18 de febrero de 2017

El pifostio de la libertad.

81.

Un breve recuerdo, histórico y filosófico, de cómo comenzó la pugna entre las ideologías. Todo comenzó en torno al tema de la libertad. Todo el mundo estaba de acuerdo con ella, todo el mundo la quería y la defendía. Pero los desacuerdos llegaron a partir de su caracterización y su tamaño. Básicamente: los defensores de una u otra opción fueron constituyendo distintas tradiciones, luego corpus ideológicos adyacentes y, finalmente, programas políticos divergentes.

Vamos a verlo con un ejemplo sencillo...

En un camino del bosque encontramos un cartel que nos dice que tenemos derecho a transitar por él. Tú vas por allí y listo. Sencillo, ¡verdad!, pues algunos se aturrullaron con esto. 
La cuestión endemoniada aquí, en esta fácil sentencia, es el concepto de ‘derecho’. 
Para unos se trata de que no haya cortapisas ni impedimentos: puede usted andar por el camino, no hay muros, ni baches, ni golfos apandadores que se lo impidan. 
Para otros se trata de que existan elementos que blinden la acción: va usted a andar por el camino y alguien se lo va a acondicionar, se lo va a proteger. 
La carga de la primera de las libertades recae sobre el individuo, en la segunda ha de existir una entidad supraindividual sobre la que recaerá esta carga. 
En la primera, esa entidad superior (tribu, empresa, Estado, sociedad) hace de árbitro que impide que el camino se vea cortado, vallado o amurallado, atacado, etc. En la segunda, la entidad superior protectora y benefactora, interviene en todo el proceso, se encarga de poner el dinero para poner el asfalto, los semáforos y señales, los profesionales que la defiendan y les hagan reparaciones, etc.
Los primeros siguieron pensando en su dirección, a partir de lo que entendían por libertad y por derecho. Los segundos siguieron también en su dirección. Y comenzaron a cruzarse críticas y acusaciones.
Al cabo de un tiempo olvidaron que ambos defendía eso que llamamos libertad, entregándose a esas características que les diferenciaban.
En algún punto de este largo tránsito, alguien pensó que la libertad estaba en el derecho a reventar la carretera, en meterle fuego a las señalizaciones y los semáforos, en golpear a los protectores, en desvirtuar esas entidades -sean árbitros o sean protectores-, en hacer que la gente con ideas diferentes terminaran enfrentados y odiándose. 

PD. El quiera puede leer:
-La conferencia de 1819 de Benjamin Constant llamada 'De la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos'.
- El libro de Isaiah Berlin titulado 'Cuatro ensayos sobre la libertad' (Alianza).
- El libro de Ludovico Geymonat titulado 'La libertad' (Crítica).
- Mi trabajo de hace unos años
https://www.academia.edu/9313180/Cuadernos_de_Filosof%C3%ADa_Pol%C3%ADtica_III_Estado_Poder_Autoridad_Libertad_y_Derechos

2 comentarios:

  1. No se que habría sido de la civilización sin las revoluciones.
    Más abajo lo explican
    https://www.youtube.com/watch?v=N1Vof_gHnNs

    Kisss y Kissss

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  2. Verdi... los grandes artistas han sido siempre, de modo encubierto, grandes teóricos políticos y filosóficos. ¡Qué vozarrón...for god sake!
    La fuerza de los hechos es difícil rebatirla, claro. Y las revoluciones está ahí, los odios y las diferencias y los muertos. Son ineludibles, pero contingentes, de ahí mi pena.
    Gracias Frine. Te devuelvo los besos.

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