29 de enero de 2017

Populus (2ª parte)

80.

- El oleaje de indignación surgió en un marco concreto -gente joven, generalmente estudiantes, en un escenario de crisis económica e institucional- y fue su bisoñez idealista la que reactivó resortes que mucha otra gente tenía apagados. Luego llegaron los oportunistas que los manipularon usando las potentes redes sociales lograron volcar la energía que surgía de la marea para sus proyectos políticos. Una vez más, y como hicieron los de antes, los que aspiraban a gobernar no se preocuparon de educar o enseñar a la gente a cómo manejar esas oleadas emocionales. Simplemente, sacaron beneficios de esta psicopolítica. El oleaje emocional terminó convirtiéndose en un status quo estable, en la situación común y corriente de la vida social. La ‘tormenta de mierda’(*) es la forma de interacción de la actualidad. Esta semana hemos visto un claro ejemplo tras el lamentable fallecimiento de una reconocida modelo.

- La crítica al populismo –que hay que hacerla- no puede venir sola, sin hacer otra de igual calibre a la política ortodoxa, tradicional e institucional que teníamos. Los errores estratégicos y las injusticias con la ciudadanía son el caldo de cultivo perfecto. La génesis del populismo no está nunca en el ansia del populista de turno. Algún día los libros de historia contarán esto como corresponde. El nacimiento del populismo está en los fallos y la inhumanidad del sistema. 

- El populismo no está en vías de desaparición; al contrario, está por llegar su más alta cumbre. Primero, porque la política tradicional ha perdido claramente la partida de la táctica (¡Ay las redes sociales!); segundo, sigue sometiendo al ciudadano-votante a una violencia tremebunda (la subida de la electricidad este enero es injusta e inhumana); y tercero, montados en la cresta de la ola, los líderes populistas tienen todavía mucho que evolucionar en su retórica y sus prácticas. 

-El discurso tradicional de la socialdemocracia hablaba al individuo concreto pero apelando al conjunto de la sociedad. Al votar, el ciudadano no pensaba en sí mismo, sino en el conjunto de la clase obrera. Algo similar ocurría con los partidos conservadores, que en vez de apelar a las cuestiones de clase, apelaban a cuestiones familiares, tribales, de cohesión nacional y otras afines. En ambos casos, el individuo concreto se pensaba como dentro de un conjunto mayor, y más importante. De algún modo, reinaba la idea de que había que sacrificarse por el conjunto. La caída de los partidos e ideologías tradicionales traen consigo la destrucción de este imaginario colectivo, el del bien común. Entre otras cosas porque el bien común no traía más que migajas al gran conjunto, quedándose los poderosos con la parte buena del pastel. 

- Los partidos de ahora (sus líderes concretamente) le hablan al individuo de tal modo que éste piensa, sola y exclusivamente, en sí mismo. Hablando para todo el conjunto, el individuo siente con claridad meridiana que sólo le está hablando a él mismo. Y que el populista de turno solucionará su problema, no el de todo el conjunto social, el suyo propio. El votante vota al populista buscando la propia salvación, porque piensa que lo que promete el populista de turno es bueno para sí. Piensa, “ya está bien de pasarlo mal, ya está bien de sacrificios por el bien general, ya estoy harto de lo de siempre y que nunca saque nada de todo esto. Ahora me toca a mí”. El populismo también es esto, pasar de pensar por y para un gran conjunto, a pensar contra la colectividad. Así consigues, curiosamente, amalgamar un enorme colectivo de gentes - de distintos niveles socioculturales y económicos- que piensan en sí mismos y sus deseos; y que sea esa idea antisocial la que haga de cemento de la nueva sociedad. 

- No hay nada más paradójico que el pensamiento populista, nada más líquido, vaporoso e inane. Estas modalidades autocontradictorias, oscilantes, hiperemotivas, resultan desquiciantes para los análisis hiperracionales de la política tradicional acostumbradas a las bipolaridades y las regularidades, entre otras. La política tradicional patina sobre el absurdo del populismo. La plasticidad propia y la incapacidad de la tradición  en estos terrenos resbaladizos procura una tremenda ventaja al populismo. Cuando el populismo se termine convirtiendo en la práctica habitual y corriente de la actividad política, se cerrará el ciclo (Thomas Kuhn y las revoluciones científicas) y será el paradigma dominante que entrará en colisión con un nuevo paradigma revolucionario entrante (el nuevo populismo, seguramente).




(*) Término que conocí por Byung-Chul Han.

2 comentarios:

  1. Siempre ha habido un colchón de seguridad en los intelectuales y afines.
    Cuando estos levantaban la voz, y señalaban, se les tenía en cuenta.
    Últimamente este colchón está bastante desinflao. En concreto en España están casi todos prejubilados, vegetando. A lo sumo dan like en facegó y tal, , pero no son capaces, (perdón), no les vaga, de crear un discurso mas populista que lo populista denunciando las maldades del populismo una a una.
    Messsplico, que lo que usted dice en estos dos artículos, bien, bien, requetebien, lo cual es algo más que los que vegetan y dan like,... que sí, que estoy de acuerdo con toda mi alma y todo mi ser, mi vida, y mi sombra. pero tiene que digerirlo, regurgitarlo y después tamizarlo hasta dejarlo hecho zumito palapajita, y no olvide ponerle una tíabuena con un bocadillo preguntando ¿Me botas o me votas?
    Otros
    El enlace que ha puesto si que es populista, juas

    file:///C:/Users/Brothy466/Desktop/Trabajos%202017/M%C3%81XIMAS%20DE%20M%C3%8DNIMOS.docx#_ftn1

    Kisssss y Kisssss

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    1. Gracias. Un placer leerte Frine...
      Eso de 'Máxima de mínimos' es otra cosa que estoy escribiendo. Estos artículos comenzaron allí y terminaron aquí.

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