4 de septiembre de 2017

Contradicciones, tensiones y conflictos.

98.

Nadie puede evitar hacerle al otro, a todos los otros, un Schleiermacher. Y querer saber más y mejor sobre lo que uno dice y hace que el mismo tipo que dijo e hizo. Somos así. En la vida cotidiana y, especialmente, en el ámbito del pensamiento.
En cualquier creación del hombre (texto, discurso, película, obra de arte, meme, twitter, post en redes sociales y entradas de blogs) pueden buscarse ideologías, sean estas dominantes, o sean estas conflictivas. Pueden encontrarse prejuicios culturales aceptados y conscientemente expuestos y pueden encontrarse prejuicios culturales inconscientes, esos de los que ni el propio autor se percata. Pueden encontrarse valores mayoritarios y pueden encontrarse valores que tratan de subvertir a los anteriores. Y todo eso enmarañado. Hay lecturas e interpretaciones para todos los gustos.
El que busque contradicciones internas (así como conflictos y tensiones) en todo esto, las encontrará, de seguro. Y no porque él mismo las ponga ahí, que también. Las encontrará porque están ahí, no están escondidas, ni ocultas, la mayoría de ellas. La Humanidad que somos es profundamente contradictoria (siempre en tensión y conflicto). Y no vamos a poder evitar no plasmar nuestras contradicciones en lo que hacemos y pensamos.
Denunciar contradicciones internas en la Humanidad (o en la Cultura, o en el Capitalismo, o en la Democracia) es el deporte cognitivo más normal que conocemos, el ejercicio teórico más corriente que existe. Haciendo un cálculo estimativo rápido, nos sale una una infinidad de denuncias, y otras tantas contradicciones (tensiones y conflictos). 
Algún día de estos, alguien -de modo oportuno y necesario, por supuesto- denunciará a la gravitación universal, que hace caer una vez tras otra la manzana del pobre Newton. Evitar lo inevitable, he ahí el futuro que nos espera. Cambiar lo insoslayable es la próxima frontera que hay que desbordar.