ha supuesto una tremenda sorpresa. Otros están acogiendo la noticia con asco y angustia. Los que se asustan, los que se asquean y los sorprendidos son el mejor ejemplo de que una época de análisis ha llegado a su fin.
Hay un fino hilo -a veces imperceptible-, como el de Ariadna en el laberinto, que une la victoria del Brexit en Gran Bretaña, el 'no' en Colombia, el gobierno de Syriza en Grecia, el sorpasso de Podemos en España, el Cinco Estrellas de Italia, el auge de Le Pen en Francia, el partido Geert Wilders en Holanda, el Jobbik en Hungría, etc. 
Hay ahí, en algunos, una clara radicalización de posiciones políticas -Ay¡¡-, una aceleración hacia el extremismo, el de la derecha y de la izquierda. Pero quedarse solo con esto es seguir viendo las cosas según los análisis que hoy han fracasado con Trump.
La mayor parte de los análisis que se han venido haciendo hasta la fecha se hacen cargo estrictamente de categorías racionales, esas que tienen que ver con lo que comúnmente llamamos el sentido común, la sensatez, etc. Analizan lo que un sujeto racional podría hacer según sus intereses, pero siempre desde la óptica de que el sujeto pasaría horas y horas deliberando consigo mismo, pensando arduamente los pros y los contras de todas las propuestas y que se decidiría por la más estable, equilibrada y sensata. Que pensarían en hacer lo mejor para él mismo y el bien común. Y esto, además, pensando en su futuro. Analizan lo que el sujeto haría, o le convendría, en el futuro cercano, o a medio plazo, para solucionar así sus carencias o necesidades no satisfechas. Este análisis hay que tirarlo a la basura. 
Hay que empezar a tener en cuenta, sobre todo, las categorías emocionales y pasionales de las personas: sus afectos, sus miedos, sus fobias y sus anhelos, y por encima de todo sus odios, sus resquemores más profundos. Hay que analizar al sujeto emotivo, sus deseos y sobre todo las causas que le procuran tanta frustración e indignación. Lo irracional (dicho de modo entendible, aunque hay más) se tiene que convertir en categoría política. La gente tiene raciocinio sí, pero también tiene entrañas.
Ese es el hilo de plata que une a los movimientos de más arriba. Las entrañas de la gente, de derechas de izquierdas, de arriba y de abajo, de la vieja Europa y de EEUU. Toda la gente tiene entrañas. En apariencia, estos partidos no pueden ser más distintos, pero en el fondo hacen lo mismo: llamar a la gente encabronada, indignada, frustrada, gente que sufre en su día a día, que no llega a fin de mes, que perdió su trabajo, su sustento, que no consigue lo que quiere, lo que necesita y que tiene que apoyar a políticos que se salen del espectro establecido, del establishment poderoso (Hillary es lo más establishment que hay¡¡). 
Se acabó la búsqueda de las opciones más equilibradas, más sensatas. Se acabó sólo mirar y analizar el sentido común. Queremos resarcirnos de los golpes, que alguien haga aquí justicia. O, directamente, queremos venganza. Y sobre todo, se acabó mirar al futuro. El pasado es lo que más importa ahora: en el pasado es donde se cometieron todas las cosas malas contra nosotros los indignados, los cabreados, los frustrados: aquellos tienen que pagar lo que hicieron. 
El voto de castigo tiene que analizarse sí o sí. No se puede menospreciar. ¿Cuánto voto de castigo a los 8 años de legislatura Obama se ha llevado Hillary, cuánto voto de castigo se ha llevado el apellido Clinton? Muchísimos, seguro. Hay que empezar a analizar el cabreo de la gente. No subestimar nunca más los aspectos irracionales y psicoemotivos del votante.
Y los analistas lo llaman populismo. Lo dicen de manera despectiva, hiriente incluso. Y no es una minucia. Esta simple etiqueta se ha convertido en realidad dominante del mundo actual. En todo el occidente tardocapitalista. Hay que empezar a verla con otros ojos. Dejar de despreciar lo que significa. La política, toda ella, todos los partidos, van a esto. 
La política de las emociones. La política del dolor. La política de la frustración. Es la Psicopolítica. 
Esta política busca tocar las teclas emotivas de la ciudadanía. Apelar al espíritu crítico y racional de la gente será una moda que no estará de moda. Hay que mantener de modo constante estados emocionales de convulsión, o de pánico, o de miedo, o de indignación, etc. según a quien interese. De este modo, en el futuro, las campañas electorales no se harán para ver qué programa político nos conviene, !que va¡ Será qué oleaje emocional arrastra a más gente. Depende del partido que sea, apretará determinadas teclas emocionales y pasionales en su electorado. Ese el futuro target de la política: sentimientos, emociones y afectos. 
Si analizamos las elecciones de EEUU basándonos en la psicopolítica, no es extraño que Trump haya ganado las elecciones.

PD: Oído... Lipset. Siempre hay que hacer caso a los buenos y puntillosos expertos que están al pie del cañón.