2 de septiembre de 2017

La prevención del terror.

97.

No hay salud sin prevención. Del mismo modo, no hay paz sin prevención. 
Atiborrarse de antibióticos no es prevenir; cuando hagan falta es posible que los patógenos hayan creado resistencia. 
Los hábitos saludables en la higiene y la dieta, abandonar el consumo de sustancias nocivas, la práctica moderada de cualquier deporte, evitar el estrés físico y emocional, consultar regularmente con los profesionales de la salud, vigilar el propio cuerpo y sus “humores”, entre otras, sí previenen las enfermedades. 
Bombardear países del tercer mundo no es prevenir, es ensañarse con los más débiles. La fobia y el rechazo a la minorías étnicas y religiosas tampoco previene absolutamente nada.
Elegimos a los representantes políticos, entre otras cosas, para que nos protejan del terror -en la medida de lo posible- dentro del marco legal. Y hay medidas de prevención, de todo tipo y ponderadas todas ellas, que pueden ponerse en marcha para proteger a las ciudadanías sin llevarse por delante los derechos de grupos minoritarios de personas. 
Hay una vileza terrible en esa política –y en esos políticos- que pudiendo prevenir de manera legal y proporcionada no lo hicieron. Y esa mezquindad, esa traición a los ciudadanos, es un signo de la descomposición democrática tan claro y patente como pueda serlo la corrupción. 
Está claro quién fue el responsable primero y fundamental. No son culpables, desde luego. Pero si tuvieran conciencia, la muerte de las víctimas del atentado de Barcelona recaería en ella.

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